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Las 24 Horas de Le Mans, una combinación de velocidad y resistencia

Ayer, a las dos de la tarde, en el circuito de La Sarthe, de Le Mans, dio comienzo la edición número 47 de la célebre carrera de las 24 Horas, que, junto con la de Indianápolis y el Rallye de Montecarlo, forma la trilogía de las pruebas automovilísticas de mayor renombre. Sin embargo, de unos años a esta parte, la carrera de resistencia francesa ha perdido muchísimo interés, al no existir los apasionantes duelos entre las diferentes marcas que, en la década de los sesenta, hicieron de esta carrera el centro de atención del mundo.

Poco a poco, el enorme desembolso económico que una prueba de estas características requiere fue retrayendo a los fabricantes que, en su día, la hicieron más célebre. Retirado Alfa Romeo tiempo atrás, seguido más tarde también por Ferrari, a finales de la pasada década y comienzos de ésta, los duelos entre Ford y Porsche sirvieron para mantener un interés bastante decaído. Pero también el coloso americano cedió en su empeño, no sin antes haber conseguido su objetivo de vencer en esta famosa carrera, y Porsche quedó prácticamente solo.Tuvo que llegar como relevo la firma francesa Matra, para volver a poner las cosas complicadas al impresionante poderío alemán de Porsche y, para júbilo del chauvinista público francés, lograr la victoria durante tres aríos consecutivos, 1972-73-74. Pero, saciada la sed de triunfos, la marca francesa, cuya dedicación fundamental no es la construcción de automóviles, sino de missiles, abandonó definitivamente su costosísima aventura deportiva. Nuevamente Porsche se quedaba solo.

Sin embargo, enseguida Renault vendría a tomar el relevo de Matra. Durante algún tiempo persiguió con ahínco una victoria que, para una firma como ésta, dedicada a la fabricación masiva de automóviles de turismo, sería de enorme rentabilidad publicitaria. El esfuerzo fue recompensado, por fin, con un meritorio triunfo en la última edición, circunstancia que aprovechó su director deportivo, Gerard Larrousse, para anunciar que ya no volverían a participar.

De esta forma, la presente edición se presentaba con la falta de interés de volver a encontrarse nuevamente los coches alemanes de Porsche sin una oposición digna. Esta razón movió a los dirigentes de la casa germana a anunciar que tampoco ellos tomarían parte en la carrera de forma oficial, sino que, en todo caso, cederían algunos de sus coches a algunos pilotos de categoría para que, a título más o menos privado, afrontasen ellos la durísima carrera. Sin embargo, quizá motivados a su vez por esta parcial retirada, el manager norteamericano John Wyer, que llevó al triunfo a los Ford en su época, convenció a la marca americana para que volviera de nuevo a tomar parte en la carrera. La presencia de los Mirage-Ford, decidida a última hora, dará algo de animación y devolverá un interés que parecía ya perdido, aunque sus posibilidades de éxito, al menos en teoría, son reducidas.

El circuito de Le Mans, lugar donde se celebra esta carrera, tiene una longitud de más de trece kilómetros. No se trata de una pista permanente, porque parte del trazado lo forma una carretera general. normalmente abierta al tráfico, que, durante los días de carrera, es cortada. Es precisamente en esa parte de su recorrido donde se encuentra la famosa recta de Le Hunaudieres, con más de seis kilómetros de longitud, en donde los vehículos alcanzar, velocidades superiores a los 360 kilómetros por hora. En esa zona, los potentes Porsche 936 -son prácticamente los mismos del pasado año afrontan su mayor peligro en la tendencia que tienen a despegar del suelo, a volar.

Al final de las veinticuatro horas ininterrumpidas de carrera, el vehículo vencedor habrá cubierto más de 5.000 kilómetros, con un promedio, después de tantas horas y tanto agotamiento fisico para los pilotos y los motores, de más de doscientos kilómetros por hora.

Por parte de los pilotos, en esta edición el más rápido en los entrenamientos oficiales ha sido el francés Bob Wolleck, un antiguo miembro del equipo nacional galo de esquí. Pese a tener que realizar los entrenamientos bajo la lluvia, con el suelo mojado, Wolleck consiguió superar la barrera de los 230 kilómetros por hora de promedio, al girar en tres minutos y medio justos.

Sin embargo, todas las miradas de los casi 200.000 espectadores que se espera que, como en cada año, se den cita en este circuito, estarán pilestas en el belga Jacky Ickx. El gran piloto belga, cuatro veces ganador de la carrera de resistencia más famosa del mundo, ostenta este récord de forma compartida con el francés Olivier Gendebien, quien logró sus triunfos, siempre sobre Ferrari, al final de la década de los cincuenta y principio de los sesenta.

Ford, en cabeza

A la hora de cerrar esta edición, y cuando se habían cumplido cinco horas y media desde el comienzo de la carrera, en la cabeza de la misma figuraba, sorprendentemente, el Ford pilotado por Derek Bell y David Hobs. Sin embargo, la pugna con los Porsche se mantenía. En el segundo lugar figuraba el de Bob Wolleck y Hurley Haywood.

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