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El Madrid aprovechó sus oportunidades

En un partido extraño, en el goles llegaron, para ambos equipos, fuera de sus momentos de mejor juego, el Madrid se anotó una espectacular goleada en La Romareda. El Madrid no jugó especialmente bien, pero sí supo, a la contra, sacar provecho de los defectos de marcaje del Zaragoza.El Madrid llegó a Zaragoza con precauciones. A cerrarse y a contraatacar de vez en vez, en busca del golito, y, pese a tan cortas miras, se encontró con cuatro. Si fue así, la. razón hay que buscarla en la facilidad con que el Zaragoza se descubre y, hay que decirlo, en la suerte- que tuvo. El Zaragoza es un equipo con calidad para construir acciones de ataque en casa, porque tiene tres centrocampistas hábiles, inteligentes y con disparo, pero no contiene en la media porque esos tren hombres se descuidan bastante a la. hora de replegarse. Eso fue lo que produjo situaciones de desámparo en su defensa, y lo que dio lugar a las ocasiones de gol madridistas.

Comenzó presionando el Zaragoza, como era lógico. Camacho se colocó como perseguidor de Arrúa por la media, mientras que Rubiñán se situaba de lateral izquierdo. Sol marcaba a Jordao, Uría a Porta y Pirri quedaba de líbero. En la media, junto con la pareja Camacho-Arrúa, quedaban Velázquez, Breitner, García Castany y Planelles. El juego del Zaragoza se perfiló en seguida como bastante peligroso y el partido -parecía encaminado a ser una casi continua presión sobre el área blanca. Los madridistas comenzaron por emplearse con dureza, y Rubial tuvo que retirarse cojeando pronto, por un tremendo entradón de Rubiñán, que acarrearía sobre sí las iras del público. Aquello, en fin, no tenía un aspecto distinto de otros partidos: el equipo de fuera cerrado, con la media ayudando a la defensa, y el de casa jugando hacia adelante, con confianza y cierta calidad. Nada podía, en principio, hacer suponer que el partido terminaría en goteada madridista.

Sin embargo, el Zaragoza cayó en el pecado de no replegarse cuando era preciso. Sus centrocampistas, como queda dicho más arriba, no están acostumbrados a eso, y los contraataques del Madrid pillaron muy descubierta a la defensa maña. Así, en el minuto 36 el Madrid tenía un cero-tres, gracias a dos goles de Velázquez, que había llegado hasta el área acompañando contraataques y que pudo rematar dos balones sueltos en plena libertad, y a uno de Jensen en colaboración con Violeta. Dos veces había chutado el Madrid a puerta para conseguir tres goles. Suerte, pero suerte bien aprovechada. Y habilidad por parte de Velázquez y Breitner para sacar partido de ese defecto de marcaje de la media aragonesa. Es un pecado en el que con frecuencia caen ellos, y que han pagado caro muchas veces. De ahí que en La Romareda supieran descubrirlo en el rival y aprovecharlo.

Fue en los primeros minutos de la segunda mitad cuando el Madrid pudo haber redondeado su goleada. Con el Zaragoza descompuesto, sin fe y sin orden, el Madrid cuajó unos minutos de fútbol bello y de calidad, y llegó bastante a puerta. Las más claras ocasiones se produjeron entonces y se fueron al limbo, las más de ellas por culpa de Roberto. Mediada esta segunda mitad, el Zaragoza se encontró, de casualidad, con su primer gol, marcado por García Castany tras un rebote, y pareció. animarse. Presionó mucho, aunque sin orden, y entonces pudo descubrirse una gran fatiga en el Madrid, que ya antes del primer gol aragonés había tenido que relevar a su mejor hombre, Velázquez, por molestias musculares. Jordao marcó el segundo gol a ocho minutos del final, y el empate pareció acercarse. La posibilidad de una remontada heróica hizo crecerse a los aragoneses, y el Madrid, muy justo de fuerzas, cedía. Pero en un contraataque lento y aislado, lanzado más que nada con la intención de salvar algún minuto de agobio, Uría soltó un buen tiro que se coló gracias a la mala colocación de Irazusta. El triunfo se consumaba así, al aumentarse la ventaja y cortar la reacción aragonesa. Como ocurrió con los tres marcados en el primer tiempo, el Madrid se encontró con este gol casi sin buscarlo, porque ya queda dicho que desde el principio, su mayor interés al salir hacia adelante era el de alejar el balón de su marco. Pero si es cierto que la suerte le favoreció, también lo es que tuvo tino para convertir en gol estas ocasiones tan casuales, aunque fallase otras más fáciles en su fase de mayor dominio. Recobrada la ventaja de dos goles a cuatro minutos del final, el partido estaba decididamente ganado. El Zaragoza, tras rozar con las puntas de los dedos el empate, no tenía más remedio que conformarse con su desgracia. Y el Madrid, práctico, oportuno y favorecido por la suerte, sumaba así dos positivos que le permiten situarse bien en la clasificación y mirar el porvenir con menos inquietud.

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