Durán y Velazquez, o la decadencia del profesionalismo
Han caído Velázquez y Durán y se extingue con ellos una promoción de boxeadores. El resurgimiento del ex campeón mundial de los superligeros o el de los superwelters serían pura coincidencia o, peor aún, simple cálculo mercantil de los promotores. A los más ilustres veteranos de nuestro boxeo sólo les queda por hacer una peligrosa inversión: explotar sus nombres.
Uno y otro recibirán propuestas de com6ate, algún marchante en dramas les recordará que subirse al podio, hoy, es cuestión de ganar solamente a dos o tres rivales. Durán y Velázquez pensarán seriamente en aceptar las ofertas, porque a ellos, como a todo peleador que ya no quiere pelea, sólo puede convencérseles con la promesa de una campaña sosegada, que equivale a una semioferta de paz.Si aceptan seguir, se equivocarán. Para dar las versiones de sí mismos que dieron en otras épocas, tendrían que disponer de una furia que no les queda y argumentar en hambre que han vencido. No podrían soñar con una popularidad que ya tienen, con un dinero ,que va está en sus cuentas corrientes con una posición que ya ocupan. En esas condiciones nadie es capaz de imponerse que la propia ira esté reglamentada. Cada vez que hayan de encajar un golpe y seguir peleando se dirán que están haciendo la guerra después de haberla ganado. Y la situación les parecerá absurda.
Miguel Velázquez y José Durán deben irse ya, y Urtain y.Tony Ortiz deben esperar, corno mucho, un cuarto de hora, lo que tarden en cobrar la próxima bolsa importante.
Se extingue una promoción; las historias,de Durán y Velázquez son un dato más sobre la agonía del boxeo profesional.
Datos sobre una decadencia
Durán y Velázquez, campeones en el último minuto, no son dos sucesos aislados; son dos casos sígnificativos, posibles solamente en la actualidad. Los campeonatos que acaban de perder han seguido líneas idénticas en su desarrollo. Sus momentos estelares han sido las carreras de dos boxeadores italianos, Nino Benvenutti y Bruno Arcari, respectivamente. Si pretendemos analizar un dato, basta con que meditemos lo que fue la de éste.
Arcari se apoyaba en una poderosa naturaleza, en unos rudimentarios conocimientos sobre el modo de aplicar y eludir los golpes. Además peleaba en zurdo, lo que equivale a ser un enemigo peligroso por definición. Su filosofía era el puñetazo; su estilo se reducía a un instante y a un movimiento. Sus cualidades estaban tan ajustadas a su carácter que consiguió retener el título varios años. Salvo con Locche, que fue de su tiempo, se enfrentó dos o tres veces con los primeros clasificados en el ranking mundial.
Cuando perdió facultades y sus .golpes eran menos fulminantes, sus combates, disputados casi todos en Italia, resultarían más equilibrados. Arcari, que siempre había tenido una piel misteriosamente frágil, comenzó a sangrar por las cejas,en el primer asalto de todos ellos. Los árbitros le ayudaron a prolongar su hegemonía cuando era simplemente un boxeador más, pero ninguno de sus adversarios igualaba al Arcari de los primeros tiempos.
Un día se fue y abandonó el título. Entonces el Consejo Mundial designó dos aspirantes: uno era el japonés Furuyama, un ftgther fuerte Y mediocre; el otro, un jovencito cuya credencial consistía en una victoria por k.o. sobre Tony Ortiz. De esta manera, Perico Fernández llegó, antes de la mayoría de edad, a un título mundial que nunca pudieron disputar Fred Galiana y Luis Folledo, y que costó cien combates a Pedro Carrasco y quince años de profesión a Miguel Velázquez. Antes, el campeón era el mejor entre cincuenta; ahora, es el mejor o simplemente el ,que más suerte tiene entre ocho o nueve. Perico, después, regalaría su título a Muangsurin, que para entonces sólo llevaba dos peleas como profesional (ahora no lleva muchas más). Después, este hombre lo perdería ante un Velázquez casi caduco para recuperarlo inmediatamente.
La escasez de boxeadores de primera fila es tal que Perico puede disputar el mundial a Muangsurin en breve plazo. Ayer habría sido un verdadero problema para el Consejo elegir un aspirante. Hoy, los hombres con méritos para aspirar al título caben en un ascensor.
. En cuanto a la historia del título que perdió hace poco Durán, no es muy distinta. Benvenutú lo perdió de forma discutida ante un rudo coreano: Kim-Soo-Kim. Desde entonces, el título se quedaría eñ el Extremo Oriente y pasaría entre varias manos desconocidas. L,os mentores de Wajima, un ignorante con años y muchos golpes encima,recurrieron a Durán para recomponer una velada que no interesaba suspender y en la que estaba programado el WaJima-Castellini por el título (el argentino Mizo Forfait). Durán,- que ya había hecho dos amagos de retirada, aguantó la desordenada ofensiva del japonés y le puso k.o. hacia el final del combate. Después lo perdió en Madrid ante Castellini en pelea en la que no se pudo vislumbrar categoría de campeón en ninguno de los contendientes.
La historia de los campeonatos mundiales, de la que va quedando un reguero de nombres y fechas, es cada día una batalla más localizada. Está confinada en el subdesarrollo de unas sociedades y en el exotismo de otras.
A un tiempo agoniza una generación de campeones y sigue muriéndose el boxeo profesional.
La beligerancia de los púgiles no es una cuestión de principios, sino una necesidad. Nadie pelea por amor al noble arte, por eso el futuro del boxeo profesional es cada vez más imperfecto.
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