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Un hospital de lujo en Qatar para pájaros con superpoderes

Los cataríes, en minoría en su propio país, practican la cetrería como seña de identidad. El precio de un halcón puede llegar a superar los 160.000 euros

Tras el efecto de la anestesia, dos trabajadores del Hospital de halcones de Al Khor, en Qatar, introducen una pequeña cámara por el pico del halcon enfermo para poder inspeccionar su aparato digestivo.Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: NATALIA JUNQUERA
Natalia Junquera

Por el hospital para halcones de Qatar, que tiene dos sedes, una en Doha, la capital, y otra en Al Khor, a 44 kilómetros, pasan cada año más de 20.000 ejemplares —del emirato y de países vecinos—. El precio de una de estas aves, que los cataríes utilizan para cazar, va de los 100 euros a más de 160.000 y pueden vivir entre cinco y 30 años. Cuando enferman, se rompen un hueso o una pluma al cazar, los cataríes se los llevan al doctor Ikdam Majed Al Karhhi, que habla con pasión de sus pacientes. “Me encantan todas las aves, pero creo que los halcones tienen superpoderes”, explica en el laboratorio del centro, de cuatro plantas y 43 unidades diferentes de tratamiento. “Tienen unos ojos enormes, con cuatro lentes: dos panorámicas y dos para hacer zum. Con la misma claridad que nosotros vemos nuestros pies, ellos ven un conejo a 10 kilómetros de distancia. En proporción, su corazón es cuatro veces más grande que el nuestro, y es el animal más rápido del mundo: recorre hasta 320 kilómetros por hora”.

No hay dos iguales, sus plumas son como las huellas dactilares de los humanos, únicas, y tienen distintas posiciones, para frenar y maniobrar, como los flaps de los aviones. Un rasguño en una de ellas puede afectar a su eficacia en la caza, por eso la parte más importante del hospital es un enorme casillero lleno de plumas, el DNI de los pacientes. Pero lo más fascinante de estas aves, explica Ikdam, es su comportamiento. Cada día que salen a cazar con su dueño tienen la oportunidad de huir, pero nunca lo hacen. ¿Por qué renuncian a la libertad pudiendo escapar? “Porque establecen vínculos muy fuertes con sus dueños y sus dueños con ellos. Comen y entrenan juntos. Si van en coche, el halcón se coloca en el sitio del copiloto, reconoce su voz y ante él está tranquilo, pero si otro intenta tocarlo puede ponerse agresivo. Cuando sales de caza con él, es como si fueras a ver a tu hijo jugar un partido de fútbol: quieres que gane. Y él se esfuerza para que estés orgulloso llevándote la mejor pieza”.

Lo que más tratan en el hospital son fracturas y daños en las plumas. Dos veces al año, los halcones necesitan, además, una concienzuda pedicura. El centro de Doha, que coordina la sonriente Noor Abou Qamar, está en el mercado, rodeado de tiendas que los venden y antes de confirmar la compra, los clientes suelen llevárselos a Ikdam para una especie de ITV. Preguntado por la lista de espera cuando un halcón necesita alguna operación quirúrgica, el doctor se extraña. Al explicarle que en España los humanos suelen tener que esperar para las intervenciones menos urgentes, responde: “Aquí nos traen el pájaro, comprobamos lo que le pasa, hacemos el diagnóstico y en la mayoría de los casos se interviene en una hora como máximo”. La noche de ingreso hospitalario cuesta unos cuatro euros, incluyendo la medicación y la alimentación.

Aunque la mayoría se usan para la caza, también hay halcones que, “si son muy bonitos”, explica Ikdam, se utilizan de exposición, para concursos como los de los perros de raza. En un país donde solo el 15% de sus habitantes son autóctonos, la cetrería es una sus escasas señas de identidad. Fueron los beduinos los que introdujeron la práctica en el país, como un modo de contribuir a la alimentación de los nómadas del desierto. En el hospital de Al Khor, está ingresado un halcón español, Leo. Misnad Al Mohanadi explica que en España también hay muchas granjas de halcones y que tienen muy buena fama. “Pero no le dio tiempo a aprender español”, bromea. El día del primer partido del Mundial, que enfrentó a Qatar contra Ecuador, Misnad fue al desierto con uno de sus halcones, hizo volar la bandera de los dos países con sendos drones, y dejó que su pájaro favorito cazara en vuelo una de ellas. El animal, que se ve que conoce bien a su dueño, le trajo la del rival. En el césped del estadio de Al Bayt, sin embargo, ganó Ecuador. Buscando, por cierto, el centro de Al Khor, esta periodista y el fotógrafo Jaime Villanueva se perdieron y entraron, sin querer, en una residencia privada. Tras darle un susto de muerte, el dueño pidió permiso para hacer una fotografía a los despistados, ofreció dátiles y café y, desilusionado porque los fortuitos visitantes tenían prisa, les pidió que le avisaran si necesitaban cualquier cosa.

Entrada al Hospital de halcones en Al Khor, Qatar, que trabaja mano a mano con el de Souk Wakif, en Doha. Para los árabes, la cetrería era un modo de vida en el que todos los hogares, independientemente de su estatus social o tribal, disfrutaban de la presencia de halcones a su alrededor. En algunos casos, el halcón se consideraba parte de la familia.
Entrada al Hospital de halcones en Al Khor, Qatar, que trabaja mano a mano con el de Souk Wakif, en Doha. Para los árabes, la cetrería era un modo de vida en el que todos los hogares, independientemente de su estatus social o tribal, disfrutaban de la presencia de halcones a su alrededor. En algunos casos, el halcón se consideraba parte de la familia. Jaime Villanueva

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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