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El campeón de jabalina, Neeraj Chopra, de 23 años, consigue la primera medalla de la historia para el atletismo de la India

El lanzador, que venció por sorpresa a los favoritos, empezó jugando al cricket en su país natal, y trasladó su talento al atletismo

Carlos Arribas
Neeraj Chopra Tokio 2021
Neeraj Chopra, compitiendo en la final de lanzamiento de jabalina este sábado en Tokio, en la que ganó el oro.Matthias Schrader (AP)

En las gradas está Jan Zelezny, el padre todopoderoso del lanzamiento de jabalina, y entrecierra los ojos cuando lanzan los dos veteranos checos a los que entrena, quienes están peleando por la medalla de oro. No ve fácil la tarea el checo del brazo de oro que tanto amaba ejercitarse lanzando en las playas de Punta Umbría, aunque a muchos se lo parezca.

El alemán Johannes Vetter, el hombre de los 97,76s, el que más se ha acercado al récord del mundo de Zelezny (98,48m, que están ahí desde hace 25 años), no tiene su día. Tampoco los demás europeos. Sus chicos, Vadlec y Vesely, solo tiene por delante a un lanzador de India, pan comido. En toda la historia olímpica, la India, el segundo país más poblado de la tierra (1.390 millones de habitantes, aproximadamente), no ha conseguido aún ni una medalla en el estadio de atletismo. Solo en su pasado colonial, tan reciente, asoman en los registros como indias las dos medalla del británico Norman Pritchard (200m y 200m vallas) en los Juegos de París 1900, y la reina Victoria vivía aún y reinaba como emperatriz de medio mundo.

El vacío olímpico en la India --solo una medalla de oro olímpica en su historia como país independiente, iniciada en Londres 48, la del tirador Abhinav Bindra, en 2008-- es un sinsentido que ha generado tesis y libros y respuestas que no responden nada, y que acabó por resolverse en el estadio olímpico de Tokio, donde sonó por primera vez la música del Jana-Gana-Mana (El espíritu de todo el pueblo), la poesía de Tagore que forma la letra del himno indio.

El celebrado era Neeraj Chopra, de 23 años, un talento con brazo, codo, hombro, velocidad y látigo de bowler de cricket, el deporte nacional que la metrópoli británica dejó en herencia. Tiene razón Zelezny. Será difícil derrotar a un atleta que llega a Tokio como ganador de los Juegos de la Commonwealth y de los Juegos Asiáticos y que en 2016 ya fue campeón del mundo juvenil y que en su primer lanzamiento llega a 87,03, una distancia magnífica en una atmósfera tan cargada, en un aire tan espeso, tan húmedo. Tan bueno es el lanzamiento que no habría necesitado lanzar más, como lo hizo (87,58s, segundo lanzamiento), para proclamarse campeón. Ninguno llegó a los 87 metros. Chopra, un punjabí de Haryana que a los 14 años vio a unos jabalinistas entrenándose y le emocionó más la lanza que la pelota que todos los niños indios quieren lanzar. Su talento lo ha pulido un técnico alemán, Uwe Hohn, aquel cuyo lanzamiento de más de 100 metros (104,80) llevó a la federación internacional a modificar el centro de gravedad de las jabalinas para que volaran menos y no supusieran un peligro para los espectadores o se salieran de los estadios. Con él, creando escuela en el subcontinente indio, un compatriota, Klaus Bartonietz, sabio de la biomecánica que adaptó el gesto técnico del lanzador de cricket a la jabalina, y con éxito.

Si el ídolo de Chopra es, por supuesto, Zelezny, un poco más al norte de su estado de Haryana, en el Punjab pakistaní, surgió un lanzador que dejó el cricket porque quería ser como él, lanzador de jabalina. Se llama Arshad Nadem, tiene un año más y compite en la misma final y no lo hace nada mal. Lanza 84,62m con su brazo magnífico y termina quinto. “Dejar el cricket fue la mejor decisión de mi vida”, dice Nadem, de Khanewal, quien como juvenil era de los mejores jugadores del Punjab. “Si no fuera lanzador de jabalina nunca habría podido competir en unos Juegos Olímpicos”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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