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Lenguaje e imagen de los políticos

El paro y la crítica al Gobierno de UCD fueron las palabras y temas más utilizados por los partidos políticos durante la campaña electoral en TVE de las pasadas elecciones generales del 1 de marzo.«El lenguaje de los políticos» y «la imagen del político», tanto en las primeras elecciones generales del 15 de junio como en las últimas, son objeto de dos estudios del Colectivo Caverna que, patrocinados por el Instituto Oficial de Radiodifusión y Televisión, publica en su último número la revista Mensaje y Medios (carretera de la Dehesa de la Villa, s/n. Madrid-35), editada por dicho organismo de RTVE.

La utilización de los términos «paro» y «Gobierno de UCD», en 125 y cien ocasiones, respectivamente, fue seguida, según los datos del primer estudio, por «libertad» (61 veces), «Constitución» (55), «autonomías» (53), «crisis económica» y «democracia» (50), «terrorismo» (45), «mujer» (37), «consenso» (35), «inseguridad» (veinticuatro) y «juventud» (veinte veces). Jesús Monroy resume así la primera de las dos investigaciones: «Puede afirmarse que la campaña tuvo un tinte bastante negativo y agresivo, basado en críticas al Gobierno y en planteamientos abstractos, sin aportar ningún partido un modelo de soluciones viables y medidas concretas para resolver problemas específicos. Los conceptos y las palabras de que se sirvieron los partidos en sus mensajes delataron falta de imaginación política para hacerse atractivos al electorado.»

Agustín García Matilla destaca, en el estudio titulado La imagen del político, que la característica común a todos los líderes que intervinieron en TVE es la «falta de adecuación al medio», con la sola excepción de Santiago Carrillo, quien, según el autor, fue el único que «consiguió aprovechar en buena medida las posibilidades expresivas que la televisión ponía a su alcance». En el lado opuesto sobresale la figura de Manuel Fraga, «el ejemplo vivo de un político que no sabía servirse del medio televisivo. Fraga olvidaba que cada uno de sus gestos severos, impulsivos y casi permanentemente coercitivos iban a multiplicarse por diez o por cien en la pantalla. Fraga no tenía en cuenta que en el interior de miles de hogares podía molestar que la intimidad fuera rota por el tono elevado de voz y el gesto airado de un hombre que había entrado sin llamar a la puerta». Manuel Fraga, escribe el autor, sufriría en las últimas generales un proceso de suavización de su imagen. García Matilla añade después, a propósito del líder del PSOE: «Ni siquiera el 1 de marzo Felipe González supo vender su imagen. Su presencia fue inútilmente retadora. La actitud general de Felipe González, que podía ser válida en un contexto diferente, pasaba a hacerse antipática en la pantalla del receptor.» En cuanto al presidente Adolfo Suárez, quien el 15 de junio «entró en los hogares de los españoles sin sobresaltos, casi con el mismo estilo monótono de los políticos anteriores» y que «había conseguido aprovechar acertadamente su imagen oficial de popular madura juventud, comenta el articulista: «A pesar de sus vínculos anteriores con televisión, tampoco conocía la especificidad del medio e incluso su presencia, en una coyuntura diferente, habría podido terminar por agotar a la audiencia.»

El estudio concluye con otras consideraciones sobre la mala realización de los programas, ignorancias de las más elementales normas estéticas y la artificiosidad de algunos mensajes, que provocaron efectos contrarios a los deseados.

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