Suiza golpea a una Hungría muy floja en defensa
Embolo sentencia en el descuento un partido que los helvéticos dominaron casi de principio a fin
Sacó largo Yann Sommer para que el balón estuviera lejos de su área en los minutos finales; tocó mal de cabeza Willi Orbán, no confundir con Viktor, que hace cosas peores, y la pelota le cayó a Embolo, que iba perdiendo por el camino su vendaje en la pierna izquierda, lo cual no fue óbice, y mucho menos cortapisa, para que viera de reojo la salida desesperada de Gulacsi y levantara el balón con un delicioso y sutil toque por encima del guardameta para poner orden a lo que unos minutos antes había sido desconcierto en las filas de Suiza, que con el tercer gol encarriló su triunfo ante Hungría.
Fue ya en el descuento, cuando el equipo húngaro, que tuvo un cuarto de hora de lucidez y mucho tiempo de anarquía, trataba de asaltar a la desesperada el castillo suizo, y dejaba la defensa desprotegida. Un minuto antes había sido Amdouni quien pudo cerrar el partido, aunque se quedó sin ángulo después de sortear al portero, y en el 89, Aebischer cabeceó un córner que Peter Gulacsi sacó como pudo, con manos y pies.
La ofensiva húngara se había producido después de que Suiza, que había dominado sin paliativos todo el partido, sufriera un preocupante apagón, sobre todo por su derecha que le duró veinte minutos, en los que Hungría tuvo la ocasión de desbaratar todo lo que los suizos habían construido durante todo el resto del choque. Varga se convirtió en el enemigo público número uno de los suizos, con un gol y un par de acciones en las que rozó otro más.
Antes de ese periodo de chispa húngara y bajón helvético, el partido había sido muy diferente. Enseguida se dio cuenta Suiza de la falta de solidez defensiva de Hungría. Blandos los centrales, permeables los laterales, entre Vargas y Aebischer se las ingeniaban para plantarse dentro del área y sembrar el pánico. No se había cumplido el cuarto de hora cuando el segundo combinó con Duah, que se movía a sus anchas en horizontal, por delante de la despistada zaga rival, y que se plantó ante el guardameta para inaugurar el marcador. Hubo banderín en alto, desautorizado por el VAR, y celebración suiza en diferido, sino de los tiempos modernos del fútbol. Otro error defensivo de Hungría, que le regaló la pelota a Vargas, pudo acabar de nuevo en la red, pero su disparo se estrelló en el portero, que empezaba a acumular trabajo.
Suiza dedicó el resto de la primera parte a esperar tiempos mejores, sin que Hungría respondiera de ninguna manera, y los halló en el descuento, cuando Aebischer recibió al borde del área, y sin ninguna pierna rival alrededor, remató fuerte y ajustado al palo para aumentar la ventaja.
En vez de la esperada salida en tromba de Hungría en la segunda parte, sus futbolistas siguieron igual de blanditos en los primeros minutos, en los que Suiza pudo elevar la diferencia con dos ocasiones claras nada más regresar al campo. Jugaban los suizos de forma inteligente, presionando en medio campo y robando muchos balones a unos centrocampistas húngaros que temblaban como flanes, pero como el fútbol es imprevisible, un par de acciones húngaras estuvieron a punto de cambiar el guion.
Siempre por la izquierda, donde detectaron el agujero negro de la retaguardia suiza, los centros laterales a la cabeza de Varga se multiplicaron. El primero salió fuera por centímetros; el segundo acabó en la red de Sommer dos minutos después. Fue Szoboszlai quien asistió con precisión para el cabezazo en plancha del delantero centro, ganándole el espacio al central.
Llegaron minutos de incertidumbre para Suiza, que se arriesgaba a perder el botín por ese desgarro en la zona derecha de su defensa, pero los cambios de Murat Yakin fueron revitalizantes. Perdió fuelle Hungría al final; llegaron las ocasiones suizas cuando se volcaron los magiares en ataque, aunque sin eficacia, y apareció Embolo para aprovechar el regalo de Orban –no confundir con Viktor–, y poner las cosas en su sitio.
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