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Carolina Marín: “Yo soy una loba en la pista, cuando muerdo intento no soltar”

La campeona olímpica de bádminton en 2016 reflexiona sobre su larga marcha tras romperse las dos rodillas, en vísperas de atacar el oro en París

Carolina Marin
Carolina Marín, en el Centro de Alto Rendimiento del CSD en Madrid, el 20 de mayo.Jaime Villanueva
Diego Torres

El volante de pluma de ganso vuela de raquetazo en raquetazo sobre la pista del pabellón de la Residencia Blume, en Madrid. De un lado de la red, Carolina Marín (Hueva, 1993) maneja su herramienta como si empuñara un escalpelo; del otro, dos hombres, integrantes del equipo nacional, intentan llevarla al límite del agotamiento sin conseguir que sea ella quien finalmente acabe poniéndolos a ellos en dificultades irresolubles. Acabada la sesión, recibe a las visitas en el gimnasio adyacente a la pista, que equivale al salón de su casa. Después de romperse las dos rodillas y perderse los Juegos de Tokio, la campeona más esotérica de la historia del deporte español está de vuelta en plena forma para intentar el asalto al oro en el campeonato de bádminton que comienza el próximo día 27 en los Juegos de París.

Pregunta. Usted proyecta la imagen de una apisonadora.

Respuesta. Bueno, ¡me alegro! Eso es lo que intento.

P. ¿Nació así o esa agresividad es una fabricación?

R. Creo que es de nacimiento. Una de las cosas más importantes de mi vida ha sido disfrutar lo que hago. La primera vez que jugué al bádminton volví del pabellón y mis padres me preguntaron: “¿Dónde has estado ‘Carito’?”. “Vengo de jugar al bádminton con mi amiga Laura”. “¿Qué es eso?”. Entonces se les expliqué.

P. ¿Qué le gustó del bádminton?

R. La rareza. Nunca lo había visto en televisión.

P. ¿Le gustó porque era un deporte de precisión, de fuerza...?

R. Al principio lo único que ves es que le tienes que dar a un volante para que pase al otro lado de la red. ¡Imagínate! ¡Yo era muy mala! Era imposible decir que de ahí saldría una campeona de España, de Europa y del mundo. El que lo diga miente. Todo esto ha sido a base de mucho trabajo. A mí nadie me ha regalado nada, ni en el deporte ni en la vida. Elegí lo que elegí desde pequeña. Tuve la fortuna de que mis padres en ningún momento me dijeron que “no” a nada. Incluso me dieron la oportunidad con 14 años, cuando les propusieron traerme al CAR de Madrid, de permitírmelo.

P. Hay deportistas que viven la separación de su familia como un trauma muy duro. Iniesta sigue recordándolo con pena. ¿Usted no sufrió la distancia?

R. Sí. Pero sentía que si dejaba pasar un año a lo mejor vendrían otras chicas y se olvidarían de mí. Suplicaba a mis padres que me dejaran. La situación era complicada porque yo era hija única, mis padres llevaban un año separados, y en Madrid no tenía absolutamente a nadie. Pero hubo una cosa que a mí me tranquilizó y me convenció. Cuando mi madre me dijo: “Mira Carito, las puertas de casa siempre las tendrás abiertas”. ¿Por qué no aceptar la opción si tengo la posibilidad de volver en caso de que no me guste?

P. Dejó su casa, su familia y sus amigos por un deporte imposible, en el que España no podía competir. ¿Qué sentido tenía todo eso en su cabeza?

R. Yo tenía un sueño. Con 15 años, a los dos meses de llegar a Madrid, entré al despacho del entrenador y le dije: “Quiero ser la mejor en todo”. Y se lo dije en andaluz: “¡en tó!”. Quiero ser la número uno del mundo, campeona de Europa, campeona del mundo y campeona olímpica.

Intentas imponer tu plan. Para eso entreno contra dos chicos al mismo tiempo. Porque así ellos están más descansados que yo en la pista y yo acumulo cansancio y me acostumbro a rivales más fuertes

P. ¿Pero qué probabilidades reales tenía?

R. Bueno, no tenía nada que perder. Solo tenía que ganar.

P. ¿Por qué coge la raqueta con la punta de los dedos como si se fuera a romper?

R. Agarro la raqueta muy abajo. Intento tener los dedos muy sueltos para ganar movilidad en la muñeca y el antebrazo. Eso te permite cambiar e improvisar cuando vas a golpear y ser más impredecible. Esa es mi filosofía. Yo no soy tan habilidosa con la raqueta como pueden ser las chinas, que parece que nacen con una raqueta bajo el brazo. Lo he tenido que trabajar mucho: aflojar los dedos, no apretar con ciertos dedos para soltarlos y tenerlos más suaves en ciertos golpeos. Parece natural, pero a día de hoy lo sigo trabajando.

P. El bádminton es engañoso. Parece un juego lento hasta que todo va tan rápido que ya no llegas a nada..

R. Este es el deporte de raqueta más rápido que existe. Son milésimas de segundo. Aquí no tienes tiempo. En comparación con el tenis, el bádminton no te deja apenas tomar decisiones o descansar. En el Mundial de 2013 perdí unos cuartos después de ir 15 iguales: en 20 segundos perdí el partido. Perdí la concentración y me hicieron 21-15 en 20 segundos. En milésimas tienes que cambiar, analizar dónde está la rival, qué te está haciendo, qué te provoca, qué es lo que tú quieres.

P. Su mitad de la pista mide aproximadamente 11x12 metros pero continuamente tiene que correr de la red hacia el fondo. ¿El golpe defensivo desplazándose hacia atrás es el más difícil?

R. No hay articulación que no sufra. De hecho mis rodillas era lo que mejor tenía hasta que en 2019 me rompí la primera. Y nunca había tenido ni una molestia. ¡Nada! Había tenido bursitis en los tobillos y en los hombros, problemas en el sacro… y en 2019 me rompí la primera rodilla y en 2020 la segunda.

P. ¿Cómo soporta el dolor cuando los puntos se alargan y se agota el oxígeno en la sangre?

R. Intentas imponer tu plan. Para eso entreno contra dos chicos al mismo tiempo. Porque así ellos están más descansados que yo en la pista y yo acumulo cansancio y me acostumbro a rivales más fuertes. Cuando estamos muy presionada en el fondo, las chicas no tenemos mucha fuerza para llegar al fondo de la pista, los chicos sí. El ataque de un chico nunca es el mismo: primero porque ellos saltan. Hay muy pocas en el circuito que salten.

P. Dice su entrenador que desde que se lesionó debe aprender a correr menos y pensar más. ¿Eso pasa por anticiparse a los rivales?

R. Pasa por provocar cosas para que la cabeza piense más de lo que trabaja el cuerpo. Además yo soy muy proactiva. Yo no espero a ver qué pasa en la pista. Yo no puedo jugar así. Muchas jugadoras son más defensivas: alargan las jugadas hasta que el rival comete un fallo. Después de la lesión me he adaptado a ese tipo de juego porque veo que antes la mayoría de las jugadas duraban 8-15 golpeos y ahora sobrepasan los 15 y a veces duran hasta 40.

“Intento mostrar eso: que soy arrolladora. Trabajas el lenguaje corporal, la mirada… Trabajas mantener una buena expresión a pesar del cansancio. Las jugadas son largas y yo estoy reventada, pero mi rival también y yo no le puedo mostrar ni un punto de debilidad porque se pueden agarrar a ello”

P. ¿Por qué?

R. Porque las jugadoras han mejorado en defensa. Muchas esperan y provocan el fallo del rival. He tenido que entrenar esa paciencia porque lo que menos soy es paciente. Las dos lesiones me han fortalecido el carácter en ese sentido: yo soy una persona que quiere las cosas ya. Pero las cosas no funcionan así. He aprendido a decir: “Tengo que aceptar que voy a hacer jugadas largas, que no me la puedo jugar”. Porque mi juego es agresivo, de mucho riesgo. Cuando atacas arriesgas a que no entre el volante, o a cometer un error y muchas me esperan a que cometa ese error. He tenido que aceptar la jugada larga para esperar a que ellas también fallen. Donde antes ganaba un punto con un ataque, ahora a lo mejor tengo que hacer cinco ataques.

P. ¿Para su físico es mejor alargar o arriesgar?

R. Es mejor arriesgar, pero si arriesgo siempre voy a acabar fallando y no me compensa. El físico lo he trabajado para adaptarme a las jugadas largas porque a veces las rivales te lo imponen. Lo que prima en mí es la velocidad y la explosividad. Eso no lo he perdido. Pero he trabajado el mantenerme porque estoy jugando con jugadoras ocho o nueve años más jóvenes.

P. Pero los partidos los sigue ganando por la fuerza y la potencia…

R. Los partidos los sigo ganando porque me concentro en mis estrategias. Si me concentro en no perder, pierdo.

P. ¿Las tiene estudiadas? ¿Es importante conocer el carácter de cada una de sus oponentes?

R. Claro que sí. Pero más importante es conocer los puntos débiles y fuertes en la pista. Hemos jugado muchas veces contra todas ellas. Nos conocemos perfectamente. Sabes lo que te hará, lo que quiere provocarte, y cómo quiere ganarte. Los pequeños detalles marcan la diferencia.

P. Sus gritos en los Juegos Río, marcando el territorio a cada punto conquistado, generaban ansiedad en sus oponentes. ¿Esto es una guerra psicológica?

R. En Río utilicé los gritos estratégicamente. Pero después de tantos años ya lo saben. Ya me conocen. Me tienen muy estudiada. Detrás de mis partidos hay diez cámaras. Pero en Río el grito era parte del lenguaje corporal, de la mirada, de lo que muestro en la pista. Para mí eso es muy importante. Intento mostrar eso: que soy arrolladora. Fuera del pabellón soy una persona totalmente diferente, pero dentro… Hay ciertas cosas que trabajas: trabajas el lenguaje corporal, la mirada… Trabajas mantener una buena expresión a pesar del cansancio. Las jugadas son largas y yo estoy reventada, pero ella también y yo no le puedo mostrar ni un punto de debilidad porque se pueden agarrar a ello. Esto es como una cuerda que tiramos las dos. Quien tire más es la que va a ganar. Si muestro debilidad eso es energía para ella: la energía fluctúa en la pista. Lo he notado muchas veces. Si un día los errores me están afectando más, yo sé que le estoy regalando energía al rival. Trabajo para que si mi rival se lleva mi energía es porque se la gana, no porque se la regale.

P. ¿Existe la mentalidad del pobre, del rabajador que no puede dejar de trabajar?

R. Mi familia económicamente es de nivel medio tirando a bajo. Aprendí mucho de mi abuela: tuvo que sacar a cuatro hijos adelante ella sola, y con 72 años seguía limpiando casas. Lo que yo he aprendido no es a base de teorías. Es a base de práctica, de darte palos, de superar. La vida no me lo ha puesto fácil. Yo no me he querido rendir. Yo he querido seguir.

Después de dos rodillas rotas, estás tan profundamente metida en un agujero tan negro que necesitas ver algo de luz por algún lado. Esa luz para mí es la medalla en París

P. Se repetía que tenía que alcanzar la meta: París, París, París… ¿Tan importante es para su vida el oro olímpico?

R. Es una motivación. Un sueño. Estás tan profundamente metida en un agujero tan negro que necesitas ver algo de luz por algún lado. Esa luz para mí es la medalla.

P. ¿No se impone demasiada presión?

R. Soy la que más se presiona. Pero todo depende de cómo lo enfoco. No quiero obsesionarme. Me enfoco en recorrer el camino, no en el final del camino. Sé que si subo escalón a escalón tengo muchas opciones de conseguir mi gran sueño.

P. ¿No le asusta haber construido su carácter, su vida, para esto que es tan fugaz?

R. Lo he tenido que forjar. Pero soy una persona muy sensible. De puertas adentro del pabellón soy fuerte, intento mostrar que soy una roca. De puertas afuera soy muy sensible. Pero el deportista al que el miedo y la disciplina diaria le fastidie no es un buen competidor, es un buen entrenador. Entrenador es el deportista que se entrena de diez y de veinte puntos, pero que luego no es capaz de competir bien.

P. ¿Le preocupa lo que hay más allá de París?

R. Claro que sí. Necesitas tener algo en tu mente. Tu mente no puede estar vacía en un futuro porque creo que podrías caer en una depresión. Pero ahora me enfoco en los Juegos. Una vez que pasen, ya se verá. Puedo estar tranquila conmigo mismo por haberlo dado todo, por recuperarme, por volver, por seguir disfrutando en la pista, que no es fácil. Luego ya se verá.

P. Al dar ciertos golpes, cuando ve que se abre una ventana y su rival se encuentra descolocada, usted tiene un gesto implacable...

R. Yo soy una loba en la pista. Cuando muerdo intento no soltar. Sigo apretando la mandíbula. Eso soy yo.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.
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