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Entrevista:

"Los periódicos deben estar abiertos a todos, sin limitaciones impuestas por nadie"

Juan Cruz

Ranald Macdonald, presidente del Instituto Internacional de Prensa, 41 años, australiano pragmático, como el periódico que edita y dirige en Melbourne, ex alumno de las universidades de Cambridge (Inglaterra), donde estudió Derecho e Historia, y de Columbia (Estados Unidos), donde estudió Comercio y Periodismo, tiene ideas claras acerca de cuál debe ser la fórmula para hacer más creíble la Prensa.

«La Prensa», dice el señor Macdonald, que ayer se reunió en Madrid con el comité español de la IPI, «ha de atraer a una gran variedad de gente, con diferentes conocimientos y dedicaciones, sin licencias específicas ni limitaciones impuestas por nadie. Si la Prensa no acepta esa variedad, no tiene ningún papel que desempeñar para atraer la credibilidad de la comunidad a la que sirve».El señor Macdonald predica con el ejemplo. El periódico que edita y dirige en Melbourne, The Age (La Epoca), era, hasta hace catorce años, cuando le fueron a él confiadas las tareas que desempeña actualmente, «un periódico de derechas, fuera de moda, conservador». Incorporando gente joven de todas las procedencias intelectuales, hasta lograr una redacción de 173 miembros, Ranald Macdonald logró «un diario liberal, pragmático, que acaba de cumplir sus 125 años de edad siendo un órgano independiente de expresión».

Incorporó el señor Macdonald a su periódico, cuya circulación sube cada año un 3%, una convicción personal: «El lector tiene que saber quién le está diciendo lo que lee, qué rostro tiene, cuál es su firma».

No fue fácil para el equipo de Ranald Macdonald recibir la aceptación de los lectores de Melbourne. «Australia es una comunidad que se autosatisface gracias a su poderío, que le hace olvidar las cuestiones que afectan al resto del mundo. Melbourne es, dentro de ese universo australiano, una comunidad conservadora, en la que parecía difícil situar un diario al que se llama radical y que sólo ve su papel como el de un órgano que pone a prueba las actividades de las instituciones, sin aceptarlas por descontado».

Cuando el periódico comenzó su giro, dice el señor Macdonald, los lectores se sintieron incómodos y algunos abandonaron las suscripciones tradicionales que mantenían. «Han visto que no éramos críticos por serlo y se han dado cuenta de que somos, simplemente, lo contrario de otros diarios blandos, que por no tener no ofrecen ni editoriales con sus opiniones propias».

Hoy, el joven director de The Age es un hombre satisfecho con los 250.000 ejemplares de tirada que tiene su periódico.

Pero es también un periodista preocupado por lo que ocurre en el mundo de la Prensa internacional. Uno de sus motivos de preocupación, como presidente del IPI, es España.

La idea, que en España vuelve a tratar de ganar terreno ahora, de que el periodista ha de estar titulado y dotado de un carné, emitido por un colegio profesional, es desechada de entrada por el presidente del IPI. «Lo único que precisa el lector es saber quién escribe lo que se le ofrece. Los lectores saben que los directores no lo escriben todo, y desean saber quiénes se dirigen a ellos, para hacerse su propia opinión de lo que leen, porque saben que la objetividad es imposible».

Los diversos monopolios que en España trata de establecer el Estado en el mundo de la información también son motivo de reflexión del presidente del IPI. «Lo único que tiene que hacer el Estado con respecto a la Prensa es contribuir a poner en marcha una especie de Consejo de Prensa, integrado por pocas personas especializadas, que analicen lo que publican los periódicos y que den a conocer, cuando esto sea preciso, los resultados de sus investigaciones para que se creen precedentes de los que los profesionales saquen sus enseñanzas. Otra legislación no tiene sentido».

Tampoco aprueba el presidente del IPI la tendencia española a favorecer el monopolio internacional de una agencia informativa. «En Australia y en muchos países del mundo, la diversidad de canales por los que llega la información es enorme. Por esta razón, no sólo se defiende la libertad de opción de los directores, sino que se salvaguarda la tranquilidad del lector, que acude a una información que no ha sido pasada por el tamiz de un solo filtro».

Una reflexión final del señor Macdonald sobre lo que ocurre en España se refiere al caso de periodistas sujetos al juicio de tribunales militares. «Nosotros estamos totalmente opuestos a los tribunales militares para periodistas, aunque no creemos que estos profesionales deban estar fuera de la jurisdicción legal. En cualquier caso, me parece aberrante pensar en el concepto de los tribunales de aquel carácter aplicados a la labor de periodistas».

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