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Reportaje:

Los boxeadores corren riesgos innecesarios

El gran enemigo del boxeador es la conmoción cerebral, que se produce siempre que un golpe es lo bastante fuerte para hacer golpear al cerebro con las paredes interiores del cráneo. Cuando esto ocurre, produce un atontamiento momentáneo y en muchos casos da paso a una hemorragia cerebral interior, que suele cicatrizar en un período corto de tiempo. Pero las consecuencias de la conmoción no se detienen, por desgracia, en la pérdida de un combate antes del límite, sino que producen la muerte de unas cuantas células cerebrales.Contrariamente a otros tejidos del cuerpo, la masa cerebral no se regenera. Eso hace que un boxeador que ha sufrido numerosas conmociones a lo largo de su carrera se convierta en un hombre que ha perdido una considerable porción de células cerebrales, un hombre con varias cicatrices en su cerebro. Poco a poco pierde algunas de sus facultades mentales y se convierte en lo que popularmente se conoce por un «sonado». En ocasiones, un golpe puede ser lo bastante fuerte como para que la hemorragia no se detenga a tiempo. En este caso, el boxeador morirá, fatalmente, tras varias horas o días de inconsciencia.

El boxeo, pues, debe tratar de defender de la conmoción a sus practicante, y de hecho ha tendido a ello en su reglamentación. Hace años se combatía sin límite de asaltos, se combatía simplemente hasta que uno de los dos fuera al suelo «por más de la cuenta». Desde hace tiempo, las peleas de boxeo tienen limitado su número de asaltos, y existe el veredicto de victoria a los puntos, que no hace necesaria la calda por más de diez segundos de uno de los contendientes. Existe también la facultad del árbitro de detener un combate cuando ve a uno,de los dos boxeadores en peligro, groggy, sin capacidad de.defensa y a merced del rival. En este mismo caso, el manager puede -debe- arrojar la toalla desde el rincón en señal de abandono de su pupilo.

Por desgracia, los árbitros suelen mostrarse muy remisos a detener un combate por temor al público que, -y éste es otro tema- acude en buena proporción al olor morboso de la sangre y obtiene la mayor satisfacción cuando asiste a un desenlace por K. 0. El manager tampoco suele tomar la iniciativa.

Además de todo ello existe el problema de los guantes de crin, concebidos para proteger la mano que da el golpe y el rostro que lo recibe, pero no el cerebro. El guante hace que el impacto del golpe produzca una mayor reveberación en el interior del cráneo, y facilita la conmocion.

La continua lucha de los boxeadores por dar el peso más bajo posible es otro de los factores que hacen más peligroso este deporte. En casi todos los casos, el boxeador que sube a un ring no es un deportista en plenitud de facultades, sino un hombre interiormente debilitado y con un organismo al que se le han restado posibilidades de reacción ante trances difíciles. No existe control médico tampoco sobre este tema.

Por último, existe el problema de que la encefalopatía -la enfermedad que afecta al boxeadorque ha sufrido varias conm.ociones- no es fácil de detectar por los actuales medios de la medicina hasta que se encuentra muy avanzada. Eso hace que sea difícil forzar a la retirada a hombres en los que por el simple trato se aprecia una disminución de las facultades mentales. Estos hombres, sin otro oficio que el boxeo,

,terminan de apurar su salud mental sobre los rings en busca de unas últimas pesetas. El caso es demasiado frecuente. Quizá Tony Ortiz pueda convertirse en, ejemplo. Es posible que este púgil no vuelva a boxear a tenor de los resultados de los exámenes médicos que se le han realizado en la clínica Covesa.

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