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El deporte entra en colisión con el teatro

Roca Junyent no quiere ser ministro de Deportes. Roca Junyent dice que más museos de teatro y menos correr en «samarreta». Roca Junyent es todo lo contrario que Pepe Solís, que quería para sus hijos menos latín y más deporte. Pepe Solís no es el responsable de que los españoles ya no sepan latín y tampoco parece probable que el portavoz de la Minoría Catalana vaya a conseguir con restarle dineros al deporte que haya más Nurias Espert y menos Gabrieles Llopart, pero si ahora que empezamos a saber en qué se gasta su presupuesto el Consejo de Deportes se lo recortamos, acabaremos por justificar a aquellos que lo vertían en elegir procuradores en Cortes.

En el Consejo de Deportes hay resistencia a creer en la bondades de la caja única del Estado. Benito Castejón no quiere soltar los ingresos que proporcionan las quinielas porque no se fía de los padres de la patria. Según Castejón, el deporte corre peligro de quedarse sin un duro en cuanto tenga que discutirse el reparto. Parece que incluso un destacado parlamentario del PSOE le confesó que él también tendría sus dudas.El señor Roca Junyent quiere perras para el museo del Teatro de Barcelona y desea que justamente el presupuesto que necesita salga de los fondos del deporte. Digo yo que una cosa será discutir si el Consejo tiene demasiadas perras o si las debe emplear mejor y otra darle tirones a su bolso antes de que salga a la calle. El señor Roca reclama dinero en función de que para el teatro Español, de Madrid, ha habido un presupuesto extraordinario. Si ese dinero que se va a invertir en el teatro nacional ha salido de las arcas del 1X2, es justo que desde Barcelona se pida, no igualdad de trato, porque no es la misma cantidad la que se solicita, pero sí semejante criterio. Pero que se sepa, Benito Castejón no ha puesto un duro para que se reponga el Tenorio. Antes de que sea discutida la ley del deporte y se decida qué participación van a tener los entes autonómicos, ya hay dentelladas para repartirse lo único mollar del Consejo.

Recientemente ha habido un grupo de presidentes de federación nacional que ha mendigado más perras. Algunos de estos presidentes han hecho demagogia con su actitud, porque en ningún momento se han parado a meditar en las necesidades reales de sus federaciones. El dinero para el deporte ha de ser el justo. Sobre todo para que no se gaste en pólvora, en salvas, como ha sucedido en innumerables oportunidades.

El deporte español debe dirigirse en el futuro de una manera fundamental hacia el campo educativo. El deporte espectáculo, el deporte profesional, deberá encauzarse de modo diferente. Cualquier esfuerzo de promoción que no esté sustentado por una base infantil carece de sentido. Los deportistas españoles, incluidos los que triunfan a nivel Internacional, padecen siempre del mismo mal: no han sido formados física y técnicamente en los años en los que es posible aprender sin gran esfuerzo.

Las grandes concentraciones de instalaciones deportivas son la fórmula adecuada para la rentabilización de las inversiones. El deporte popular a nivel de barriadas es el único futuro de las grandes ciudades. Es ahí donde deben concentrarse los esfuerzos. Las federaciones no deberán preocuparse tanto de elevar sus presupuestos porque estarán dedicados a sus necesidades estrictas y los planes de promoción no estarán en sus manos. Y, desde luego, no existirá manga ancha para esos tradicionales grandes dispendios encaminados a conseguir puestos de más o menos relumbrón en federaciones internacionales.

El dinero del deporte, como cualquier otro, debe ser sagrado para quienes han de presupuestarlo y para quienes han de manejarlo.

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