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Reportaje:

La reimplantación del mercado de Bolsa a plazo es necesaria

Al llegar a un cierto estadio de crecimiento, y dejando aparte la problemática coyuntural, la Bolsa española tiene que plantearse en serio dos o tres puntos cruciales para poder seguir desarrollándose y cumplir con eficacia el papel que le corresponde en el sistema financiero de una economía de mercado, como le reconocen incluso autores marxistas (v. gr.: Hilferding).

Estos dos o tres temas capitales son el mercado a plazo, la información y publicidad, y la concentración creciente.El mercado a plazo, que puede definirse como «el de aquellas operaciones en que las obligaciones recíprocas de los contratantes no quedan satisfechas en el día del contrato, sino al vencimiento de un plazo convenido», ha existido en España desde la fundación de la Bolsa de Madrid, la primera española, en 1831, si bien con alternancias que se correspondieron en cierto modo al predominio político de la filosofía liberal o reaccionaria.

Sin embargo, al terminar la guerra civil el ministro de Hacienda, Larraz, dictó, aunque sería más exacto decir que escribió personalmente a máquina, una disposición por la que se prohibía de forma expresa. De entonces a acá y aunque el Decreto-ley de 30 de abril de 1964 y luego, el Reglamento General de las Bolsas, de 1967, regulaban esa modalidad de contratación, ha faltado la pertinente autorización ministerial para aplicarla legalmente, si bien existía en la práctica.

Las razones a favor del mercado a plazo, son sencillas, dejando aparte analogías (existen mercados de futuros, de materias primas, divisas, etcétera). Se podrían sintetizar, en los siguientes puntos:

1) La especulación que introduce puede ampliar las fluctuaciones a corto plazo de los precios, pero en general y salvo circunstancias excepcionales, tiene efectos estabilizadores y reduce la amplitud de esas oscilaciones.

2) Legaliza una práctica existente, soslayando la especulación de contado, más peligrosa, porque sólo la pueden hacer los poderosos.

3) Ciertas modalidades del plazo, como las dobles, potenciarían un mercado de dinero prácticamente inexistente para el gran público.

4) Amplía el número de operadores y la base de contratación, y por tanto, la eficiencia del mercado, al darle fluidez.

5) Facilita la operatoria liquidativa, al descongestionar la de contado.

6) Obliga a eliminar fuerzas ajenas al mercado (hablando claro, la intervención regular del Banco de España).

En contra, hay sólo el argumento de los fines especulativos, que ya hemos contestado en el primer punto. Argumento en el que insisten los seguidores de Keynes, sin olvidar que en este campo ha sido totalmente sobrepasado con rigor y profundidad por otros autores modernos (Baumol, Markovitch.... incluso el último Nobel de Economía. Friedman), que han demostrado empíricamente que la Bolsa es un mercado eficiente y sus precios permiten realizar una asignación eficaz de los escasos recursos de inversión, con ventaja sobre cualquier otro sistema..

Habida cuenta que este tipo de mercado se aplicaría a valores seleccionados -cotización calificada- con los debidos requisitos de plazo -hasta sesenta días- y cobertura -treinta por ciento- que sería voluntario u optativo, para el mediador y para el público, que se puede perfeccionar las variantes (parece muy interesante el «buying on margin» -margen de mercado- norteamericano, aunque Amatriaín no lo considera un plazo típico), etcétera, ahora que ha desaparecido la dictadura que odiaba el juego y la especulación, sin reconocer que existían en la realidad, parece conveniente que pronto el Ministerio de Hacienda, cuyo subsecretario reconoció en, la clausura del seminario la obsolescencia de algunas Instituciones financieras, reimplante el mercado a plazo. sin el cual la Bolsa es coja al faltarle una de las dos patas que, por definición, tiene como mercado o, como dice expresivamente José Antonio Aguirre en su reciente libro sobre el mercado de valores, «hacer una casa sin tejado».

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