Un día veremos un Tour con bicis eléctricas
La soledad y el aislamiento del lado norte de Irati permite perderse en ensoñaciones ciclistas
Tenía 15 años y trabajaba de ayudante en Ciclos Récord, una tienda de bicicletas que ahora es una farmacia y donde Ángel Saiz era un verdadero artista reparando todo tipo de piezas, rotas, torcidas y de aspecto irrecuperable. Creo que hoy ya no se repara, se cambia. Un día, su escaparate lucía un póster nuevo que mostraba una escena que me dejó perplejo: dos chicos y una chica en plena montaña cruzaban un río montados sobre unas bicis que jamás había visto antes. Y se reían. Estudié la foto bajo todos los ángulos posibles y entré en el comercio preguntando a gritos qué demonios era eso del mountain bike. ¿Realmente era posible montar en plena montaña, lejos del asfalto? 35 años después, me veo ante un nuevo escaparate, descubriendo un mundo en constante mutación a rueda de una industria que no deja de reinventarse para que todos encuentren su herramienta deseada. Y para vender, claro. Los ciclistas profesionales de carretera no querían discos de freno. Los llevan todos. No querían cambios electrónicos. No se escapa ni uno. Tampoco sé si querían que sus maillots, coulottes y calcetines creciesen tanto, pero ahora las mangas casi tapan el codo, el coulotte casi toca la rótula y los calcetines, ay, los calcetines, son prácticamente medias de montañista. Todo esto ¿para qué? En nombre de la aerodinámica, dicen los entendidos. Todo tiene que ir tan pegado que aquí incluso, en la Transpyr, parecemos butifarras: no sé qué beneficios aerodinámicos podemos obtener cuando empujamos la bici o nos arrastramos por el barro. Eso sí, puedo asumir que el maillot me comprima hasta los pensamientos, pero jamás llevaré esos calcetines infinitos. Son un espanto, por mucho que Antonio Alix (tampoco él los usa) me sugiriese que algunos defienden que estiliza el gemelo.
Así que ahora ya no se usan dos platos sino uno, los piñones de la rueda trasera parecen sacados de una vajilla, las ruedas han crecido, hay bicis rígidas, dobles, de enduro, eléctricas, de gravel, de ciclocross, amén de las de toda la vida. Los más fanáticos tienen dos y hasta tres monturas, cada una para la ocasión pertinente. Y el conjunto es sumamente divertido. Ocurre que existen enormes prejuicios respecto a las bicis eléctricas, y yo era el primer desinformado: esperaba que Orbea me prestase una moto disfrazada de bici, pero al entregarme un modelo bautizado como Rise me explicaron, en tono tan suave que casi no acerté a entenderles, que no me entregaban una moto sino una bicicleta pensada para ciclistas… que exigía de estos la mejor de las actitudes para dar a los pedales y beneficiarse de la ayuda extra. También me aseguraron que el director de innovación de la firma vasca tuvo que hacer cuatro viajes a Japón para convencer a Shimano de que hiciesen este tipo de motor. En Japón, al parecer, cuando dicen sí puede ser no. No obstante, miré a mi alrededor buscando entre su colección una eléctrica más potente con motor Bosch (era el que más me sonaba), pero no hubo manera. Así que hoy, durante la segunda etapa, después de dejar descolgados a los líderes de la prueba (los que llevan bicis convencionales o musculares o pulmonares), me han dejado tirado mis compañeros eléctricos después de explicarme muy amablemente que la mía es lo más parecido a una bici muscular en eléctrico y que su pequeño motor no tenía nada que hacer frente a los suyos. Total: me miran un poco mal los musculares cuando les adelanto y soy un paria en el reino de lo eléctrico. En la Transpyr, para no generar agravios ni suspicacias, se nos pide a los eléctricos que tengamos un comportamiento cívico para los musculares: cederles el paso, no atropellarles, no ser arrogantes… pero nadie nos borra la sonrisilla cuando descolgamos a los pobres que pedalean sin más ayuda que sus geles y barritas.
Viendo el innegable peso de la industria del sector y después de horas de jugar con el administrador de potencia del motor de mi Orbea Rise para nunca quedarme sin batería, se me ocurre que puede que lleguemos a ver un Tour que prescinda para siempre de los musculares para dar paso a los eléctricos. Podría ser la reinvención del ciclismo, como si fuese la Fórmula 1: una batería extra a administrar esperando en un punto determinado, una potencia a gestionar: no solo habría que pedalear, sino saber cómo ahorrar la energía propia y la que regala la bici. A la estrategia ciclista se le uniría la logística, la gestión de las ayudas. Claro, todas las máquinas deberían tener la misma potencia y tendría que haber controles para cazar bicis trucadas, amén del antidopaje clásico, por supuesto. “Ni en broma. No creo que eso llegue nunca”, se ofusca Antonio Alix. Solo la idea le produce arcadas, pero es porque es un purista. Desconoce el tesón de los fabricantes…
Un compañero periodista me dijo ayer que no podía esperarse épica alguna en mis crónicas, dado que había cometido el sacrilegio de participar montado en una eléctrica. Podría haberle contestado que en un concierto alguien llamó Judas a Bob Dylan cuando dejó lo acústico para abrazar a lo eléctrico, o que ya no estoy para pasar seis o siete horas con la nariz pegada al manillar, sacudido por los calambres y sin fuerzas para ver lugares como los que hemos disfrutado hoy. Como ejemplo, la parte norte de la selva de Irati, uno de los hayedos más espectaculares de toda Europa. Del lado francés, la masa forestal pierde vigor y permite deleitarse con un sinfín de cimas, collados, y valles custodiados por el pico Orhi. Huele ya al centro del Pirineo. Desaparecen las casas, las granjas quedan muy diseminadas, solo las vacas y las ovejas actúan como espectadores desapasionados y uno puede sentir el aislamiento de estos lugares de un verde clorofila. En consecuencia, el regreso a la civilización, a la meta de Oloron, casi escuece por mero contraste.
La bicicleta fue mi mejor regalo de niño. Y muchos consideran que proporciona la mejor manera de viajar, puesto que permite avanzar a buen ritmo y detenerse a contemplar u observar con serenidad. En algunos países europeos es un medio de locomoción de referencia. Nunca se han vendido tantas bicis en España como en 2020 y 2021, cosas de la pandemia. El mercado ciclista español facturó 2.888 millones de euros en 2021, pero perdió un 6% de sus ingresos en 2022. En 2021 se vendieron en nuestro país 1.571.368 bicis, de las cuales el 38,7% fueron bicis de montaña y el 14,2% eléctricas… Pero un informe reciente emitido por la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE) anuncia un serio retroceso del sector en 2023 y 2024. En 2021 se contaron 23.221 trabajadores en el sector de la bici, pero según las estimaciones se podrían perder entre este y el próximo año 3.380 empleos de la mano del cierre de 400 de las 3.028 tiendas que existen en nuestra geografía. AMBE reclama al Estado ayudas directas de al menos 33 millones de euros anuales para la compra de bicis y de 127 millones para alcanzar los 25.000 empleos en el sector. Con esto, medio millón de personas podrían adquirir bicis para sus desplazamientos diarios, algo en línea con los deseos jamás cumplidos de reducir las emisiones de CO2.
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