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Pigmalión

Los programas dramáticos de TVE. versiones televisadas de teatro y novelas -elegidas por lo general con los mismos criterios ideológicos y, culturales de los años sesenta- se habían ganado merecidamente las antipatías de la crítica. y. en muchas ocasiones, de la audiencia.Veteranos pedestales de la casa, con status permanente de colaboradores. se caracterizan por el teatro televisado. estilo análogo al francés film d'art de la primera década del siglo con la cámara plantada ante el escenario. Un estilo pedante, al pie de la letra o del diálogo. que ignora setenta años de cine y treinta de televisión. Así, lo mismo da que se trate de Paso, Lope de Vega, Casona o Shakespeare, estos realizadores desconocen que el teatro y la televisión son dos medios y lenguajes absolutamente distintos. La planificación está al servicio del diálogo y se cambía de plano sólo cuando interviene otro actor. Las cámaras persiguen al actor e imitan sus movimientos por el plató: si don Mendo se movía a la derecha, la cámara de televisión también. Si La idiotd se sentaba, la cámara bajaba la lente. Y si por casualidad alguien hubiese estornudado allá por El orgullo de Albacete. también allí estaba el realizador pronto a ingeniar con la cámara la reproducción mimética del estornudo. Lo dicho, una realización pedestre, adocenada, rutinaria Y vaga (en el sentido laboral) y una programación que ignora el teatro actual, los numerosos grupos independientes y que ha logrado ahuyentar la audiencia.

La cuestión es de talentos, de ideas y de saber cine y televisión a la espera de que jubilen a estos incunables exponentes del monopolio creativo. La adaptación y realización de José Antonio Páramo de la obra Pigmalión, de George Bernard Shaw. ha sido todo un ejemplo de espectáculo televisual, con traducción directa del inglés por José Méndez Herrera y el feliz debut de los argentinos Marilina Ross y Luis Politti y en una acertada sustitución del slang y cockney Iondinenses por el lunfardo porteño Aunque la comparación con el My fair lady que había dirigido Cukor esté fuera de lugar, Páramo ha hecho una muy buena versión pese a los seis días de cinco horas de grabación. al mismo tiempo que realizaba Sur, de Julien Green, y pese a no tener equipo fijo de colaboradores técnicos y otros muchos inconvenientes de Prado del Rey. Un estilo totalmente opuesto al de sus vetustos colegas. Un intento válido de crear para la televisión y no de retransmitir teatro, con una planificación esmerada (casi un millar de planos en 107 minutos que contribuyeron a mantener el ritmo e interés del telespectador) que ha logrado alejar por un día la pesadilla de los dramáticos.

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