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Reportaje:Historia de tres semanas de crisis

Ni Suárez ni la "oposición" de UCD lograron sus objetivos sobre el cambio de Gobierno

En el primer congreso del partido gubernamental se aprobó una cláusula por la que el presidente podía nombrar, cuando lo estimara conveniente, una comisión permanente del ejecutivo. Tras los sucesivos fracasos del Gobierno y su partido en las consultas autonómicas de Andalucía, Cataluña y el País Vasco, unos y otros coincidieron en la necesidad de crear ese órgano. Los alejados del poder serían consultados, y el equipo dirigente intentaría rehacer su fuerza. Así nació la comisión permanente de UCD, llamada a tener un gran protagonismo en esta crisis.En su primera reunión se habló de la necesidad de rehacer el partido, cuya imagen se había desgastado de forma inesperada a un año de distancia de las elecciones generales. Surgió la idea de que la política debería hacerse de forma colegiada, incluido lo que se refiere a las más importantes decisiones de Gobierno. Se suscitó el tema de las autonomías y la necesidad de poner en unas manos firmes la delicada cuestión. Landelino Lavilla, presidente del Congreso, dio el nombre de José Pedro Pérez-Llorca, ministro de la Presidencia, coprotagonista de hecho de las negociaciones de los estatutos vasco y catalán.

Así las cosas, el presidente Suárez pasó las vacaciones de Semana Santa con Fernando Abril en la isla de Mallorca. De aquí salió, como es sabido, el primer proyecto para el cambio del Gobierno: cesar al ministro de Administración Territorial, Antonio Fontán, y encargar su cometido a José Pedro, Pérez-Llorca, con rango de vicepresidente, para tener bajo su autoridad todo lo que se relaciona con la estructuración del nuevo Estado democrático.

De este modo, el aparato de poder que Suárez había, ido construyendo se afianzaba sobre tres pilares, correspondientes a tres vicepresidencias: de Defensa y Seguridad Ciudadana, de Economía, y de -podríamos decir- Política de Estado. Los tres pilares descansarían sobre tres hombres, Gutiérrez Mellado, Fernando Abril y Pérez-Llorca, ninguno de ellos ligados a las tres familias ideológicas -democristianos, liberales y socialdemócratas-, que se unieron a Suárez y sus hombres en las primeras elecciones democráticas. Quedaba así reforzado el poder del presidente, en detrimento de los grupos.

Intervención de los "barones"

El plan de Suárez y Abril, elaborado en laboratorio, no contaba con los intereses de otras personas del partido, más distantes de las intenciones del Gobierno cuanto más alejados del poder estaban los protagonistas. En concreto, Fernández Ordóñez se mostraba en desacuerdo con casi todo, y de forma particular, con la continuidad de la gestión económica. Rodolfo Martín Villa vela con serios reparos que pasaran a control de Pérez-Llorca los gobernadores civiles. Desde que Antonio Ibáñez Freire le sustituyó como ministro del Interior no se había producido ningún cambio en los delegados gubernamentales en las provincias, por lo que se puede decir que, de una u otra forma, todos -o la gran mayoría- eran de su línea.

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La perspectiva era aún menos halagüeña para Martín Villa, a la vista de los primeros rumores sobre la posibilidad de que Rafael Calvo Ortega fuera nuevo secretario general de UCD. El hasta ahora ministro de Trabajo, evidentemente, va a ese puesto para reorganizar un aparato del partido en el que Martín Villa había puesto la otra mitad de sus empeños.

En cuanto al sector democristiano, funcionan dos grupos: el encabezado por Landelino Lavilla, que puede considerarse moderado, y el mucho más reducido de José Luis Álvarez, caracterizado por su mayor radicalismo católico y antiizquierdista. Unos y otros, no obstante, han realizado un juego discreto, sin dar problemas al presidente, pero trabajando con el evidente deseo de ganar terreno. Se cree que el vicepresidente Abril ve en los democristianos el único grupo con posibilidades serias de disputar el poder a la actual dirección.

A la vuelta de la Semana Santa, el vicepresidente Abril se reunió a cenar con un grupo de, periodistas, a quienes transmitió las ideas fundamentales del proyecto diseñado. Desde este momento, quienes no compartían el plan comenzaron a promocionar la idea de que era necesario un cambio total.

Empieza la primera semana de la crisis, del 14 al 19 de abril; la lucha se centra en el área económica: los ministros de Comercio e Industria, Juan Antonio García Díez y Carlos Bustelo, expusieron a Suárez su incompatibilidad con Abril; Javier del Moral, subsecretario de Economía, optó por dimitir; la patronal bancaria y el profesor Fuentes Quintana, calificaron poco menos que de catastrófica la situación de la economía. El proyecto era atraer a la dirección económica del Gobierno al actual ministro de Relaciones con la CEE, Leopoldo Calvo Sotelo, bien visto por la derecha empresarial y al mismo tiempo amigo de García Díez y familiar de Bustelo; al mismo tiempo, Fernández Ordóñez entraría en el Gobierno, sustituyéndole en las relaciones con la Comunidad Económica Europea. Calvo Sotelo -quizá a sabiendas de que la entrada de España en las Comunidades para 1983 es una posibilidad remota- se dejó querer.

Pero la operación fracasó cuando la gran patronal apoyó a Fernando Abril, hasta el punto de que, al día siguiente de publicarse sus pesimistas declaraciones, Rafael Termes matizó que no creía necesario el relevo de Abril. Suárez consultó durante estos días con los jefes de fila del partido, y a pesar de que, no había una mayoría que lo apoyase claramente, decidió mantener al vicepresidente económico.

Segunda semana de la crisis.

El lunes 21 de abril se reunió de nuevo la comisión permanente de UCD. Contra todo pronóstico, en aquella reunión no se trató directamente de la remodelación del Gobierno, pues el presidente dijo que no la tenía preparada y que más adelante se hablaría del toma. Al día siguiente, martes, una filtración, a todas luces intencionada, hizo público el verdadero -proyecto el nombramiento de un tercer, vicepresidente y el mantenimiento del resto del equipo prácticamente con la misma estructura.

Ante la publicación de la noticia el miércoles, esa noche hubo cenas de cada familia de UCD. De ellas trasciende un sentimiento de disgusto por el proyecto, sobre todo por parte de los grupos de Fernández Ordóñez y Martín Villa. Landelino Lavilla, que en su día había dado el nombre de Pérez Llorca apoya la inicitiva, aunque no la continuidad de Abril.

El mismo día, Suárez acudió al Congreso junto con todos los ministros, citados expresamente para votar un decreto-ley que la oposición -que no pierde oportunidad de desgastar al Gobierno- cuestionó duramente. La sensación de firmeza de esta comparecencia fue redondeada por el propio Suárez, que se dejó abordar en los pasillos por la Prensa, a la que comentó que estaba trabajando en serio en un asunto importante, y que, por tanto, no pensaba cerrar la crisis precipitadamente.

El presidente volvió a ver a los miembros de la permanente, con un nuevo plan en el bolsillo: convertir en ministros a los contestatarios y, al mismo tiempo, llevar adelante el proyecto primitivo. Fernández Ordóñez ocuparía las Relaciones con la CEE, Martín Villa una cartera que agruparía Sanidad y Trabajo y Pío Cabanillas sería adjunto al presidente.

Todo ello en medio del juego emprendido por otros partidos -audiencias del Rey a Felipe González y Manuel Fraga, entrevista de este último con Suárez, que sensibilizaron aún más al presidente del Gobierno para tratar de rehacer la imagen de UCD.

La operación se frustra por la negativa de Fernández Ordóñez a entrar en un Gobierno que no ve acorde con sus planteamientos de remodelación a fondo. Ello arrastra el proyecto al fracaso ya que el Gabinete habría quedado desequilibrado sólo con la presencia de Martín Villa y Cabanillas.

En ese momento, Suárez parece volver a su primitiva idea, y por fin el miércoles de la tercera semana convoca, a media noche, a la permanente centrista. Previamente a la reunión hay conversaciones de Ordóñez con los liberales Fontán y Joaquín Garrigues. De ellas sale la decisión de hacer un frente común. Así, en la reunión, Fernández Ordóñez hizo una crítica global de la solución planteada y añadió que ese Gobierno, sin un proyecto político definitivo, será muy mal acogido. Martín Villa le apoyó.

La retirada de Pérez-Llorca

El vicepresidente in pectore Pérez-Llorca se mostró sensible a las críticas. Temeroso de un serio desgaste, habló con Fernández Ordóñez al término de la reunión de la Moncloa y, aunque no se conocen los términos exactos de la conversación, es seguro que continuó sobre el mismo tema. A las seis de la mañana, Pérez-Llorca envió la famosa carta a Suárez renunciando a su vicepresidencia.

El final de la crisis es la historia de cómo Suárez hubo de recomponer un reajuste que había saltado por los aires. El general Sáenz de Santamaría se negó a ser ministro del Interior, para no dejar el escalafón militar, y la cartera recayó finalmente en Juan José Rosón, gobernador civil de Madrid. El tema coIateral de los roces personales entre Pérez-Llorca y Rafael Arias-Salgado, compañeros desde el colegio y al mismo tiempo celosos competidores, terminó de afear el resultado.

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