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La mitad de la temporada 1978 la hicieron los modestos

Pedro Moya Niño de la Capea, con ochenta actuaciones, es el matador que más corridas ha toreado en España durante 1978, seguido de José María Dols Manzanares, con 78. Son dos de los siete únicos espadas de todo el escalafón que rebasaron durante la temporada el medio centenar de contratos, cifra ésta que se considera mínima para hacer dinero en el ejercicio de la arriesgada profesión. Los otros cinco componentes del reducido grupo de privilegiados son Dámaso González (65 actuaciones), Francisco Rivera Paquirri (61), Angel Teruel (57), Francisco Ruiz Miguel (51) y José Luis Galloso (50). Sin embargo, hay que destacar que la mitad justa de la temporada se montó sobre la gran mayoría de los diestros en activo, a quienes se califica de modestos.

Son 145 los matadores de alternativa que han toreado al menos una corrida (rebasan los doscientos los que se consideran en activo, aunque muchos de ellos no hayan conseguido vestirse de luces ni una vez), de los cuales el grupo de cabeza supone un 4,28% del total. Le sigue otro de once diestros que sumaron entre 30 y 49 actuaciones, y de éstos podría decirse que han hecho una temporada discretamente rentable. Salvamos aquí (y en grupos sucesivos) alguna que otra figura que voluntariamente restringió actuaciones -casos de El Viti, Curro Romero, Rafael de Paula-, si bien mantuvo muy alto el nivel de sus honorarios. El referido segundo grupo de toreros hace el 7,58% del total de 145. De doce que alcanzaron a intervenir entre veinte y veintinueve corridas cabe suponer que se han defendido mal que bien, aunque sin desahogos para pasar el invierno.El resto, nada menos que un 81,28%, o cambió el dinero o ni siquiera alcanzó para vivir durante la propia temporada, y en este caso están los más. De ellos, 97 no consiguieron ni siquiera actuar diez tardes, y 63 no pasaron de cuatro actuaciones.

La desproporción es tan considerable que por sí sola se califica. Pero como la lógica empresarial es demoledora en su simplismo -«torean más los que más interesan, es natural»-, de nuevo es conveniente precisar, aunque se haya hecho tantas veces que ya parece tópico: la legión de modestos se ve forzada a contratar sin condiciones, por poco dinero, para medirse con ganado de poder y edad y escasas o nulas garantías de calidad, y, además, como apenas torea, no consigue nunca placearse, es decir, coger el oficio necesario que le permita competir con probabilidades de éxito.

Pero no se trata de toreros olvidados. Antes bien, son utilizados, y sobre ellos gravita la mitad, casi matemáticamente justa, de la temporada. Los datos son muy elocuentes: los 145 matadores antes aludidos sumaron en 1978 la cifra global de 1.678 actuaciones, de las cuales el 26,20% fueron para el grupo de cabeza, formado por siete toreros, y el 49,5% para cuantos alcanzaron menos de treinta actuaciones. Los que torearon de una a diecinueve tardes hacen el 32,7%.

Estas cifras revelan que si bien los empresarios no valoran individualmente a los modestos, les interesa, en cambio, como grupo, para cubrir nada menos que la mitad de la temporada. Tienen aquí, en definitiva, a unos profesionales perfectamente adiestrados en su oficio, que pasaron las necesarias etapas de aprendizaje, a su completa disposición, y por añadidura, por salarios a la baja, como consecuencia de la oferta desmedida, con la mayor parte de la lotería cubren de barato una amplísima parcela de su negocio.

El peligro para el estamento empresarial sería que estos llamados modestos se unieran en reclamación de mayores oportunidades y mejores emolumentos, y presionaran con el plante, pues la temporada, y con ella el negocio de organización de festejos mayores, sufrirla un colapso serio. Pero siempre tendría el remedio (aunque fuera complicado) de dar paso a la gran masa de novilleros, que rebasa el medio millar, la cual soporta problemas de parecido signo a los de sus colegas modestos del escalafón superior, como son las muy escasas posibilidades de torear en su propia categoría (de formarse, por tanto) y llegar a la alternativa con ciertas posibilidades de futuro.

Los toreros, como estamento, y la fiesta, en conjunto, se verían muy beneficiados si se produjera una reestructuración mediante la cual hubiera claras, concretas y estables oportunidades de ascenso y relevo en los escalafones de matadores de alternativa y novilleros. Mas son ellos mismos quienes tienen que afrontar la solución de sus propios problemas.

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