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EL JUEGO INFINITO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y el tiqui-taca se hizo cultura

España es un mensaje andante que provoca orgullo porque nadie juega mejor

El once inicial de España que derrotó a Serbia en el pasado partido de la Liga de las Naciones.
El once inicial de España que derrotó a Serbia en el pasado partido de la Liga de las Naciones.Salas (EFE)
Jorge Valdano

Si una Selección expresa la salud de su fútbol, España es un mensaje andante que provoca orgullo porque nadie juega mejor. Esta semana lo afirmó con voluntad atacante, con más competencia técnica que dominio físico y desplegando jugadores que hace no tanto estaban en el cajón de abajo. Contra Serbia, sin ningún titular ni del Real Madrid ni del Barça ni del Atlético, se paseó de principio a fin. Para que se me entienda: sin Unai Simón, Carvajal, Rodri, Pedri, Dani Olmo, Nico Willams ni Lamine, encontró recursos para desplegar un fútbol de altísimo nivel. Con varios de sus futbolistas jugando en otras Ligas, pero con un estilo que ya es Marca Registrada del fútbol español y de la muchas veces denostada Liga.

Hace muchos años el debate entre ganar o jugar bien estaba abierto. Las discusiones llegaban hasta el fondo. Un día, tras un partido, escuché este diálogo entre periodistas de escuelas opuestas. “Lo único importante es ganar”, dijo el pragmático. “Mentira”, contestó el romántico, “lo único importante es respirar”. De estos extremos filosóficos es difícil regresar. Aquello ocurrió en Argentina, donde el debate devino en guerra. Pero también en España esa discusión animó polémicas.

El fútbol superprofesionalizado de estos días ya no tiene dudas. Para la industria que lo sostiene, ganar es la razón de ser de un espectáculo competitivo. Sin embargo, no hace falta filosofar mucho para acordar que la belleza debe seguir siendo una aspiración. Comemos para alimentarnos, pero nos gusta hacerlo en platos de porcelana y con mantel de lino. El del fútbol es un ámbito algo primitivo al que la estética siempre le resultó sospechosa. Sin embargo, todos aquellos jugadores a los que tenemos instalados en los altares del recuerdo eran auténticos artistas que nos emocionaban por lo que hacían y por cómo lo hacían. El fútbol es lo que es gracias a esos genios plásticos. Artistas eficaces que no están en ningún museo, pero que elevan las conversaciones de café.

Lo cierto es que cuando todo parecía perdido, España ganó un Mundial jugando un fútbol artístico al que solo le fallaba el nombre: “tiqui-taca”. Poco nombre para tanto fútbol. Como si solo se tratara de rumiar la jugada. Pero no, cuando el “tiqui-taca” alcanza su esplendor, el fútbol también lo alcanza. Y llegar a esa cima futbolística es difícil porque requiere de jugadores de un nivel superior, de un entrenador capaz de desafiar la tendencia y de una sintonía colectiva sinfónica. Aquella España del 2010 lo tenía todo y, desde su atractivo futbolístico, se convirtió en modelo.

Pero no es fácil seguir esa senda. El fútbol internacional nos muestra muchos jugadores iguales, salidos de un mismo molde, que aceptamos como un síntoma de estos tiempos porque encarnan un prototipo. Así las cosas, se fabrican equipos en serie que van de revolucionarios y son más simples que una tostada.

Desde el 2010 España destaca por su generación de juego. Es verdad que hubo periodos en que orillaba el área contraria sin generar peligro. Sin embargo, se insistió en una fórmula pasada de moda, pero que exalta a los jugadores españoles, que no serán fuertes ni altos, pero son muy buenos. Futbolistas técnicos e inteligentes que imponen su dominio hasta apoderarse de los partidos. Luis de la Fuente, desde la discreción propia de quien ha transitado todas las categorías del fútbol, tira de catálogo para demostrarnos que hay una cultura singular, atractiva y ganadora.

Es precisamente eso lo que le debemos a los héroes del 2010: una cultura futbolística a la medida del jugador español, que define un estilo y que es la envidia del mundo entero.

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