Giro a la derecha
Secretario general de Alianza Popular
Uno de los libros más interesantes publicados en Inglaterra en los últimos tiempos es Giro a la derecha (Right turn). Se trata de una colección de ensayos debidos a la pluma de ocho personalidades importantes de la vida británica, que en los últimos años han pasado de diversos sectores de la izquierda al Partido Conservador.
Reg Prentice procede del Partido Laborista: fue con los socialistas miembro del Parlamento y ministro de Educación; en 1977 pasó al conservatismo. Entiende que el laborismo británico está alejándose de la socialdemocracia y acercándose peligrosamente al marxismo; los moderados del partido están perdiendo la batalla y aceptando que los sindicatos no respeten la ley. De veintiocho puestos en el comité ejecutivo del Partido Laborista, los marxistas controlan ya diecisiete; la infiltración trotskista de varios sindicatos es ya muy fuerte. Ernest Bevin y Hugh GaitskeIl no hubieran tolerado el actual estado de cosas; si se quiere salvar la democracia parlamentaria, hay que irse al Partido Conservador.
Graham Hough es un universitario importante. Viene también del laborismo. Estima que éste tuvo un gran momento, la reforma social; y que hasta 1950, la mezcla de generosidad y de resentimiento que animaba a sus hombres estaba justificada por las injusticias y desigualdades de la sociedad inglesa. Pero, hechas la reforma fiscal, educativa y de los servicios sociales, carece de sentido el seguir agitando la lucha de clases. Wilson lo intentó, cuando planteó (en su primer Gobierno) la sustitución de las huelgas destructivas por la negociación, el arbitraje y el pacto social. Pero el intento de 1969 fracasó; y es curioso que fue Callaghan el que decidió en contra de las propuestas de los moderados, para encontrarse ahora, como primer ministro, con la terrible ola de huelgas que está arruinando a Inglaterra y a su propia gestión.
Max Beloff es uno de los nombres más conocidos de Oxford, donde ha enseñado ciencia política durante muchos años. Ha pertenecido de modo destacado al Partido Liberal, pero ha decidido también que la evolución de su partido hacia la izquierda, y su coalición con el socialismo, le obliga a ser conservador. Inglaterra necesita, a su juicio (sobre todo en política exterior), un sentido de seriedad y de decisión, ausente hoy. Fue de los primeros en defender que Inglaterra no tenía alternativa a su ingreso en Europa; y considera un grave error la política de reservas y de resistencia a la plena integración, que mantienen los laboristas.
A juicio de Beloff, los socialistas siguen obstinados en el aislamiento Inglés, y cree incluso que, en caso de triunfo de su ala izquierda, acabarían por retirarse, no sólo de Europa, sino de la Alianza Atlántica; lo que sería un desastre para las islas y para toda Europa.
Lord Chalfont, uno de los mejores expertos europeos en cuestiones de defensa, procede de la carrera militar y fue ministro en el primer Gobierno Wilson; también ha pasado al Partido Conservador. A su juicio, los Gobiernos socialistas han dejado degradarse la seguridad exterior de Gran Bretaña, en términos alarmantes, dejando al país con muy escasas posibilidades de defensa. Negociador muchos meses con los rusos, ha descrito su experiencia en un clásico chiste diplomático. Según él, es como jugar con una máquina tragaperras: uno hace su apuesta y a veces obtiene lo que quiere; en caso contrario, se puede sacudir la máquina, o incluso golpearla, pero es inútil hablar con ella.
La amenaza soviética es real, y sólo cabe organizar frente a ella la defensa colectiva. Pero en la medida en que sectores crecientes del laborismo dejan la socialdemocracia para pasarse al marxismo, el enemigo está dentro. El Partido Comunista inglés ha fracasado, pero su objetivo se está logrando por los izquierdistas del laborismo.
Kingsley Amis es también universitario, y experto en educación. No ha sido muy activo en política, salvo a través del periodismo. Participó en el ideal socialista de la igualdad a través de la escuela única. El descenso de los niveles, en uno de los mejores sistemas educativos del mundo, le ha impresionado, y hoy piensa que el sistema educativo está fundado en promover lo mejor de cada hombre, y no la igualdad por la igualdad. Y estima que una de las cosas que primero fueron dejadas atrás en la Rusia soviética fue el sistema escolar inicial, no selectivo; en este, como en otros puntos, renunciando por la eficacia a la utopía socialista.
El profesor Amis recuerda que en su juventud todos los intelectuales eran de izquierdas; que la situación empezó a cambiar después de los sucesos de Hungría, en 1956, y definitivamente tras los de 1968, en Checoslovaquia. Hoy, en Oxford, nadie toma a Marx más en serio que al racismo de Rosemberg. Porque todo el mundo ha comprendido que no basta con hablar en contra del estalinismo: «Un partido político que diga que mantiene un elemento marxista en su pensamiento no es aceptable; si se rechaza a Stalin, y con él a Trotski y a Mao, y, sobre todo, el socialismo, el socialismo real y pleno, el manejo por el Estado de toda la vida le sofoca a uno, y el socialismo no es otra cosa que coacción. »
Edward Pearce, gran periodista, dejó también el laborismo; estima que no podía hacer otra cosa, porque el partido ya no es el que era; que es cada vez menos humano y menos inglés. Los tiempos en que Hugh Gaitskell decía: «Realmente, yo no sé odiar» quedan lejos. Se está infiltrando un concepto de lucha de clases que rompe la comunidad británica. Se está perdiendo el respeto a la ley y a las instituciones. La moderación está siendo reemplazada por el extremismo y la pasión.
Paul Johnson es un importante escritor, y colabora en todos los medios de comunicación social. Estima que el socialismo británico, al aceptar, contra su mejor tradición, métodos ilegales o incluso violentos, está planteando una crisis nacional. Aneurin Bevan entendía que la esencia de la civilización era una «tolerancia imaginativa», y respetaba el personalismo humanista. En cambio, ahora los sindicatos y el partido siguen la tesis de Hugh Scanlon: «La libertad consiste en conformarse con la opinión de la mayoría.» El Parlamento se está reduciendo a una Cámara de registro de las decisiones tomadas por el Gobierno y los sindicatos; y éstos utilizan la fuerza si no se les escucha. La ética de los fundadores cede ante el oportunismo.
Cierra el libro un trabajo de Hugh Thomas, el más conocido en España de estos autores, por sus libros clásicos sobre nuestra guerra y sobre Cuba, y sus frecuentes apariciones en la prensa española. Destacado escritor y universitario, ha dejado también a los socialistas para hacerse conservador. Su excelente capítulo se llama Carta a un socialdemócrata.
En ella explica brillantemente su evolución. Un partido, empieza por aclarar, no es como la familia, o la patria; es una máquina política, que si deja de servir a sus ideales se puede cambiar. El laborismo británico se ha ido a la izquierda ideológica, al crecimiento excesivo del Estado y la burocracia, se ha desentendido del ideal europeo. Peor que todo, abusa de la palabra «irreversible», ignorando que en la vida social todo progreso es un experimento. Y ninguna generación tiene derecho a imponer formas «irreversibles» a la siguiente, en el caso de que las cosas resulten mal.
El socialismo ha roto, además, el principio mismo del Estado de derecho (Aule ot law), permitiendo que los sindicatos puedan vivir fuera de la ley, lo que no se consiente en ningún otro sector de la sociedad británica. Sin darse cuenta, los ingleses se encuentran cada vez más dentro de un inesperado Estado corporativo de hecho, y no en un régimen parlamentario. El sector público está destruyendo lo poco que queda del sector privado, y de una economía mixta se va pasando, cada vez más rápidamente, a una del estilo de la Europa oriental.
Y, lo peor de todo, se transige con todos los abusos de los Estados totalitarios del Este, mientras se denuncian cualesquiera excesos de los países no comunistas. En resumen, Hugh Thomas se va a un partido de principios, de sentimientos nacionales, y de seriedad.
Es muy difícil resumir un libro como este, típicamente inglés, nacido en el Reform Club. He conocido a casi todos sus autores, y muy de cerca a Chalfont y a Thomas. Son todos gente seria, importante, creadora, patriótica, idealista. El conjunto es impresionante.
Porque una derecha moderna sólo podrá hacerse desde el reconocimiento de las razones de la izquierda, pero sin concesiones a sus errores y abusos. Es, precisamente, lo que no han entendido ciertos politiquillos oportunistas, que han hecho exactamente lo contrario: ceder en lo que la izquierda nunca tuvo razón, despreocupándose de la verdadera justicia social.
Pero volvamos al fondo del libro. El socialismo nació, en su parte más válida, de un deseo de llevar el liberalismo y la democracia a sus últimas consecuencias. Así fue el socialismo británico hasta hace poco tiempo; y así lo es una gran parte de la socialdemocracia europea. El marxismo es otra cosa: Marx rechazó la herencia liberal y el humanismo cristiano; de él vienen los planteamientos nacionalizadores, el capitalismo del Estado, la burocratización de la sociedad y, en último término, los campos de concentración.
El «giro a la derecha» de los intelectuales británicos no es igual al de los «nuevos filósofos» franceses, ni al de los modernos conservadores norteamericanos, pero todos tienen una raíz común: la vuelta a la persona, el deseo de limitar la burocratización, la profunda adscripción a una patria, un sentido de hermandad superior al enfrentamiento, una ética que trasciende a todo materialismo.
Una vez más renacen cosas que algunos creyeron muertas. Santiago Carrillo dijo en el debate constitucional que la religión era una cosa rancia que ya no interesaba a los jóvenes. Lo que huele hoy a rancio, e incluso a descompuesto, es el marxismo.
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