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Hola y adiós de Laura Fuertes, derrotada a los puntos

La boxeadora asturiana cae en un combate muy igualado frente a la mexicana Fátima Herrera en su primer combate en los Juegos

Fuertes, de azul,  coloca un directo con la izquierda en la cabeza de Herrera.
Fuertes, de azul, coloca un directo con la izquierda en la cabeza de Herrera.YAHYA ARHAB (EPA-EFE)
Carlos Arribas

Es el boxeo. París lo ha ubicado en un barrio entre Villepinte, cité de la banlieu y el aeropuerto Charles de Gaulle y hace honor a sus raíces el ambiente en la sala, inmensa, abarrotada, y solo falta la niebla que se muerde de centenares de habanos para convertirse en decorado de película negra, porque hasta el árbitro impávido y excesivamente obeso, camisa blanca de manga corta, guantes negros, llena el cuadrilátero en un combate de colosos de 92 kilos en los que hay cejas rotas, sangre y ferocidad. No hay alcohol ni apuestas ni tongo ni jóvenes en minifalda mostrando el número de cada asalto en las pausas, pero un vocerío sobreexcitado, exigente e inconformista, de los que no perdonan, subraya cada golpe. En el deporte del pueblo la adrenalina no es monopolio de los púgiles. El deporte del macho, también, como da a entender el silencio súbito, casi de monasterio, que arropa al cuadrilátero tan bien iluminado cuando en el ring se mueven sombras femeninas de 50 kilos. “Se acarician, no se golpean”, alardea uno en las primeras filas, que no aprecia el rápido movimiento de brazos, la agilidad en la esquiva, el fino estilismo de las púgiles. Mientras, en el gallinero una voz de mujer inequívocamente italiana, más concretamente, romana, crea un sonido ambiente de película neorrealista cuando anima a Giordana Sorrentino, su favorita, que, desgraciadamente pese a su bravura acaba destrozada por los puños ligeros de la kazaka Nazym Kyzaibay.

También a Laura Fuertes le animan los solitarios, casi desesperados, chillidos de una mujer, pero su efecto, y la rabia que la mueve, no son suficientes para poder con la rocosa mexicana Fátima Herrera, de 22 años, un torbellino, su primera rival en su travesía olímpica. La diferencia de altura (seis centímetros más alta la española, más espigada, más brazo) no es un obstáculo para la mexicana de San Luis Potosí. Su primera derrota. Es un hola y adiós para la primera boxeadora española en unos Juegos Olímpicos. “Me voy decepcionada”, dice la asturiana, de 25 años, la cabeza bajo una toalla, las manos y los antebrazos vendados con seguridad y rotulados con colores, París 24, derrotada por 3-2 (voto igualado entre los cinco jueces) … “He intentado demostrar todo el trabajo de estos años. Creo que he merecido más. El último asalto he conectado más que ella. Esto, de todas maneras, ha sido un paso muy importante para el deporte de mi país. Hay que seguir trabajando”.

“Unas veces se gana y otras se pierde”, dice, puro Séneca de Cerro Muriano Rafa Lozano, Balita, doble medallista olímpico y técnico clave en el renacimiento del boxeo amateur español. “Laura ha comenzado un poco dormida, pero ha hecho un buen papel. El resultado podría haber sido perfectamente el contrario. Laura tomaba bien la iniciativa en las combinaciones, pero se aprovechaba la mexicana y era la que remataba. Eso ha convencido a los jueces”.

También cayó a la primera, el sábado, Oier Ibarreche, vizcaíno de Barakaldo, en la categoría de 63,5 kilos. Fue una derrota más clara, por 5-0, ante Bazarbay Uulu Mukhammedsabyr, que demostró con eficiencia, técnica y pegada por qué su país, Kazajistán, ha sustituido a Cuba como gran referente mundial del boxeo olímpico.

La esperanzas boxísticas españolas recaen mayoritariamente en un púgil nacido justamente en Cuba, en La Habana, Emmanuel Reyes Pla, dicho El Profeta, quien se clasificó para cuartos en la categoría de 92 kilos tras derrotar a los puntos al chino Xuezhen. Llega así a la fase en la que se quedó en Tokio, adonde llegó con las mismas aspiraciones al oro que en París. Subcampeón continental y bronce mundial, El Profeta, de 31 años, es español desde hace cinco años. Se estableció con un familiar en A Coruña cuando llegó a España harto de Cuba, donde, pese a su calidad, se sentía marginado en los procesos del país caribeño, donde buscaban favorecer, lamentaba, a un sobrino del gigante de Guantánamo Félix Savón, triple campeón olímpico de los pesos pesados y, junto a Teófilo Stevenson, el gran mito del boxeo de la isla.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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