Juan Carlos Arranz, alumno de la Escuela Taurina
No dice que se va a comer el mundo, ni que pondrá las plazas boca abajo, ni que va a pegarle cien pases al toro que valga, ni ninguna de tantas frases estereotipadas que circulan por el mundillo taurino (el de ahora, que antes era otra cosa) y más entre los que empiezan. Habla de torear, sencillamente. Toda una novedad, aunque parezca mentira, en un aspirante a torero, ya con el paso iniciado hacia el muy reducido mundo de los elegidos, porque entre cuarenta es uno de los pocos que supo hacerle el toreo de aplomo y clase a unas becerras y ha tenido la oportunidad de vestirse de luces en la parte seria de festejos cómico-taurinos-musicales.Juan Carlos Arranz quiere que le consideren torrero de arte y no tremendista. «Mi toreo es de cabeza.» Y sabe -al menos en teoría lo sabe- qué es cargar la suerte:
-Se lo explicaría mejor ante un toro, pero pienso que cargar la suerte es, después de adelantar la muleta, ir adelantando la pierna mientras el toro se arranca y va metiéndose en el engaño...
Tiene por paradigmas de este difícil arte a Ordóñez y a Camino. ¿Los analizó bien? Eran los toreros preferidos de Arranz, el padre, piloto de aviación, hoy ganadero (no de bravo) en cuya finca de Pastrana construyó una placita, donde Juan Carlos se probó por primera vez con becerros. Luego Bienvenido Luján, que le apoyó mucho, le puso en carteles sin fuste, pero con drama para que probara sus miedos. De la prueba salió con la votación robustecida.
Ahora está en la Escuela Nacional de Tauromaquia, a donde acude todas las tardes, mientras por las mañanas va al colegio. Estudia quinto de bachillerato. Tiene dieciséis años.
-Seguiré estudiando, desde luego, porque en el toreo sólo se abre camino un 1 %. Aunque mi ilusión, por encima de todo, es ser torero. No por dinero, ni siquiera por el éxito, sino por realizarme. Algunos de mis amigos piensan que estoy loco por haberme iniciado en esta profesión. Pero poco me importa. A nadie importa lo que yo haga más que a mí. Quiero que me entienda: la satisfacción de cuajar el natural y ligarlo con el pecho es algo que nadie puede comprender si no lo ejecuta, si no está allí, a solas con el toro.
Quedamos de acuerdo en qué el éxito lo da la faena de muleta, pero muchas veces -diría que las más de las veces- la medida de un torero se advierte con el capote.
-Sí, y de verdad que comprendiendo que el capote es la modalidad más difícil del toreo, es por otra parte la que -más me gusta. Es interesante la escuela taurina entre tantas otras cosas porque nos van a enseñar el repertorio de lances y remates, invitarán a especialistas (seguramente matadores ya retirados) para que nos den a conocer la técnica en cada caso.
Mas el toreo -es una teoría de Juan Carlos Arranz- no se aprende de otros, sino que es una lección en sí mismo, según se ejecuta. Quizá resulte complicado delimitar la frontera entre técnica y estilo.
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