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El Madrid sólo jugó bien unos minutos y acabó desarbolado

El Madrid volvió a ceder otro empate en su terreno, el cuarto en lo que va de temporada, y perdió así la oportunidad de recuperar el liderato tras la derrota matinal del Spórting de Gijón. El equipo blanco, que no pudo comenzar mejor el partido, con un gol a los siete minutos y varias ocasiones claras de gol, buen juego abierto, rápido y al primer toque, fue empeorando, sobre todo desde que encajó el gol rival, hasta terminar desarbolado una vez más. El Las Palmas, que pareció al principio desmoralizado ante el rival que le eliminó de la Copa, tuvo el acierto de llegar al empate poco antes de la media hora con el mínimo esfuerzo y pudo ganar claramente en la segunda parte. El empate fue un mal menor para el cuadro de Molowny, en un partido más de la serie mala, que ya es habitual en Madrid.La historia se repite. El justo empate logrado por el equipo canario en Chamartín confirmó la penuria futbolística generalizada. Por lo visto, nada cambia. No se puede jugar bien dos encuentros seguidos. Los primeros minutos dieron la sensación de que el Madrid podía ser otro, un «once» distinto en juego al que se ha visto en los últimos tiempos, pero fue sólo una ilusión. Ni siquiera ante el mismo rival que le permitió -parece ser, porque los vuelos no fueron propicios- clasificarse con claridad ipara los octavos de final de la Copa el pasado miércoles, pudo repetirlo. Con la: moral de haberlo eliminado y sabiendo que el Spórting de Gijón había perdido por la mañana en Vallecas, el equipo blanco tuvo cuatro ocasiones de gol claras antes de marcar el primer tanto. Nada más sacarse de centro un pase de Stielike lo cabeceó Del Bosque y Carnevali paró con apuros, a los dos minutos, otro gran servicio de Santillana a Guerini lo desperdició éste al tirar con poca fuerza; antes del gol, un cabezazo de Isidro, superado Carnevali, pudo ya serlo, y un centro de Juanito, idéntico al del tanto, pasó por delante de la portería sin rematador esta vez.

Los fallos defensivos canarios se unieron en los primeros momentos al fácil despliegue madridista. Isidro, que suplía al sancionado San José en el marcaje de Brindisi, encontraba siempre un pasillo enorme por la derecha para internarse, pues el argentino, menos hábil y técnico el domingo que en otras ocasiones -¿qué hubiese pasado en caso contrario?- mostraba la misma decadencia física de sus últimos tiempos y no bajaba a perseguirle. Por si fuera poco, Stielike y Wolff podían en el centro de campo a Félix y Jorge, y Del Bosque «superpodía» a Noly. El «cerebro» blanco, aparte de frenar a su rival en su lado izquierdo, robando balones en labor no habitual en él, se iba al ataque por ese pasillo derecho, cambiando de lado, para dar más aplomo con sus centros que los desordenados ataques de Isidro. A este jugador, según todas las trazas, le está correspondiendo asumir papeles clave domingo tras domingo, pero demasiado comprometidos y quizá prematuros para sus posibilidades. Sólo gracias a su derroche físico lo puede sobrellevar, pero no los cumple, claro. Molowny, porque le saca, y el club, tanto como él, porque no han encontrado nuevos jugadores de suficiente calidad que sirvan, son los principales culpables. Esto, y que juegue bien, sí se le puede exigir a un Madrid, con su presupuesto. como se le puede exigir a un Barcelona, Valencia o Atlético de Madrid. A «segundas divisiones», sólo en su medida.

La historia que siguió a esos comienzos prometedores fue la habitual de un Madrid sin ideas y confiado además ya en su «golito». Ocurrió como con el globo que sé deshincha poco a poco. El Las Palmas, siempre con su juego pausado, se asentó en defensa y como de tanto pasillo y tanto centro no surgió nada útil -sólo un excesivo malabarismo de cabeza a cargo de Juanito, Santillana, Stielike y Guerini, que rozó el poste izquierdo, y un gran tiro del alemán, que paró bien Carnevali, en los minutos 28 y 32, respectivamente- a nadie pudo extrañar el empate. Brindisi no había marcado por entretenerse antes del cuarto de hora y Morete ya había avisado en el minuto veintisiete. Después, y hasta el descanso, ya imperó en el Madrid el desconcierto de tener que volver a empezar. Incluso Brindisi, por exceso de tecnicismo, perdió otra ocasión.

Lo que siguió fue cada vez más lamentable. De los acosos iniciales del Madrid sólo destacó ya un tiro demasiado cruzado de Juanito. Ahí terminó todo. La imprecisión Pases, el juego estéril por el fue en aumento y el Madrid acabó desarbolado ante los contragolpes canarios. Gerardo, Félix y Brindisi, perdieron por «demasiado fácil» hasta tres goles, cantados. García Remón, mal en el gol, fue entonces el salvador. La entrada de Aguilar no sirvió de nada, como casi ya es habitual, pues Gerardo le marcó bien, como antes a Guerini, que bajó al centro del campo y acabó siendo sustituido por otro inútil Vitoria. La doble lesión de Morete y Benito perjudicó bastante más al Las Palmas, porque en los momentos finales el argentino podía haber dado la puntilla a un Madrid que es un espejismo con los titulares y una sombra total con los suplentes. La incógnita es si resistirá en condiciones tan precarias todavía más en la cabeza de la Liga. Sólo le favorece, desde luego, el bajo nivel general.

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