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La Lidia

Protestas injustificadas

El público de Madrid tiene merecida fama de ser el más entendido del mundo y es por tanto un público exigente, pero justo. Sin embargo a lo largo de estas corridas veraniegas, la ecuanimidad de la afición madrileña ha decrecido un tanto. Se han protestado toros pequeños, pero, que tenían la edad reglamentaria y más, así como el peso y, por supuesto, el trapío. Protestar por toros chicos como algunos de los Villagodios lidiados el 18 de julio, o más recientemente el cuarto de la corrida del domingo pasado, es convertir la justa exigencia en negativa intransigencia. La bien ganada fama de la afición de Madrid, se puede venir abajo por la inconsciencia de algunos; los verdaderos aficionados deben hacer sentir su autoridad en la materia e impedir que se generalicen protestas injustificadas como las producidas por la presencia de un toro, que si bien era terciado, también poseía una gran seriedad; ni más ni menos que la seriedad del toro con cinco años. Tampoco es digna de una plaza como Las Ventas, el pataleo infantil para que devolvieran un toro que no estaba cojo. Es menester que los buenos y sensatos aficionados de Madrid no se dejen arrastrar por un, público de paso compuesto de foráneos y locales, que tratan de convertir a la primera plaza del mundo en un gallinero. En general en lo que va de verano se han lidiado corridas muy serias y duras, y hemos presenciado actuaciones muy interesantes de toreros injustamente postergados de las grandes ferias. Sería una pena que se dijese que la afición de Madrid sólo pide el toro grande ande o no ande. Y más grave aún que se exija más a los modestos que a las figuras.

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