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Playoffs Ascenso a Primera - semifinal - jornada 2
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El Espanyol apea al Sporting y está a un paso de Primera

El equipo blanquiazul, liderado por un Braithwaite omnipresente, sella el empate en casa (0-0) tras el triunfo a domicilio para disputar la final del ‘playoff’ ante el Oviedo

Braithwaite elogia una acción de un compañero durante el encuentro ante el Sporting.
Braithwaite elogia una acción de un compañero durante el encuentro ante el Sporting.Enric Fontcuberta (EFE)
Jordi Quixano

No sobró el fútbol pero sí las ganas y la intensidad, la entrega de un Espanyol que se sabe de Primera por heráldica e historia. Lo padeció el Sporting, que no ofreció más fútbol ni tesón, y que no tiene a un Braithwaite que vale para todo. “¡Que sí, joder, que vamos a ascender!”, bramó la hinchada, ya con el pitido final y la voz castigada, jarana en el estadio blanquiazul, bandera al aire y estallido de júbilo porque el ascenso a un solo escalón, ahora contra el Oviedo en la final del playoff.

ESPEspanyol
Espanyol
0
Joan Garcia, Omar, Cabrera, Pere Milla (Salvi, min. 75), Calero, José Gragera, Jofre (Gastón Valles, min. 75), Melamed (Brian, min. 63), Keidi (Aguado, min. 75), Javi Puado (Rafael Bauza, min. 87) y Braithwaite
SPO Sporting
0
Sporting
Rubén Yáñez, Pablo García, Diego Sánchez, Guille Rosas, Insúa, Roque Mesa (Nacho Méndez, min. 71), Hassan (Djurdevic, min. 71), Cristian Rivera (Róber, min. 58), Gaspar Campos (Fran Villalba, min. 66), Mario González (Campuzano, min. 58) y Juan Ferney Otero
Goles
Árbitro Álvaro Moreno Aragón
Tarjetas amarillas Cristian Rivera (min. 36), Fran Villalba (min. 67) y Djurdevic (min. 91)

Tres horas antes de que comenzara el encuentro, las riadas de aficionados por los aledaños del estadio del Espanyol ya eran de lo más frondosas, hinchas con cierto nerviosismo y mucha ilusión, celebración de la buena porque no son tantas las tardes de festejo para un club que acumula dos descensos en cuatro años, que en este curso no ha subido por la vía directa a Primera como dictaba la exigida hoja de ruta. La quemazón entremezclada con la tensión también era palpable, comentarios de si no se gana se quema con todo, hastiados de un gobierno teledirigido desde China -el presidente Chen Yansheng- y de los sinsabores deportivos, también de la Ley Seca con los fichajes después de que el mandatario haya invertido sin tino más de 200 millones en ocho cursos. Pero primero el balón tenía que dictar sentencia y por eso las gargantas afinaban con canciones como Sweet Caroline o el Sarà perché ti amo, ninguna como con el himno del Espanyol cantado a capela y acompañado por un tifo enorme para poner la piel de gallina. Aunque también encontró eco el cántico nacido en El Molinón en duelo de ida de la semifinal del playoff (0-1): “Aleee, aleee; aleee, aleee. Nos van a ver volver, nos van a ver volver, nos van a ver volver; vamos a ascender”. Después del Sporting, lo tienen a la vuelta de la esquina,.

Sucedió, sin embargo, que antes de que se cumpliera el primer minuto ya se tiraron todos las manos a cabeza, ojipláticos porque Puado malogró una contra de rechupete, una ocasión que ni pintada, pues Jofre profundizó por la derecha para sacar un centro que dejó al punta en boca de gol y sin portero. Pero su remate, su despropósito, fue enviarla alta. Aunque al tiempo que Puado se vino abajo, Braithwaite, omnipresente como demostraría en el partido, clamó a la grada por los aplausos porque no era noche de reproches, sino de aliento, de ir todos a una. Y eso hacía el Espanyol sobre el césped, equipo de estrecheces entre las líneas, presión acompasada, defensa complicada de superar, que por algo lleva 18 duelos sin caer (11 empates y siete triunfos). Una losa para el Sporting, que quería la pelota pero no se salía con la suya, fútbol rebajado porque si lograba superar la primera línea después se quedaba sin ideas ni ingenio para expresarse en campo contrario. Acaso las carreras y los eslálones de Hassan, en ocasiones los desmarques de ruptura de Juan Otero.

Al Espanyol no le interesaba si su fútbol era atildado o preciosista, sino que era más bien rudo pero práctico, capaz en cualquier caso de hilvanar a sorbos buen juego si Gragera participaba. Pero el equipo, tan ordenado y plural en defensa solo era uno en ataque: Martin Braithwaite. El danés, algo más que un jornalero en Primera pero un superdotado en Segunda, era la navaja multiusos blanquiazul: la referencia para los pases largos desde atrás de un Cabrera que no se lo piensa dos veces y un Calero que las pone con intención; también el altavoz de los decibelios de la grada, toda vez que en una ocasión el portero se encaró con él después de que siguiera una jugada que estaba invalidada, alharaca de la buena; y hasta el juerguista del área, pues cuando la pisaba, agitaba las revoluciones, dos remates de cabeza que se quedaron sin premio, uno al portero y el otro alto.

Pero sin más mordiente que Braithwaite, el Espanyol quedó en parte reducido porque el Sporting se esmeró en las coberturas sobre él para crecer y madurar en el partido, ya con el balón en los pies, casi siempre al son de Roque Mesa. Llegó, por ejemplo, un centro de Pablo García para un Juan Otero que puso el pie, pero no la dirección, bola que le hizo cosquillas al poste pero por fuera. Otra, más clara todavía, fue de Mario, que en una contra pisó el área y ya ante Joan García -un portero de los pies a la cabeza- cruzó en exceso. Pero poco más. La pimienta, incluso tras el entreacto, estaba en el área rival. Porque cerrar a Braitwaite no era sencillo, menos en carrera. Se granjeó una ocasión con un disparo con rosca que no cogió portería por los pelos y participó en otra que resolvió Keidi Bare con un chut demasiado blandengue. Y hasta se inventó un remate a la remanguillé que solo el palo se atrevió a escupir. A Braithwaite, que era todo, el caviar y el langostino, la créme de la créme, solo le faltaba el gol.

Pero al Espanyol le valía con no encajarlo y este equipo sabe cantarle una nana a los partidos, cerrar los huecos y desdibujar al rival, siempre con Bare y Gragera gigantes en la tarea de zapa, espléndidos Cabrera y Calero en negar a los delanteros, y puntual Joan García y sus manoplas, como en esa parada en las postrimerías a un disparo lejano de Juan Otero. Por entonces, el cansancio ya había hecho mella y Manolo González tiraba de la rueda de cambios, piernas nuevas para explicar que a su equipo no se le tose. El Espanyol se quedó con uno menos en el descuento por una entrada a destiempo de Omar. El conjunto gijonés apretó de lo lindo cuando se amenazaba con cerrar el telón, más con sustos que con realidades, como así sucedió. El Sporting apenas se pronunció y el Espanyol comenzó a validar el cántico de su hinchada, ese que despidió la feliz noche en Cornellà... “Aleee, aleee; aleee, aleee. Nos van a ver volver, nos van a ver volver, nos van a ver volver; vamos a ascender”.

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