_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El boxeador y el árbitro de fútbol, personajes insustituibles

El año nos ha brindado varios sucesos deportivos verdaderamente notables. Por ejemplo, el de que los boxeadores mexicanos hayan amenazado a sus promotores con el paro y los árbitros belgas de fútbol a los hinchas con la dimisión. Unos han pedido más dinero, y los otros, más seguridad.Nos encontramos así con que los profesionales de la agresión se niegan a atacar, y los vapuleados jueces de negro se oponen a ser agredidos. ¿Nos hallamos ante la rebelión de los esclavos? Con su existencia, los boxeadores habían reforzado el argumento de los psicólogos según el cual llevamos dentro un demonio llamado agresividad. El cambio de golpes de los boxeadores podía ser una escenificación del cambio de palabras que solemos aceptar diariamente por cualquier motivo. Descendíamos del cavernícola. estaba claro.

Pero, ¿y el problema de los arbitros? Hasta ahora era el blanco perfecto de todos los agresores a distancia que quisieran probar los dos métodos más sencillos que se conocen: insultar y arrojar una botella de naranjada sintética. Y, naturalmente, también apoyaban la teoría de que no procedíamos del mono, sino del cafre.

Si se marcharan púgiles y árbitros de fútbol, el deporte perdería a dos de los tipos humanos más insólitos que existen: los que se golpean por dinero (mejor que «insólitos» debería decirse «comunes» y los que se dejan golpear gratuitamente. Aquellos pedían en México un aumento de sueldo, éstos solicitaban en Bélgica una disminución del castigo. Al cabo del tiempo. unos han negado el derecho a que alguien pueda enriquecerse con el dolor del vecino, y los otros han pedido que se suprima la costumbre de que un córner mal señalado valga, discrecionalmente, un insulto o un botellazo.

Sería aleccionador que nos preguntáramos qué ocurriría si hicieran huelga los hombres del deporte que representan la violencia reglamentaria, y los que tienen que silbar a satisfacción de 50.000 personas cada domingo para salir indemnes.

¿Son insustituibles? Habría una manera de salir de dudas: hacer una encuesta entre los doscientos millones largos de hinchas de todo el mundo. Preguntarles, respectivamente: «A que personajes de la política querría usted ver vapulearse sobre un ring», y «a qué personaje haría pasear por el césped de los estadios Santiago Bernabéu, San Siro de Milán o Wembley, con el graderío repleto y una vez que los hinchas hubieran consumido sus refrescos de naranjada sintética».

Sabríamos, por fin, quiénes podrían sustituir a los boxeadores y los árbitros en el corazón de la hinchada.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_