El Fair Play Financiero, el mejor fichaje de la industria del fútbol
Con la implantación del sistema de control económico implantado por la Liga en 2013, en menos de una década, las pérdidas recurrentes dieron paso a beneficios globales

Esta semana se ha cerrado el mercado de verano, un asunto que da mucho juego en tertulias de barras de bar y medios de comunicación. Si antes se hacían cábalas sobre posibles fichajes galácticos y sus cifras astronómicas, ahora el morbo ha desviado su atención hacia los apuros que padecen los clubes españoles para inscribir jugadores. Algún presidente ha llegado a exclamar que “somos el hazmerreír de Europa”. Las cifras del mercado nos alejan de la Premier o de la emergente liga saudí, y la polémica, y los improperios, están servidos. Conviene, sin embargo, recordar cuál era la situación del fútbol español hace apenas una década. Además de otras imágenes poco edificantes, que no viene al caso recordar, el fútbol español era sinónimo de impagos, deudas millonarias y nóminas sin abonar. Más de una veintena de equipos llegaron a entrar en concurso de acreedores, las deudas con Hacienda y la Seguridad Social superaban los 700 millones de euros y la imagen internacional de nuestro fútbol estaba bajo mínimos. Comprar un club español era, sencillamente, una mala inversión.
Aquellas malas prácticas empresariales son incompatibles con la actual industria del fútbol. ¿Cuál fue el gran fichaje que propició el cambio? Sin duda, el Fair Play Financiero y el sistema de control económico implantado por La Liga en 2013, inspirado en la normativa de la UEFA. Por primera vez los clubes tuvieron que justificar ingresos antes de poder gastar, cumplir con límites salariales estrictos, y reducir deuda. En menos de una década, las pérdidas recurrentes dieron paso a beneficios globales. El caso del FC Barcelona, obligado a vender activos y activar palancas para inscribir jugadores, demuestra que las reglas son las mismas para todos, grandes o pequeños. Ese orden financiero permitió sentar las bases para un salto cualitativo: de un fútbol gestionado con improvisación a una industria profesionalizada, capaz de atraer inversión y generar confianza: una industria del fútbol.
Industria que ha propiciado que La Liga y sus clubes generen miles de empleos directos e indirectos, y que el fútbol español se haya convertido en un sector estratégico, como lo demuestra la entrada de inversores internacionales. Fondos extranjeros participan en clubes como Atlético de Madrid, Valencia, Espanyol, Cádiz o Leganés. Lo que hace quince años parecía impensable —porque el fútbol español no ofrecía garantías— es hoy una realidad.
No obstante, el sistema también tiene sus aristas. La rigidez de las normas ha afectado a secciones femeninas y otros deportes dentro de los clubes, ya que los clubes priorizan sus equipos masculinos de fútbol. El FC Barcelona femenino, pese a ser el más exitoso de Europa, afronta la temporada con sólo 17 jugadoras inscritas, mientras que rivales como el Chelsea o el Olympique de Lyon, en ligas más laxas, invierten con mayor libertad en talento.
El gran desafío actual consiste en mantener la competitividad frente a ligas que juegan con menos reglas, sin renunciar a la sostenibilidad. Esto exige reforzar las asignaturas pendientes, como la gobernanza, la transparencia, diversificación de ingresos, adopción de tecnología y mayor cultura del dato, mayor profesionalización de los equipos de gestión, y asumir un compromiso real con la igualdad y la inclusión de la discapacidad, aún grandes ausentes.
El Fair Play Financiero no sólo fue el mejor fichaje del fútbol, sino que lo transformó en una industria moderna, global y atractiva para la inversión. Si hace quince años la pregunta era si los clubes sobrevivirían al próximo pago de nóminas, hoy la cuestión es cómo seguir creciendo en un mercado cada vez más competitivo. Lo indudable es que, sin reglas claras, el fútbol no sería industria, sino la bomba de relojería que era hace una década.
Marian Otamendi es CEO y cofundadora de World Football Summit
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