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Bittner derrite a los ‘sprinters’ en la quinta etapa de la Vuelta a España

En una jornada marcada de nuevo por el calor, el checo, de 21 años, se impone en un final de ‘fotofinish’ sobre Van Aert y Groves

Bittner Vuelta a España
Pavel Bittner (i) logra su victoria en la quinta etapa de la Vuelta a España sobre Van Aert (d).Javier Lizón (EFE)
Jordi Quixano

Bajo un sol abrasador, aguardaba Sevilla la llegada masiva del pelotón, allá donde refulgía la majestuosa Torre del Oro, donde se elevaba la imponente Maestranza y donde fluía con parsimonia el imperial río Guadalquivir, que refugiaba a varios barcos atracados, incluso una réplica del navío que valió para completar la vuelta al mundo por el marino Juan Sebastián Elcano. Por ahí llega la serpiente multicolor; por ahí arranca un puñado con pedaladas a lo Hulk; por ahí se desprenden hacia los costados los lanzadores; y por ahí se disputan el triunfo el elenco de los escogidos, los que se separan de su sombra. Son Groves (Alpecin), Bittner (DSM) y Van Aert (Visma). Pero solo el checo Pavel Bittner fue capaz de derretir al pelotón; el menos esperado, el que aclaró que con 21 años ya tiene un sitio entre los mejores hombres bala de la Vuelta.

Da la sensación de que en esta Vuelta solo hay dos equipos que están dispuestos a alegrar la carrera, los únicos que no miran el termómetro -de nuevo jornada abrasiva que rondó los 40 grados- ni por sus líderes sino por responder y justificar con creces a la invitación de la organización, equipos de segunda que se codean con la élite. Kern Pharma y Euskaltel, Euskaltel y Kern Pharma. A cada semáforo en verde se activan como un resorte, empecinados siempre en poner a algún corredor en fuga, éxito a cada jornada porque no han faltado a la cita hasta el momento. Ninguno, en cualquier caso, como Ibon Ruiz (Kern Pharma), que ya suma tres escapadas, el hombre desapegado al pelotón, el que aspira al corredor combativo de la Vuelta. Porque otra cosa, ahora que el ciclismo está medido al dedillo, no. Con él, a su vera, dando generosos relevos, sudando la gota gorda, también preocupado por mostrar a los patrocinadores en la época dorada del ciclismo, corre Txomin Juaristi (Euskaltel). Sigan, sigan.

Pero era una aventura con fecha de caducidad, un imposible con el descorazonador calor. Al igual que los olivos, repleta la tierra por donde transcurre el pelotón camino del barrio sevillano del Arenal, los ciclistas reclaman agua para soportar las altas temperaturas que azotan a la sesera y, de paso, ralentizan la carrera. Agradecen todos la solidaridad de los lugareños -bomberos en algún caso-, que al atravesar los pueblos sacan la manguera para refrescar a los ciclistas; necesitan, también, a la querida figura del aguador, ese que baja a repletarse de bidones para repartir como buen hermano o gregario; y encuentran alivio en las improvisadas medias repletas de hielo que se ponen a la espalda. ¡Qué gusto! Remedios caseros, felicidad momentánea. Como la de los fugados, que vieron terminar su aventura, de Fuente del Maestre (Badajoz) a Sevilla, a falta de 37 kilómetros. La etapa en la casilla de salida y todos a una para poder lanzar a su sprinter.

Volcada la ciudad con la carrera, riadas de gente para alimentar la voracidad de los que no miran atrás cuando aprietan el botón del hiperespacio, también para aplaudir a Doull y Rui Costa (EF) -tuvo que abandonar la carrera- tras sufrir un topetazo por culpa de un bache inesperado, la etapa se resolvió en pocos kilómetros y en apenas unos segundos. Lo que duró el sprint final. Sucedió que a Groves le pesaron las piernas por una vez. Ocurrió que lo vio Van Aert, que arrancó el primero, que pensó que ya nadie le cogería la estela. Y pasó que se equivocó de pleno, ya que Bittner, lozano él, tropecientos mil vatios y disparada la adrenalina, resolvió la contienda con el fotofinish, un sprint para enmarcar y, de paso, para situarle entre los más rápidos de esta Vuelta.

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