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Surge en Francia el fenómeno de una "nueva derecha"

La llamada «nueva derecha» francesa ya está en la calle. Casi clandestina desde que nació, en 1968, empezó a emerger en los círculos intelectuales los últimos meses y, desde hace pocas semanas, se ha convertido en uno de los acontecimientos político-ideológicos más considerables de años a esta parte. Los periódicos, partidos políticos y los intelectuales de todos los horizontes ya se han mezclado en el debate planteado por esta nueva escuela de pensamiento, que pretende, científicamente, «reconstituir a partir de la biología el sentido aristocrático de la vida y del hombre».

Los «nuevos filósofos», los «nuevos economistas», los «nuevos románticos», durante los últimos años, fueron acontecimientos más o menos efímeros y más o menos influyentes en la sociedad francesa. A la «nueva derecha», ignorada durante casi dos lustros, « parece que su «estreno» cara al público le reserva un futuro y una incidencia más amplios, a juzgar por el entusiasmo o el espanto que ha causado entre sus adeptos o adversarios.Motivada como reacción por las barricadas de mayo de 1968, esta neoderecha filosófica no ha dejado de trabajar y de extenderse a nivel de intelectuales y de hombres políticos, todos ellos incrustados en la mayoría giscardiana o chiraquista.

En toda Francia existen grupos y clubs derivados del Grupo de Investigaciones y de estudios por una Civilización Europea (GRECE). Su revista oficial, Nueva Escuela tira 13.000 ejemplares, y el 20% de esta cifra se vende en el extranjero, incluso en países del Este, según sus animadores. Su boletín, ideológico, Elementos, vende 7.000 ejemplares. Varios clubs, como el Relof (en el que intervino Manuel Fraga Iribame hace algunos meses) o el Club de los Cien, todos ellos integrados por élites intelectuales y políticas de la mayoría gubernamental, se consideran entidades «paralelas» de la neoderecha.

Los dos hombres más conocidos y fundadores de la nueva ideología son el filósofo Alain Benoist y el escritor Louis PauweIs. El primero, especializado además en derecho y en biología, es el auténtico cerebro. El señor Pauwels, autor de El retorno de los brujos, fundador de la desaparecida revista Planete, ha sido el trampolín publicitario de la «nueva derecha», desde que, el otoño último, se hizo cargo, en tanto que director de la revista Figaro Magazine, perteneciente al grupo Hersant (el monopolio de prensa más potente del país, favorecido por los dirigentes de la derecha gobernante). Este semanario, con su casi medio millón de tirada, se ha convertido en el campanario popular de la «nueva derecha». La estrategia de la neoderecha gala consiste, por ahora al menos, y según manifiestan sus apóstoles, «en apoderarnos del poder cultural, que juzgamos mucho más importante que el poder político».

Su fundamento filosófico no es banal, aunque el proyecto político que implica desemboca en lo que ya se llama una «biopolítica», consistente en actuar sobre los grupos humanos como si fueran entidades genéticas.

La «nueva derecha» se declara científica y todo su armazón ideológico está construido a partir de los, descubrimientos de los últimos cincuenta años en el dominio de las ciencias naturales y, sobre todo, de la biología. Hasta la fecha, dicen, la derecha ha fundado su estructura selectiva en la moral cristiana. El mundo es otro y, muy especialmente a partir de todos los estudios biológicos modernos, se puede llegar a una nueva jerarquización de la sociedad. Una frase de Louis Pauwels, sacada de la entrevista que, en tanto Jesuctisto de la nueva religión, le hacía ayer un diario parisiense, ilustra la esencia de la nueva filosofía: «Todos sabemos, hoy que, en el comportamiento de los seres, lo innato, es decir, lo que procede del cocktail genético que hemos heredado cada uno de nosotros, es más importante que lo que se ha adquirido, es decir, que el efecto del entorno y de la sociedad.» La izquierda y la prensa progresistas, y los católicos, se han lanzado contra los nuevos ideólogos de la derecha para desmontar sus mecanismos, «que fatalmente conducirían a un nuevo fascismo», pero nadie se burla.

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