Crítica:

Ay, Chile...

Vicente Romero, periodista del diario Pueblo, acaba de publicar un libro de combate. Un libro de combate, como su propio nombre indica, es un texto que toma partido, que se compromete en una determinada lucha y que no oculta este compromiso. Romero, en la larga y trágica batalla de Chile se ha situado en un bando -el de los derrotado por el general Pinochet- y de esta situación ha salido la obra que comento.Viví con Romero los días trágicos que siguieron al golpe militar en Santiago de Chile, de modo que su obra podría ser también -y sólo en cierta medida- mi testimonio. Por tanto, mal ...

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Vicente Romero, periodista del diario Pueblo, acaba de publicar un libro de combate. Un libro de combate, como su propio nombre indica, es un texto que toma partido, que se compromete en una determinada lucha y que no oculta este compromiso. Romero, en la larga y trágica batalla de Chile se ha situado en un bando -el de los derrotado por el general Pinochet- y de esta situación ha salido la obra que comento.Viví con Romero los días trágicos que siguieron al golpe militar en Santiago de Chile, de modo que su obra podría ser también -y sólo en cierta medida- mi testimonio. Por tanto, mal podría dedicarme ahora a sacarle punta a las cuatro o cinco opiniones con las que no estoy de acuerdo. Aquélla era, si mal no recuerdo, la primera vez que el periodista pisaba la tierra austral de Chile. Para mí era el séptimo viaje -y, hasta ahora, el último- tras casi cuatro años de apasionada vivencia del proceso. Romero tropezó con una realidad que conocía de referencias. Y había seguido la vida, pasión y muerte de la Unidad Popular sobre el terreno.

«Chile, terror y miseria»

Romero, Vicente. Editorial Sedmay. Madrid 1977.215 páginas.

Cuando Romero regresó a Chile, el régimen de Pinochet se aprestaba a celebrar su segundo aniversario. El peridista habló con los «topos» de la oposición clandestina y con las gentes de la calle, pulsó la opinión de los poderosos y de los «rotos» (marginados) y, al fin, cuando se aprestaba a escuchar un florido discurso del dictador, lo detuvo junto con su esposa la terrible DINA, Policía Política de la Dictadura. Tras varios días de encierro e interrogatorios Romero fue expulsado de Chile. Antes pudo experimentar a su cuenta lo que son los campos de concentración para prisioneros políticos y las sutilezas de la policía de Pinochet. Su diario de cautividad se incluye en el libro que comento, lo mismo que ciertos análisis sobre la realidad de la Dictadura. Al final se publican estadísticas de cómo el nivel de vida bajó y la inflación subió en el país, y la lista de los agentes de la CIA, quel según el autor prepararon la caída de la Unidad Popular.

Los chilenos se suelen quejar de que, tanto durante la experiencia socialista de Allende como en los años posteriores, cientos de perio distas extranjeros han llegado a aquel país (generalmente sin conocer el idioma), han permanecido un par de semanas en la capital y después han escrito muchos artículos y hasta libros sobre lo que vieron mal y entendieron peor. Los chilenos -de izquierdas o de derechas- tienen toda la razón en de nunciar semejante abuso. No hay razón alguna ya para omitir que de los varios miles de libros, folletos, crónicas o recopilaciones escritos sobre Chile, Allende, Pinochet y toda la panda, al menos el 98 %, son deleznables, triunfalistas, dogmáticos, cuando no decididamente imaginarios, fantasiosos o simplemente erróneos. Es probable que, como sucedió con la gue rra civil española (otra tragedia que conmovió al mundo y cuyas cicatrices todavía se localizan en la piel delicada dela inteligencia occidental) la «batalla de Chile» no pueda ser juzgada ni entendida «hasta que pasen veinte años » y las pasiones refluyan.

Claro que todas estas observaciones nada tienen que ver con el libro de Vicente Romero, que desde el principio confiesa su compromiso y no pretende dar lecciones ni hacer análisis profundísimos, sino, simplemente, testimoniar en el largo contencioso chileno. Como dicen los amigos de Por Favor, quien avisa no es traidor.

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