Los que se van
Lo decía ayer mismo un realizador de televisión, un buen amigo:Me voy a Latinoamérica, me marcho. Tengo treinta y cinco años, dentro de cuatro cumpliré ya treinta y nueve; no puedo esperar más.
Retiembla. Retiembla TVE en estos. días aciagos. Retiembla de miedos, de ambiciones y de iras. De comadreos, desdichas intuidas, envidias y desesperanza. Prado del Rey siempre ha sido como una caricatura de nuestra sociedad; los vicios y corruptelas estatales son en ella más patentes, su caos es más ostentoso, y no hablemos ya del absurdo que allí impera, un absurdo de alambique, decantado, destilado, con solera. Por eso, por su condición de reflejo aumentado del país, y mientras éste se estremece a medio camino del escalofrío político y la calentura electoral, Prado del Rey se convulsiona en agitados retemblores, que es una minisociedad de carnes algo fofas y propensas al bamboleo cual gelatina de ambiciones escalafonarias.
Así es que los pasillos interminables de la casa zumban hoy más de lo usual con el bisbiseo de los rumores y el sonsonete de los halagos. Es digno de verse el espectáculo, es como una Semana Santa anticipada y con moqueta en piso noble: las procesiones se suceden y los nazarenos menudean, porque en estos días hay en Prado del Rey mucho encapuchado interior, es decir, mucho indeseable que en capucha sus ideas e intencio nes con el cauteloso afán de esperar a que se concreten los nuevos nombramientos, a que los de UCD pongan de una vez al Ysart y al Meliá o a, quienes sean en el pináculo de las mandadurías, para después, una vez sosegado el cotarro, traicionadas las fidelidades secretas de antaño y contraídas nuevas Fidelidades en la esquina del pasillo, con gran batir de puños contra el pecho; después, en fin, sacar de nuevo al sol su calva beatífica de burócrata irredento.
O sea, que media televisión está así, en plena compraventa de favores ucedistas. La otra media, no. La otra media observa el despacho, la moviola, el plató en donde ha trabajado durante años, con ojos enlagrimados y pesarosos, como quien se despide. La otra mitad se va o espera a que la echen. Desde las elecciones, el aire de Prado del Rey se ha hecho irrespirable, coagulado de rumores alarmantes. Que dicen que los que sois de izquierdas que vayáis preparando las maletas. Que dicen que va a haber caza de brujas. Que dicen que van a reducir la plantilla y que echarán a mil personas. Son rumores, por otra parte, endémicos; rumores viejos que se oyeron otras veces y que vuelven en abscesos de furiosa intermitencia. Y media televisión agarra el cepillo de dientes y la muda, por si acaso.
-Yo me voy. Estoy muy viejo para esperar, para perder más años.
Esta vez, sin embargo, la desazón y el desencanto pare cen ser mayores o diferentes. No hará falta que echen a un millar, no importará que cacen o no brujas rojas a gorrazos: basta con anunciar a Lauren Postigo para la próxima temporada, con presumir que la programación seguirá igual que siempre o peor, si es que ello es posible; con comprender que la televisión amenaza ser más mediocre que nunca, construida a imagen y semejanza de la medio cridad sublime de UCD. Basta con vislumbrar todo esto, en fin, para emprender la huida. Y se marchan.
Algo debe andar definitivamente mal cuando el desánimo impone nuevas migraciones como én los viejos tiempos, migraciones tardías de envejecidos realizadores, guionistas, actores, periodistas, a la búsqueda de una televisión más abierta, ¿quizá Latinoamérica? Son migraciones que huelen a franquismo y, sobre todo, a tedio. Postigo está en puertas, acechando. Qué cuatro años nos esperan.
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