Discriminación de minusválidos

Sobre la carta que G. C. Calleja escribe, el 20 de junio, tengo que añadir: Efectivamente, estamos en un país al que llamamos católico y nos rasgamos las vestiduras ante una posible aprobación de una ley de aborto.

Yo, ante todo, soy católica y no apruebo el aborto, pero ¿cuál es la postura de la Iglesia y sus integrantes cuando por no abortar ya ha nacido ese minusválido? Y voy a exponer hechos reales y recientes.

1. En dos colegios de Madrid, religiosos, claro está, no se ha admitido a un minusválido porque, según palabras de los directores, podría traumatizar a los niños normales y los padres de éstos pondrían «pegas» por haberle admitido.

2. A un grupo de minusválidos que pretende ir a unos campamentos de verano, acompañados de monitores válidos, se les ha dicho en el ministerio correspondiente que primero habría que consultar con los padres de los otros grupos que iban, a ver si accedían (la minusvalidez no se contagia), y estos padres, seguramente muchos de ellos católicos, han dicho que no, que sus hijos iban a pasar un buen verano y no a ver penas.

¡Señores! Mientras nuestro catolicismo no sea de verdad, el que nos enseñó Jesucristo, no nos debíamos ni atrever a meternos con la conciencia de los demás, cuando la nuestra para unas cosas está muy viva y para otras apesta de puro cadáver.