Pisos desocupados
Me refiero al artículo que, firmado por J. A. M., publicó EL PAÍS el domingo 20 de abril, sobre un piso ocupado.No es cierto que el citado piso permaneciera deshabitado «durante muchos años», tal como se afirma; sí lo estuvo algunos periodos interrumpidos -con expreso conocimiento del administrador de la colonia en cada caso- como consecuencia del delicado estado de salud de mi difunta madre, lo que unido a su muy avanzada edad, obligó a tenerse que trasladar varias veces a casa de una hija para ser atendida. Y debo calificar de gratuito, y hasta injurioso, afirmar que envié a mi hermana Modesta a vivir en el piso «para lo que tuve que sacarla del psiquiátrico donde estaba internada». Nada más falso, pues mi hermana habitó el piso tan pronto como fue dada de alta médica en aquel centro, según el correspondiente certificado facultativo que obra en mi poder y a disposición del curioso que desee comprobarlo. ¿O es que alguien puede pensar que di yo el alta a mi hermana? No soy médico.
Después del incendio fortuito en el que desgraciadamente perdió la vida mi hermana, el piso permaneció cerrado, no con un simple alambre que sujetara la puerta, sino con un candado, y ello en espera de que por el correspondiente servicio de la delegación provincial del Ministerio de Obras Públicas, se llevaran a cabo los trabajos de reparación, que reiteradamente solicité.
Una vivienda puede ser más grande o más pequeña, pero yo preguntaría al periodista autor del artículo con qué autoridad se permite calificar de «jaula» una vivienda, por el hecho de sólo tener cuarenta y algún metros cuadrados. En las jaulas viven, por ejemplo, los monos -si son más grandes- o los canarios o los pájaros -si son más pequeñas-. Ni mi familia ni yo descendemos de raza alguna animal-irracional.
La vivienda está llena de cascotes -los que necesariamente produjeron los bomberos- pero no de muebles calcinados, pues si bien algunos de ellos -los que se hallaban en la cocina y en el salón-estar- resultaron afectados, no ocurrió lo mismo con ropas y demás enseres de otras habitaciones.
Después de un incendio es normal y lógico que no haya luz en la vivienda y que estén las paredes ennegrecidas por el humo./
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