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El Castilla superó a la invicta Real

¡Qué pena que los jugadores del Castilla tengan que acabar en Primera División! Una lástima, porque el día que consigan ascender al primer equipo, con entrenadores que son maestros en oratoria de zoco, perderán las muchas virtudes que ahora tienen. El Castilla se ha convertido en el capitán de la rebelión de los segundones. Una Real Sociedad, invicta en ta Liga, perdió ayer los cuartos de final de la Copa, ante un equipo que supo jugar mejor, que luchó hasta el agotamiento y que exhibió un fútbol que por poco usual hay que calificarlo de singular. El Castilla se superó y la Real, nerviosa en extremo, distó mucho de aquel equipo que en la Liga superó al Madrid, aunque no pudiera vencerle.Ya estaba ganando el Castilla a la Real y perdiendo el Madrid en Hellópolis, cuando una voz desde el graderío gritó esta frase: «El Castilla, a Sevilla», que era tanto como pedir el poder para los segundones de la casa. Segundones que, como todos los que en este país han sido, están condenados a abrirse paso en la vida en los menesteres menos brillantes. Sólo alguno de los jugadores que ayer conmocionaron a la afición futbolística del país conseguirá plaza en el Madrid, que seguirá obligado a alinear a los Cunningham que le cuestan millones. El resto tendrá que hacer las Américas en equipos de segundo orden.

La Real dio la impresión de que se creía muy segura de sí misma. Los primeros minutos de la avalancha castillista trataron los realistas de resolverlos sin demasiadas prisas. Ya a los siete minutos dio un toque de atención el Castilla, con una ocasión de gol que fue respondida por una de Alonso. Al cuarto de hora se produjo una mano de Casimiro en el área blanca que el árbitro consideró involuntaria. La resolución del peligro fue un contragolpe que supuso el primer gol. A partir de ese instante, el Castilla se creció y la Real comenzó a dar muestras de inseguridad en la zaga y en el centro del campo. Hubo un par de cambios de marcaje y todo el poder contraofensivo realista empezó a difuminarse. Zamora, con unos primeros minutos fulgurantes, se oscureció a medida que Alvarez le fue tomando la medida. Bernal, que disparaba desde lejos con potencia; Cidón, que le daba guerra a Celayeta, y Paco, que obligaba a Gorriz a emplearse a fondo, lograron dar sensación de que las presuntas víctimas iban a convertirse en los triunfadores.

El Castilla jugó al fútbol como dicen los libros ingleses: primer toque y balón al hueco. El fútbol que hizo el Castilla fue el más simple que existe, y que sigue siendo el mejor. Cuando alguno de sus hombres trató de lucirse con varios regates seguidos, acabó perdiendo el balón. Cuando se olvidaron del preciosismo individualista, que fue durante la mayor parte del encuentro, dominaron el juego y pusieron emoción en cada uno de sus ataques.

El Castilla superó técnicamente a la Real. Marcó muy estrechamente a los hombres clave y presionó siempre en la búsqueda del balón, pero, fundamentalmente, se desenvolvió con rapidez y con claridad de ideas. A la Real le ocurrió todo lo contrario. Tanto que incluso llegó a jugar mejor con diez hombres. El Castilla no tuvo complejos de ningún tipo, y la Real, que estaba obligada moralmente a ganar la eliminatoria, se embarulló más de lo esperado. Alonso aguantó el tipo siempre, pero un jugador tan fundamental como López Ufarte se perdió en la tarea colectiva y se limitó a cuatro detalles. Juanito, que le marcó con dureza, consiguió achicarle. López Ufarte falló incluso el penalti y Ormaechea ya no tuvo otra solución que sustituirle.

El Castilla marcó dos goles en el primer tiempo y mantuvo la ventaja adquirida con entereza, salvo el par de ocasiones en que retrasó el balón a su portero indebidamente. Arconada, en la primera mitad, realizó un par de paradas impresionantes. Pero tan buenas intervenciones como las de Arconada fueron las de Agustín, que a remate de cabeza de Satrústegui se lanzó hasta el poste y envió la pelota fuera.

El Castilla hizo el encuentro del .año. Al Madrid no se le ha visto en la presente temporada una cosa igual. Ninguno de sus hombres se inhibió. Todos defendieron su pabellón con energía y acierto. El ejemplo del Castilla debería hacer meditar a los dirigentes del fútbol español. Es, en Segunda, la versión mejorada de la Real Sociedad.

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