Sorprendente victoria de Soupe en el ‘sprint’ de la Vuelta a España en Oliva
El francés se impone en una etapa de relax la víspera de afrontar la DANA y dos duras etapas en el Sureste, Xorret de Catí y Caravaca, el fin de semana


Indolente y relajado como el verano que acaba, el pelotón baja suave de la montaña de Teruel a la costa y entre cañaverales y lagunas desciende por la ribera interminable del golfo de Valencia como empujado, y a la misma velocidad, sin bulla, por la corriente marina que de norte a sur lleva a las playas, y la criba con sus olas, la arena del delta del Ebro, tan fina. Cargado de arena del Sáhara, el viento del suroeste que allí llaman llebeig, choca de cara con los ciclistas, que no se ofenden. No pelean. Ocupan tranquilos todo el ancho de la carretera nacional, arcenes incluidos. Bajan la velocidad, que reservan para el frenesí de los últimos kilómetros, callejeo hacia la playa, curvas insidiosas, caídas inevitables y sprint.
El peor de entre los caídos, el jovencito neerlandés Thymen Arensman, líder del Ineos desgraciado (Geraint Thomas se cayó también), que acabó la etapa en ambulancia.
El mejor de entre los sprinters, tan pocos, tan oscuros, tan precavidos en la última curva, fue un no sprinter, el arriesgado Geoffrey Soupe, un francés de 35 años, negra barba de ogro que en 13 temporadas de profesional no ha obtenido ni media docena de victorias. Antes de la etapa de la Vuelta, inesperada y sorprendente para él mismo, la mejor, este año, el Tour de Gabón, conocido como La Tropicale Amissa Bongo. El segundo, a media rueda, fue un sprinter verdadero y campeón de Venezuela, Orluis Aular, lanzado espléndida y arriesgadamente por su compañero del Caja Rural David González.
Todo es moderno en el deporte más antiguo. El Pico del Buitre dibujó el jueves una Vuelta de jóvenes y de Jumbos, como le gusta a la afición que tanto quiere a Sepp Kuss, sonriente bebedor de champagne a morro en el podio, e ingenuo escalador, una golondrina libre, que dice que va tan bien que hasta disfruta viendo el paisaje; un ambiente dominado por imberbes como el líder de rojo Lenny Martínez, Juan Ayuso o Cian Uijtdebroeks y por un equipo tan fuerte que, empeñado en ordeñar la imaginación táctica hasta dejarla sin gota, nunca parece equivocarse.
El fin de semana del Xorret de Catí, junto a Villena, Alacant, el sábado, y el Alto descarnado de Caravaca de la Cruz, el domingo, el pelotón no sabe a quién temer más, a la DANA (depresión aislada en niveles altos de la atmósfera, madre de la gota fría) que llega y que se anuncia terrible, tormentas devastadoras, en la diagonal Madrid-Murcia, a los montes o al trío Kuss-Roglic-Vingegaard, que somete a todos en la Vuelta a uno de los tratamientos que en el Tour les ha permitido acabar dos veces con el mejor ciclista del mundo, Tadej Pogacar, ausente en España. “Estamos muy nerviosos pensando en la gota fría”, reconoce Mikel Landa, sexto en la general, a 1m 58s de Lenny Martínez.
Los del Jumbo sorprenden tanto cuando se mueve a cañonazos ruidosos como cuando parecen sus mejores corredores diluirse en el pelotón, invisibles, inexistentes, siempre peligrosos. Apuntan a Lenny Martínez, que, tímido y sonriente, muy callado, cuenta que no sabe ni una palabra de español aunque su abuelo sea de Burgos, que le encanta que su familia esté contenta gracias a él y que sí, es escalador, pero no cree que pueda defender su liderato ante un Jumbo tan potente. “No tengo tanto equipo”, dice el francés de Cannes, con Kuss echándole el aliento a 8s en la general. “De todas formas, creo que tengo suficiente ventaja [Evenepoel, sediento siempre, está a 2m 47s] para mantener el maillot de mejor joven”.
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