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Tribuna
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Un hombre honrado

Desde hace seis años, la directiva del Atlético de Madrid está dividida en dos sectores: el que aplaude cuanto hace el vicepresidente, Salvador Santos, y el que espera el milagro de que un día acabe su prepotencia. Hace tres años, ante la firme actitud de protesta de los técnicos de la casa, hartos de soportar injerencias, Vicente Calderón prometió dedicar al vicepresidente a sus auténticas funciones, para que la labor de los profesionales no se viera entorpecida por la del amateur.Hace tres años, un directivo del club, hombre serio y cabal, preparó un informe que, en buena lógica, debía suponer el palmeLazo definitivo para Salvador Santos. Las promesas del presidente abortaron la operación. Víctor Martínez, hombre fundamentalmente honesto, no ha querido soportar más las intromisiones del directivo y ha dimitido. Luis cumplirá su contrato si consigue salvarse de las intrigas del vicepresidente, pero no volverá a trabajar más en el club mientras se mantenga la actual situación.

El Atlético, representado ante los altos estamentos futbolísticos por su vicepresidente, ha perdido toda imagen. En la Federación no le conceden cancha y los clubes de Primera le volvieron la espalda cuando se quiso crear la Liga profesional.

Víctor Martínez ha intentado trabajar siempre sin la intervención de intermediarios. El vicepresidente ha tratado siempre de favorecer a uno muy concreto, con quien ha formado sociedad en algún negocio.

Víctor Martínez puede presentar un balance notabilísimo en su función técnica, y ahí están los resultados desde 1969 a 1977, la mejor época del club.

La gran debilidad de Vicente Calderón es ese hombre, cuyo prestigio en el club es escasísimo y cuya imagen exterior está sumamente deteriorada.

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