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SIEMPRE ROBANDO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Real ante el partido de las últimas veces

Si alguien en el Madrid cree que el Borussia Dortmund es inferior a la Juve, al Liverpool o al Atlético, la Champions está perdida

Modric abraza a Kroos, en la despedida del alemán del Bernabéu.
Modric abraza a Kroos, en la despedida del alemán del Bernabéu.Angel Martinez (Getty Images)
Manuel Jabois

“Confianza, pero no confiados”, gritaba Marcelo en el vestuario de Kiev, con 0-0 en el marcador. “Vamos a sufrir”, dijo Zidane en el descanso de Cardiff, entonces 1-1. De las cinco finales de Champions jugadas en la última década por el Real Madrid, en una llegó perdiendo por la mínima a los segundos 45 minutos (Lisboa), en otra ganando también por la mínima (Milan), y el resto (Cardiff, Kiev, París) empatando. Se acabaron ganando con una inmensa confianza en sí mismos (“nosotros sabemos que va a llegar, va a llegar y vamos a estar ahí”, decía Zidane en la final contra la Juve, todo recogido en los especiales de la televisión del Madrid) y también con una enorme capacidad de sufrimiento: “Hemos sufrido mucho en algunos partidos sin balón, pero es algo que sabemos hacer. Y lo más importante es que aprendes a sentirte cómodo así, aunque no sea fácil para jugadores como yo, que quieren el balón: hay que aceptar que hay momentos en donde no lo tienes y lo que hay que hacer es defender y explotar las contras o los errores del rival”, palabra de Kroos.

En algunos momentos de esas finales, y en muchos otros momentos de rondas anteriores en las que pasar de ronda parecía un sueño (PSG, City en dos ocasiones), lo que mejor hizo el Madrid fue renunciar a ser mejores en el juego para serlo en el marcador: adaptarse, sufrir, echarse atrás con inteligencia y, sobre todo, solidaridad (“más juntos, todos más juntos, cerca siempre un compañero”, Zidane en Cardiff). Ese rasgo tan humilde y poco orgulloso (somos el Madrid, no podemos dejar que nos dominen) que choca tanto con la fama del club y de sus aficionados, es una cuestión de principios ideológicos: en muchos clubes –para muchos entrenadores, más bien– el juego es un principio incuestionable, una línea roja: se gana y se pierde con él; en otros, en el Madrid, principalmente, ese principio es la victoria: se gana, y se discute el cómo. Hay tiempo para el espectáculo y hay tiempo para saber reconocer el daño del rival, recogerse y rearmar fuerzas, a veces incluso en el mismo partido; en 90 o 120 minutos hay tiempo para un juego primoroso y un juego especulativo y gris. Lo que ha hecho muy bien el Madrid todos estos años, con dos entrenadores parecidos a su manera (flexibles), es saber elegir cuándo desplegarse y cuándo replegarse. Es un equipo desacomplejado. Serlo con Kroos y Modric en la media es difícil, pero aún mayor que la grandeza que tuvieron estos años con el balón, lo fue cederlo y jugar sin él, y no levantar la voz. A sufrir se aprende, y cuanto más sepa sufrir uno, más sabe hacer sufrir al contrario.

Hay algo más, visible particularmente en las finales. El respeto al rival. Es imposible ganar de otra forma. Si alguien en el Madrid cree que el Borussia Dortmund es inferior a la Juve, al Liverpool o al Atlético, la Champions está perdida. Si durante el partido alguien se relaja, se acomoda o se distrae porque cree que el partido está encaminado, la final se pierde. Si en algún momento se cree que las 14 Champions del Madrid dan más puntos que una del Borussia, y que con esos títulos y la experiencia de ganarlos hay más camino recorrido, la final se pierde. Si por hacerlo tantas veces, en tantas finales y semifinales, en tantos cuartos de final, se cree que se va a hacer otra vez porque sí, la final se pierde. La historia la repite quien consigue olvidarla al menos durante 90 minutos, aunque en el fondo ayude: ayuda para estar alerta, no relajado.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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