Un afortunado Barcelona logra un triunfo agónico ante la Real
Un gol de Araujo en el tiempo añadido premia a los azulgrana, sostenidos por Ter Stegen durante todo el partido
Una jugada salvó un mal partido y el Barça no perdió sorprendentemente en el Reale Arena. Los azulgrana ni siquiera empataron, sino que ganaron con un cabezado de Araujo después de un centro templado de Gündogan. La victoria fue un regalo para un equipo desfigurado, extraviado e inferior a la Real. La indefinición azulgrana contrastó con la personalidad del equipo de Imanol. No se explica cómo a los donostiarras se les escapó un encuentro con el que se recrearon futbolísticamente, solo reducidos por Ter Stegen, el único azulgrana que compareció en San Sebastián hasta que Araujo se convirtió en Lewandowski. El marcador es un alivio para los barcelonistas a efectos de la clasificación de la misma manera que la confusión en el juego obliga a mantener el debate abierto por la derrota del clásico en Montjuïc.
El partido empezó con un pim pam pum en el área de Ter Stegen. Tres remates en dos minutos a los que el portero respondió con acierto para suerte de los erráticos Gavi y Koundé. El meta rechazó los tiros de Barrenetxea y Oyarzabal y contempló cómo el cabezazo de Merino salía a su derecha ante la expectación de los aficionados que llenaban el Reale Arena. Jugaba la Real de memoria, de manera fácil y agradecida, artesana en la concepción del juego y laboriosa en la defensa de la pelota, siempre solidaria ante un Barcelona diseminado y perdido, sin hilo de juego y reiterativo en las pérdidas de balón, entregado a Ter Stegen, nuevamente exigido al cuarto de hora por Take Kubo.
No se sabe qué pretendía el Barça. Xavi fue consecuente con su particular lectura optimista del clásico y mantuvo la alineación con tres centrales —Koundé sustituyó a Christensen— y sin extremos naturales —las bandas son para João Cancelo y João Félix— mientras Lewandowski sustituía a Ferran. Los azulgrana necesitan los goles del Pichichi. El polaco, sin embargo, estaba desconectado del encuentro, igual que los dos portugueses, mientras Barrenetxea atacaba sin parar la banda defendida por Araujo y Cancelo. La debilidad barcelonista por los costados era tan evidente como su falta de fútbol interior por la permeabilidad de los tres volantes que la semana pasada mantuvieron a raya durante una hora al Madrid.
No cesa el debate en el banquillo y en el vestuario desde la arenga de Gündogan, y en cambio el campo continuaba en silencio, vacío de fútbol, sin más consigna que la de resistir ante la superioridad de la Real. El alemán fue más elocuente en la tribuna de prensa que en la sala de máquinas de San Sebastián hasta la jugada del 0-1. La figura del medio centro ha perdido jerarquía en ausencia de De Jong. No se sabe quién manda en el Barça. No había pausa ni velocidad, y menos sincronización en un equipo volteado por un rival intenso, penalizado por su falta de pegada y el acierto de Ter Stegen. El volumen de juego de la Real se oponía al absentismo azulgrana, personificado en Cancelo y João Félix.
Los barcelonistas no se sostenían, caían en las áreas, también en la de la Real. Así reclamaron un penalti a Lewandowski y a João Félix en la misma jugada, la primera y la última que protagonizaron antes de alcanzar el descanso y escuchar las correcciones de Xavi. Los cambios se retrasaron un rato, seguramente porque el Barça compareció un poco más enfadado, como si quisiera disputar el partido, mejor en la presión que en la elaboración, incapaz de chutar a la portería de Remiro. El técnico quitó entonces al todavía convaleciente Lewandowski y a Fermín para recurrir a Ferran y Pedri. Ausente por lesión desde el 20 de agosto, el tinerfeño tardó en entrar en juego ante el arreón de la Real.
Volvió a la carga el equipo de Imanol, mientras que el de Xavi, casi siempre destensado, se apiñaba para sufrir en el área de Ter Stegen. El sufrimiento encontró su recompensa en un tramo final de un par de minutos, cuando apareció la luz de Pedri —asistió a Gavi ante un gran Remiro—, la mirilla de Gündogan y el arrebato de Araujo, el central convertido en ariete, para alcanzar la victoria en una jugada validada por el VAR ante el asombro de la hinchada del Reale Arena.
El 0-1 o el 1-0 vuelve a ser sinónimo de fortuna en el Barça, siempre a gusto en San Sebastián —cuatro victorias consecutivas—, un feudo en el que la Real no perdía desde febrero contra el Valladolid. Los resultados —a favor y en contra— no disimulan de todas maneras que al Barça está confundido, falto de juego y de gol, incapaz de crecer, sobrado de comentaristas y falto de futbolistas.
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