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Qatar 2022: la campaña de imagen más cara de la historia

El emirato ultima las obras en las que miles de trabajadores han estado expuestos durante años a temperaturas inhumanas y confía en que el Mundial de fútbol atraiga turistas en el futuro

Imágenes de futbolistas en los rascacielos de Doha a poco más de un mes del inicio del Mundial de Qatar.
Imágenes de futbolistas en los rascacielos de Doha a poco más de un mes del inicio del Mundial de Qatar.NOUSHAD THEKKAYIL (EFE)
Natalia Junquera

Los altísimos rascacielos, de atrevidas formas —un triángulo, un tornado, una serpiente huyendo...— y llamativas luces en movimiento, recuerdan, salvo por la permanente lluvia de la película, a Blade Runner. Parece que en cualquier momento va a pasar entre ellos un coche volador. En Doha ha desaparecido el color de la naturaleza, el verde. E incluso ahora, el calor húmedo resulta asfixiante. En Qatar, repiten sus vecinos, solo hay dos estaciones: el verano, que dura ocho meses, y el infierno, cuando pueden llegar a los 50 grados. Se ven grúas a todas las horas del reloj y se escucha un ruido constante de máquinas solo interrumpido por la llamada a la oración.

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Este pequeño país del tamaño de la región de Murcia y 2,7 millones de habitantes (más del 70%, hombres) lleva casi 12 años de obras, especialmente en la capital, una ciudad-Estado donde vive más del 80% de la población de Qatar, que no catarí, porque solo un 15% de los residentes del país son autóctonos. Las autoridades, es decir, la familia de la monarquía absoluta de los Al Thani, han invertido cifras mareantes en espectaculares infraestructuras en medio del desierto para acoger a partir del próximo domingo el primer mundial de fútbol que se celebra en un país árabe y a finales de año —imposible perseguir un balón en mitad del infierno—.

Los taxistas están desconcertados: hay edificios, calles enteras que “hace poco no estaban aquí”. El entorno cambia cada día, como un bebé. Los obreros han tenido que trabajar como androides, a temperaturas inhumanas durante muchos veranos. Un número difícil de cuantificar de ellos han muerto levantando este gigantesco decorado y los supervivientes ni sueñan con asistir al espectáculo que tendrá lugar en su interior: para la mayoría de ellos conseguir una entrada también es ciencia ficción.

Panorámica de los rascacielos de Doha, la capital de Qatar, de noche, el 30 de octubre.
Panorámica de los rascacielos de Doha, la capital de Qatar, de noche, el 30 de octubre. GABRIEL BOUYS (AFP)

Quedan siete días y se han vendido casi tres millones de entradas para los 64 partidos. Los países de mayor demanda son, después del anfitrión, y por este orden: Estados Unidos, Arabia Saudí, Inglaterra, México, Emiratos Árabes Unidos, Argentina, Francia, Brasil y Alemania. El tiempo transcurrido y nuevas polémicas han difuminado la controvertida votación de diciembre de 2010, cuando Qatar se hizo con la sede del Mundial de 2022 imponiéndose a las candidaturas de Estados Unidos, Australia, Corea del Sur y Japón. El fiscal Michael García, encargado de la FIFA para investigar esa adjudicación y la de Rusia para el torneo de 2018, dimitió, frustrado porque aunque el comité ético de la organización apreció “comportamientos dudosos”, no los consideró determinantes. La fiscalía francesa investiga al entonces jefe del Estado, Nicolas Sarkozy, que nueve días antes de la votación se reunió en El Elíseo con el entonces presidente de la FIFA (Joseph Blatter), el de la UEFA (Michel Platini) y el primer ministro catarí, el jeque Tamim bin Hamad al Thani, actual emir del país. En una entrevista en Le Monde hace un año, Blatter aseguró que dar la sede al emirato en lugar de a Estados Unidos había sido “un gran error”, aunque endosó a otros la culpa. “Sin la intervención de última hora de Sarkozy sobre Platini”, dijo, “Qatar no habría tenido nunca el Mundial”. Tras aquel encuentro en El Elíseo, un fondo soberano del emirato rescató al PSG.

El expresidente de la FIFA sí defiende todavía que Rusia albergara la competición en 2018. Hace unas semanas, el emir se reunió con Vladímir Putin en Astaná (Kazajistán) con motivo de la Cumbre de la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en Asia y en plena guerra en Ucrania. El mandatario ruso se mostró convencido de que el Mundial de Qatar “será un éxito”.

Vladímir Putin y el emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, reunidos el 13 de octubre en Astaná (Kazajistán).
Vladímir Putin y el emir de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, reunidos el 13 de octubre en Astaná (Kazajistán). Vyacheslav Prokofyev (AP)

El país árabe, donde rige la sharía (ley islámica), no solo ha cambiado por fuera desde 2010. Ha modificado su polémica legislación laboral y ha abierto la mano con el consumo de alcohol durante el Mundial: se permitirá, explican los organizadores, “desde horas antes y después de los partidos en las inmediaciones de los estadios, en las zonas para fans y en los festivales paralelos” que acogerán, según sus cálculos, a 40.000 aficionados cada día. Y habrá unas áreas específicas para que a los ebrios “se les pase la borrachera” sin que se hagan daño o se lo hagan a otros, según el comité organizador.

Rusia 2018, el Mundial más caro hasta entonces, gastó unos 14.000 millones de euros en prepararse para la cita. El ministro de finanzas catarí Ali Sharef Emadi —detenido en mayo acusado de malversación— estimó en 2017 que invertirían hasta 200.000 millones, aunque el comité gestor insiste hoy en que muchas de las nuevas infraestructuras, como el metro o la ampliación del aeropuerto, ya estaban proyectadas; el Mundial simplemente “aceleró su construcción”. Los siete espectaculares nuevos estadios y la remodelación de otro ya existente han costado más de 6.600 millones de euros.

El torneo es una carísima campaña de relaciones públicas. Amnistía Internacional (AI) lo llama “blanqueamiento deportivo”. Qatar sabe que el mundo entero estará mirando y el objetivo no es solo demostrar que pueden acoger grandes eventos de masas —el primero de este volumen de la era poscovid—, sino “abrir mentes”, en palabras de la mujer que el llamado Comité Supremo para la Organización y el Legado, el organismo encargado de preparar al país para el acontecimiento, ha elegido para responder a las preguntas de EL PAÍS.

La jequesa Sheikha Moza y su hijo, Mohammed bin Hamad al Thani, celebran en Zúrich en 2010 la victoria de la candidatura de Qatar para acoger el Mundial.
La jequesa Sheikha Moza y su hijo, Mohammed bin Hamad al Thani, celebran en Zúrich en 2010 la victoria de la candidatura de Qatar para acoger el Mundial. AFP

La entrevista con Fatma al Nuaimi, directora ejecutiva de comunicación de ese Comité Supremo, tiene lugar en la torre Al Bidda, un impresionante rascacielos de 215 metros de altura al borde del mar. El interior, presidido por dos grandes retratos del emir y de su padre —sus fotografías están por todas partes: desde el Ritz hasta el puesto más humilde del zoco— parece una nave espacial. Todo es blanco, reluciente y lujoso. “Estuve en los Mundiales de Rusia y Brasil”, explica, “y me di cuenta de que es mucho más que ver a equipos competir. En un acontecimiento así tienes la oportunidad de aprender sobre otra cultura, hacer amigos… y esos son los recuerdos que te llevas. Creo que no solo Qatar, sino toda la región, ha sido malentendida por culpa de los estereotipos. Un evento como este puede ayudar a reducir la brecha entre Occidente y Oriente y a que esos prejuicios desaparezcan. Ese sería el mejor legado del Mundial”. El fútbol, añade, “es una buena vía para atraer turistas en el futuro. Un mundial lo sigue muchísima gente en todo el mundo”. El emirato ha identificado el turismo entre los cinco sectores prioritarios para diversificar su economía y su objetivo es recibir más de seis millones de visitantes al año en 2030.

Una compañera soltera se quedó embarazada. Tuvo que viajar a Georgia, casarse y volver para que no la denunciaran
Daniel Dueñas, profesor

Uno de los empleados de Al Nuaimi, Abdullah Ibhais, jordano, está en prisión. Fue condenado a cinco años de cárcel, rebajados a tres en diciembre de 2021, acusado de malversar fondos y preparar “una acción que dañe al Estado”. Human Rights Watch (HRW) asegura que la única prueba en su contra fue una confesión que, según Ibhais, fue obtenida “bajo amenazas” y que el origen de todo el proceso es que criticó ante el Comité Supremo la forma en que habían gestionado una huelga de trabajadores de las obras del Mundial por impago de sus salarios en 2019. Preguntada por el asunto, Al Nuaimi responde, escueta: “Recibimos la queja de una empresa por una mala conducta, abrimos una investigación, las autoridades manejaron la situación y el caso siguió su curso. Eso es todo”.

Trabajadores en el estadio de Lusail en diciembre de 2019.
Trabajadores en el estadio de Lusail en diciembre de 2019.Matthew Ashton - AMA (Getty Images)

Las denuncias de AI y HRW sobre el trato a los trabajadores de las infraestructuras del Mundial son la gran sombra en esa campaña de imagen de Qatar de la mano de la FIFA. El Comité Supremo afirma que más de 30.000 personas han trabajado 425,3 millones de horas en 25 localizaciones para tener todo listo en 2022. El diario británico The Guardian asegura que, desde que el país ganó en 2010 la sede del Mundial, han muerto 6.500 trabajadores inmigrantes. Al Nuaimi sostiene que esa cifra “no es real” y habla de “tres desgraciadas muertes trabajando” y otras 37 “no relacionadas con el trabajo” en la construcción de los estadios. Amnistía Internacional, que ha sido especialmente combativa con lo que llama “el Mundial de la vergüenza”, explica que “es muy difícil calcular el número real porque las muertes no se investigan lo suficiente y muchas veces se limitan a decir que fueron por un fallo cardíaco o respiratorio. Todos morimos finalmente por algo así, qué ha llevado a ese fallo es la gran cuestión”, explica Carlos de las Heras, responsable de Deportes y Derechos Humanos en AI.

La directora ejecutiva de Comunicación del Comité Supremo para la Organización y el Legado, Fatma al Nuaimi, el 17 de octubre en Doha.
La directora ejecutiva de Comunicación del Comité Supremo para la Organización y el Legado, Fatma al Nuaimi, el 17 de octubre en Doha.Anadolu Agency (Anadolu Agency via Getty Images)

Al Nuaimi destaca que el país “ha mejorado mucho en los últimos años” para favorecer a sus trabajadores y que ese proceso “sigue en marcha y va a ser uno de los legados más importantes que deje el Mundial”. Cita la modificación de la kafala, un sistema extendido en el mundo árabe por el que los empleados (fundamentalmente del sudeste asiático y de África) dependen de una especie de padrino local que en la práctica podía retener su pasaporte, impidiéndoles cambiar de trabajo o salir del país si lo deseaban, o no pagarles lo acordado. Se ha establecido un salario mínimo (304 euros al mes en el país con una de las mayores rentas per cápita del mundo), una jornada laboral máxima de 10 horas y la prohibición de trabajar en exteriores de diez de la mañana a tres y media de la tarde entre el 1 de junio y el 15 de septiembre, cuando las temperaturas pueden alcanzar los 50 grados. “Hacemos inspecciones y cualquier empresa que trabaje con nosotros tiene que respetar nuestras normas”, insiste la portavoz del comité organizador.

De las Heras celebra esas reformas, pero afirma que “algunos empresarios todavía no las aplican correctamente”, y recuerda otros problemas: “La libertad de expresión se enfrenta a varias restricciones, sobre todo tras la aprobación, en 2020, de una imprecisa ley según la cual emitir o publicar información ‘tendenciosa’ puede castigarse con hasta cinco años de cárcel. Qatar es más abierto que Arabia Saudí, pero mantiene un sistema de tutela por el que las mujeres necesitan autorización de un varón para casarse o acceder a algunos trabajos; las relaciones homosexuales están castigadas con cárcel y existe la pena de muerte”. En mayo de 2020 se ejecutó la última, según los datos de la organización: un nepalí condenado por asesinato. La anterior había sido 20 años antes.

El fútbol es solo el 30% del Mundial de Qatar. El resto es la oportunidad de mostrar al mundo que somos más abiertos de lo que piensan
Tarek Jamal al Bader

El futbolista australiano Josh Carvallo ha declarado que le aterra ir a Qatar porque es homosexual. Preguntada por si el jugador tiene motivos para estar asustado, Fatma al Nuaimi responde: “Siempre hemos dicho que todo el mundo es bienvenido y puede sentirse seguro en Qatar independientemente de cuál sea su religión, su ambiente o tradiciones”. No obstante, el presidente del Comité Supremo pidió que la comunidad LGTBi evite “las muestras de afecto en público”. El capítulo del Código Penal catarí sobre “adulterio y crímenes de honor” establece penas de hasta siete años de cárcel para los hombres que mantengan relaciones sexuales. El dedicado a la “instigación al libertinaje y la fornicación” hasta tres años de prisión para quien “lleve a un hombre a la sodomía”.

Retrato del futbolista Josh Carvallo, en octubre de 2021 en Adelaida (Australia).
Retrato del futbolista Josh Carvallo, en octubre de 2021 en Adelaida (Australia).Sarah Reed (Getty Images)

La selección australiana difundió un vídeo en redes sociales pidiendo a Qatar la despenalización de las relaciones homosexuales y mejoras para sus trabajadores inmigrantes. El Comité Supremo respondió en un comunicado que “ningún país es perfecto, y todos los países, anfitriones de grandes eventos o no, tienen sus desafíos”.

“Prohibido subir hombres a la habitación”

La recepcionista del hotel de Doha advierte a esta periodista al llegar que “está prohibido” llevar “acompañantes masculinos” a la habitación. El sexo fuera del matrimonio también es delito en Qatar. Daniel Dueñas, gaditano, de 34 años, y Jon González, natural de Vitoria, de 28, ambos profesores en un colegio internacional en Doha, recuerdan el caso de una compañera que se quedó embarazada sin estar casada. “El centro”, explica Jon, “le pidió que no saliera de casa para que no le pasara nada porque los hospitales estarían obligados a denunciarla a la policía y eso tiene consecuencias penales”. La chica, añade Daniel, tenía pareja estable. “Tuvieron que irse a Georgia, donde hay un matrimonio rápido, para evitar problemas. Se fueron, se casaron, volvieron y tuvieron a su bebé aquí”.

Un exdiplomático español, sobre el único lugar de Qatar que vende alcohol: “Tienes la sensación de estar comprando ‘crack”

González y Dueñas decidieron ir a trabajar a Doha hace tres años atraídos por las condiciones económicas. “Cuando me salió la oferta tuve que buscar Qatar en el mapa”, admite González. “Pero es que aquí el sueldo de un profesor de primaria está entre los 3.000 y los 6.000 euros y en España estaría ganando unos 1.500. Además, el colegio internacional en el que trabajo [solo unos cuatro niños por clase son cataríes] me paga el alojamiento y las facturas, no hay impuestos y el litro de gasolina cuesta 40 céntimos”. “Se vive muy bien en Doha”, insiste Dueñas. “Realmente, tenemos más libertad de lo que la gente piensa en Europa. Si ligas y te llevas a alguien a tu casa, nadie se entera. Te puede escuchar un vecino, pero no sabe si estás casado o no, no te va a denunciar. Aquí hay muchos jóvenes solteros e intentamos hacer nuestra vida. Qatar sigue la sharía, pero no se aplica de manera estricta. Y es un país muy seguro: las puertas de las casas y de los coches están siempre abiertas porque hay cámaras por todas partes y porque hasta el que cobra en la obra el salario mínimo no se la va a jugar porque esa cantidad sigue siendo mil veces más de lo que ganaría en su país y porque al tener alojamiento, a lo mejor, de esos 300 euros puede mandar 200 a su familia”.

Alcohol: solo para extranjeros y con un tope según la nómina

“El ocio nocturno”, admite González, “es muy diferente”. “Una cerveza te cuesta 12 euros en los hoteles [únicos sitios que las sirven y a extranjeros]”. Exceptuando el paréntesis del Mundial, en todo el país solo existe un lugar donde comprar alcohol y no cualquiera puede hacerlo. “Si te llamas, digamos, Mohamed, no puedes acceder a la tarjeta de socio. Tienes que llevar una carta de tu empresa diciendo que a ellos les da igual que tú bebas; y también tu nómina, porque solo te puedes gastar en bebidas un porcentaje de tu sueldo. Te lo dan en bolsas negras y tienes que ir directamente a casa porque si la policía te para, comprueba en el tique la hora de la compra para asegurarse de que no estás dando vueltas por la ciudad con alcohol en el maletero. También tienen cerdo, un jamón bastante malo”. El lugar está a las afueras de Doha y un exdiplomático español en la zona explica que era tan sórdido que cada vez que iba tenía “la sensación de estar comprando crack”. También recuerda que le sorprendió ver un día a un indio de apariencia pobre con un palé lleno de alcohol. No le salían las cuentas. “Hasta que comprendí que estaba comprando para su jefe, probablemente, un musulmán”.

Una mujer canta en un bar irlandés de Doha, el 20 de octubre.
Una mujer canta en un bar irlandés de Doha, el 20 de octubre.Nariman El-Mofty (AP)

La ingeniera civil madrileña Nerea Agúndez, de 40 años, está a punto de cumplir una década en Qatar. “Es un país muy acogedor y un entorno muy enriquecedor porque en una reunión de trabajo estás con personas de diferentes partes del mundo. Muchos hemos venido atraídos por los proyectos y ofertas laborales al acoger Qatar el Mundial y otros grandes eventos. Las mujeres no sufrimos ninguna discriminación. Yo tengo las mismas oportunidades o más de las que podía tener en España y visto de forma occidental. A las cataríes también se las ve muy orgullosas de sus tradiciones. No es que haya un sistema de tutela, lo que hay es una esponsorización del cabeza de familia”, afirma. Fernando Ruiz, médico madrileño de 54 años, lleva cinco en Qatar tras otros cuatro en Arabia Saudí. “Hay bastante diferencia entre los dos países. En Arabia Saudí, mi mujer tenía que llevar abaya, en aquella época no podía conducir y aquí está encantada. En el sistema sanitario, que es lo que yo veo en Doha, muchísimas altos cargos son mujeres”. Ellas son mayoría en las universidades cataríes —un exdiplomático apunta que porque los hombres tienen la oportunidad de irse fuera—. Pueden divorciarse, pero no tienen las mismas posibilidades que sus cónyuges a la hora, por ejemplo, de reclamar la tutela de los hijos. Si declaran como testigos, su testimonio vale la mitad que el de un varón.

Ruiz, Agúndez, Dueñas y González son parte de los más de 600 invitados a la fiesta organizada por la Embajada española en el Hotel Ritz Carlton de Doha con motivo del 12 de octubre. Suena el himno nacional. Junto a la tribuna en la que el embajador español, Javier Carbajosa, nombrado en julio, pronunciará su discurso, hay un enorme ramo de flores enviado por el viceprimer ministro catarí, Mohamed bin Abdulrahman al Thani. Se ven velos y escotes, corbatas, impecables thobes (las túnicas que visten los hombres) blancos y uniformes, los de los dos representantes del Ejército del Aire español en la base de Al Udeid —donde está la principal instalación militar de Estados Unidos en Oriente Próximo— y que participan en una operación conjunta de lucha contra el autodenominado Estado Islámico. En conversación con EL PAÍS, el embajador define el Mundial como “un antes y un después para Qatar”. Y destaca que España elevó el rango de sus relaciones diplomáticas a “partenariado estratégico”, es decir, una colaboración “mucho más intensa desde el punto de vista político y económico”. En mayo, el emir visitó España con la jequesa y anunció inversiones por valor de 4.720 millones de euros, fundamentalmente en energías renovables. Actualmente hay unas 70 empresas españolas instaladas ya en el país y más de 200 con negocios allí. El entrenador de la selección de fútbol catarí es español (Félix Sánchez Bas), como el director de la academia Aspire (Iván Bravo Martín), que busca talentos deportivos. Qatar Foundation patrocinó durante cinco años al Barça por 165 millones de euros (sustituyendo en la camiseta al logo de Unicef) y su entrenador actual, Xavi, jugó durante varias temporadas en un equipo catarí, el Al-Saad, como Guardiola, que jugó en el Al-Ahly y apoyó, al igual que Zidane, la candidatura del emirato para ser anfitrión del Mundial. Su compatriota, Eric Cantona, sin embargo, ha anunciado que no verá los partidos en señal de protesta: “Han muerto miles de personas construyendo los estadios y aun así vamos a celebrar la Copa del Mundo allí. Es horrible”, declaró el francés.

Guardiola, en un viaje a Qatar en diciembre de 2009 para promocionar la candidatura del país que acogerá el Mundial de 2022.
Guardiola, en un viaje a Qatar en diciembre de 2009 para promocionar la candidatura del país que acogerá el Mundial de 2022. STR (AFP)

Tarek Jamal al Bader, de 28 años, ingeniero en la empresa de hidrocarburos Shell, hace cola para recoger un plato de paella en el jardín del Ritz de Doha. “Creo que el fútbol es solo el 30% del Mundial. El resto es la oportunidad de mostrar al mundo nuestra cultura árabe y que somos más abiertos de lo que piensan”, explica en un perfecto castellano y con una sonrisa de lado a lado de la ghafiya, el típico gorro árabe en cuya forma se inspira uno de los nuevos estadios del país. “Mi abuela es de Barcelona, mi madre de Uruguay y mi padre catarí. Se conocieron cuando él trabajaba en Madrid en los ochenta, se enamoraron y se vinieron a Qatar, donde nací yo. Estoy feliz por el Mundial. Llevamos 12 años esperando este momento y el país ha cambiado completamente. Es un momento muy importante para nuestra historia”.

No es una historia muy larga. En la llamada “época de la ignorancia”, previa a la llegada del islam, como recoge el libro Qatar, la perla del golfo (Editorial Península), de Ignacio Álvarez-Ossorio e Ignacio Gutiérrez de Terán, el territorio del país estaba englobado en la región de Baréin. No fue hasta finales del siglo XIX cuando “alcanzó un notable grado de independencia bajo el liderazgo de la familia de los Al Thani, que en 1868 firmó un acuerdo con Gran Bretaña para que reconociese su autonomía a cambio de ventajas comerciales”. Ese fue, explican los arabistas españoles, el embrión del emirato de Qatar. En 1930, la población apenas superaba las 10.000 personas y se dedicaban, fundamentalmente, a las perlas, la pesca y los camellos. En 1940 se descubrieron los primeros yacimientos de petróleo, y en 1971, año de la independencia, los de gas. Hoy es el primer exportador mundial de gas licuado y el tercero con mayores reservas de gas natural. Tiene una de las mayores rentas por habitante del mundo (68.049 euros en PIB per cápita, el doble que España) y uno de los fondos soberanos más importantes, con un patrimonio de más de 457.000 millones de euros.

Golfo Pérsico

BARHÉIN

Manama

Al Ruwais

Ras Laffan

Estadios del

Mundial 2022

Al Khor

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Doha

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Qurayn Abu al Bawl (103 m)

ARABIA SAUDÍ

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Distribución de la población

Mayor densidad

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Ras Laffan

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Un 85% de los habitantes se concentran en la capital, Doha, sus alrededores, y Al Khor

Doha

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Número de habitantes

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Fuente: Ministerio de Asuntos Exteriores, ONU

y World Bank.

NACHO CATALÁN / EL PAÍS

Golfo Pérsico

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Estadios del

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ARABIA SAUDÍ

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Un 85% de los habitantes se concentran en la capital, Doha, sus alrededores, y Al Khor

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Fuente: Ministerio de Asuntos Exteriores, ONU

y World Bank.

NACHO CATALÁN / EL PAÍS

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Golfo Pérsico

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Al Ruwais

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Estadios del

Mundial 2022

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Distribución de la población

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Un 85% de los habitantes se concentran en la capital, Doha, sus alrededores, y Al Khor

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Fuente: Ministerio de Asuntos Exteriores, ONU y World Bank.

NACHO CATALÁN / EL PAÍS

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Estadios del

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Un 85% de los habitantes se concentran en la capital, Doha, sus alrededores, y Al Khor

Doha

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2.350.000 (85%)

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Fuente: Ministerio de Asuntos Exteriores, ONU y World Bank.

NACHO CATALÁN / EL PAÍS

Ese territorio donde casi el 90% de sus habitantes son extranjeros busca construir su identidad y ha decidido que el deporte más popular es la vía más rápida para serlo, de la misma manera que el niño que jugaba bien al fútbol jamás sufría acoso en el colegio. Fans de diversos países invitados para vivir gratis el Mundial han tenido que comprometerse a hablar bien del país y a denunciar a quien no lo haga. En septiembre, el Comité Supremo reunió en Doha a 35 “líderes de aficionados” de 29 nacionalidades con todos los gastos pagados durante tres días. El español Rodrigo Fáez, de 36 años, empleado de la televisión ESPN y con un canal de YouTube con 324.000 seguidores, explica a EL PAÍS que fueron los cataríes los que contactaron con él para invitarlo a esa “visita de cortesía”. El paquete incluía una excursión por el desierto, con paseo en camello, la asistencia a un partido en el estadio de la final y a un concierto y entusiastas entrevistas con algunos de ellos —“ha sido una experiencia asombrosa. No creo que una nación anfitriona haya hecho esto antes”; “estoy muy emocionado. Me encantó todo el viaje...”— para difundir posteriormente en su web oficial. “A mí no me pusieron ninguna condición, pero hubo gente que comentó que había tenido que firmar algo. Si me hubieran pedido que hiciera comentarios positivos o que denunciara los negativos me habría negado. Conozco lo que ha ocurrido con los trabajadores del Mundial y es supertriste”. Fáez explica que el grupo era muy variopinto: “Había un alemán de más de 70 años que viaja siempre con la selección de su país y que no tenía nada que ver con redes sociales, un tiktoker japonés muy joven, una antigua miss de Costa Rica...”.

Qatar ha hecho cambios para mostrar su mejor cara en ese mes en el que tendrá la atención del mundo, pero sigue siendo una monarquía absoluta en la que los partidos y sindicatos están prohibidos y la religión es ley. No tenía estadios y levantó siete; no tenía metro y lo construyó, nunca se había celebrado un mundial en noviembre, paralizando las principales ligas y el emirato lo consiguió, pero hay elementos que el dinero no puede comprar, como la experiencia. Están a punto de entrar más de un millón y medio de personas en un país de 2,7 millones de habitantes que no está habituado a los turistas y que ha tenido que llamar a 3.000 agentes turcos para que los ayuden en el dispositivo de seguridad. España enviará a 20 artificieros y seis agentes más para infiltrarse entre el público. Qatar había pedido un centenar de antidisturbios, pero las autoridades españolas se negaron a vestir prendas facilitadas por el emirato sobre sus uniformes. Además, para facilitar la movilidad se han suspendido las clases en los colegios durante el mes que dura la competición y todo el que pueda tendrá que teletrabajar. Qatar (y la FIFA) se la juegan.

Un mundial es un gran escaparate —3.500 millones de personas vieron alguna parte del torneo celebrado en Rusia en 2018, según la FIFA—, pero existe la mala publicidad. Hummel, que viste a la selección danesa, ha diseñado unas camisetas específicas para Qatar con su logo desdibujado: “No queremos ser visibles durante un torneo que les ha costado la vida a miles de personas”. La cervecera BrewDog presume de “antipatrocinador”: “Esto no es una Copa del Mundo, es una cagada mundial. Seamos honestos: Qatar lo ganó a través del soborno. Por eso predicamos con el ejemplo y destinaremos todos los beneficios de nuestra Lost Lager en el torneo a luchar contra el abuso en los derechos humanos”. Es decir, la marca se venderá en el emirato durante la competición.

La población apoya a los Al Thani, que salieron sorprendentemente airosos del embargo (2017-2021) decretado por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Egipto al acusar a Qatar de apoyar a los islamistas. Los habitantes descubrieron entonces a las bravas que tenían petróleo y gas, pero no leche. Un hombre de negocios catarí compró 4.000 vacas a Australia y Reino Unido y se las trajo con Qatar Airways. El emirato construyó una enorme granja en medio del desierto, contrató a especialistas para implantar invernaderos y la popularidad de la familia real permaneció intacta. En el zoco Wakif se venden carcasas de móvil con el rostro del emir junto a las camisetas de las selecciones de fútbol. Doha está llena de carteles que promocionan el Mundial y las fachadas de muchos rascacielos están cubiertas con imágenes de futbolistas: por ejemplo, en el edificio de la autoridad fiscal de Qatar —hay un impuesto de sociedades para capital extranjero— las piernas del tinerfeño Pedri ocupan unas 20 plantas. El país está ilusionado, sobre todo, los más humildes. La cara de Abdul, taxista de origen indio de 51 años, se ilumina al recitar de memoria el Real Madrid de los galácticos: “Beckham, Zidane, Ronaldo, Figo…”. Pregunta, con ojos brillantes, a la periodista, unos días antes de que Luis Enrique confirmara que sí: “¿Vendrá Marco Asensio?”.

Una mujer toma una fotografía ante el reloj de la cuenta atrás para el inicio del Mundial de Qatar.
Una mujer toma una fotografía ante el reloj de la cuenta atrás para el inicio del Mundial de Qatar. HAMAD I MOHAMMED (REUTERS)

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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