Rudolf Nureyev,
bailarín ruso, nunca quiso parecerse a Charlot, pero hace oposiciones. Sustituye el bombín con una gorra que recuerda las pieles de su tierra natal y el paraguas se convierte en sus manos en un bastón de caña, en el que se apoya cuando sus peculiares zapatillas no son capaces de soportar cómodamente su peso: hace unos días, Nureyev, que está actualmente actuando en París, se rompió un tobillo.
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