“Djokovic no es un tipo fácil, tiene la mente de un genio”
El serbio, de nuevo número uno, apunta decidido a Wimbledon mientras su técnico, Ivanisevic, subraya su “perfeccionismo” y su envergadura a cinco sets
Especialista en navegar en aguas revueltas, Novak Djokovic se consagra definitivamente como el gran predador de la raqueta. A un lado Roger Federer —retirado desde septiembre del año pasado— y próximo a dar el paso Rafael Nadal —¿habrá un último baile en 2024?—, el serbio ya gobierna en solitario su deporte y se extiende en el discurso a pie de pista, porque aquí no suena la musiquita que apremia e invita a cerrarlo, como en los Goya. “Perdón, pero quiero decir unas palabras más…”, se disculpa el campeón, que se acuerda de su equipo, de sus familiares y allegados, del homenajeado Yannick Noah —40 años del último ganador local—, de los futbolistas que han acudido a ver el último episodio del torneo (Ibra, Mbappé, Giroud...) y de su país, por supuesto. “¡Serbia!”, finaliza el parlamento.
Atrás queda ese mensaje estampado en pleno torneo, ese “Kosovo es el corazón de Serbia, basta de violencia” que algunos sospecharon que podía acabar desestabilizándole. Nada más lejos de la realidad. Ni atisbo de torcerse, pese a que su juego no fuera el más espléndido en las primeras rondas —sin ceder un set hasta la penúltima, eso sí— y a que las señales iniciales fueran las de un competidor resignado. “No he tenido demasiado éxito durante la gira sobre tierra [saldada con sus peores registros]. Por resultados y forma, el favorito es Alcaraz”, decía en la antesala, acompañando la afirmación de una coletilla. Su as en la manga: “Pero ya saben, esto es un Grand Slam, cinco sets, tengo experiencia y nunca se sabe…”.
Y, efectivamente, una vez más, como ya sucediera en el Open de Australia a comienzos de año, prevaleció él. Se queda solo Nole y logra el hito precisamente en París. “No es una coincidencia que lo haya conseguido aquí. Es el torneo que más me ha costado durante mi carrera, así que estoy muy emocionado”, señala. “Todos los jugadores sueñan con ganar un Grand Slam y yo lo he hecho 23 veces, es increíble. Yo era un niño de siete años que soñaba con ganar Wimbledon, estoy más que agradecido por lo que he conseguido. Siento que he tenido el poder de crear mi destino”, dice en ese tono místico que emplea con frecuencia, “así que quiero decirles a los jóvenes que olviden el pasado y que, si quieren un futuro mejor, crean en ello”.
Coincidiendo con sus palabras, recibía la felicitación de Rafael Nadal desde Manacor. “El 23 es un número en el que hace tan solo unos años era imposible pensar, ¡y lo lograste! Disfrútalo con tu familia y equipo”, le dedicó el mallorquín, al frente de la gran carrera histórica desde que se coronase el año pasado también en París. Sin embargo, el balcánico triunfó después en Wimbledon y este curso ha dado otros dos bocados, sin que mengüe lo más mínimo su ambición. El 3 de julio comienza el grande británico, donde ha triunfado siete veces y en donde tendrá la oportunidad de igualar el récord de Roger Federer, el señor de la hierba. “Él y Nadal han ocupado mucho mi mente durante los 15 últimos años, pero solo en el sentido profesional, ¿eh?”, bromea; “con ellos he tenido la mayor rivalidad de mi carrera y me han hecho el jugador que soy”.
La fe y el legado
Siguiendo los pasos del suizo, Nole no se ejercitó el día previo a la final —“no se me va a olvidar golpear la bola”— y regresará unos días a casa antes de emprender la defensa del título en Londres. Lo hará instalado en la cima, por primera vez. “No quiero decir que soy el más grande”, transmite delante de los periodistas, con un 23 sobre la pechera y uno de sus agentes al costado, “porque sería una falta de respeto hacia los grandes campeones que hemos tenido en las diferentes épocas. Siento que cada uno ha dejado una gran marca, un legado, así que este tipo de debates son para otras personas. Tengo una gran fe en mí mismo y en todo lo que hago, y este trofeo confirma la calidad de tenis que todavía soy capaz de producir”.
Djokovic define a Ruud como un profesional modélico e insiste en su apetito de cara a lo que está por venir. Departe relajado, pero anticipa el mensaje de que su obra está incompleta y que pese a la ascensión de la última hornada de jugadores, con Alcaraz, al frente, está preparado para defender su estatus. ”Por supuesto, el viaje aún no ha terminado. Sigo ganando Grand Slams, así que, ¿cómo va a terminar? Llevo 20 años de carrera, pero siento que sigo motivado e inspirado para jugar mi mejor tenis en este tipo de torneos, que son los que más cuentan en la historia de nuestro deporte. Ahora ya estoy deseando que llegue Wimbledon. Sé que la mayoría de los chicos sienten mucha presión al jugar al mejor de cinco sets en un Grand Slam contra mí, y así es exactamente como quiero que se sientan”, concluye el de Belgrado. Hambriento e insaciable como pocos.
Así lo describe su preparador, Goran Ivanisevic. “Es un perfeccionista, siempre quiere algo más. Se despierta, te llama y de tice: ‘el revés ayer no me funcionó bien’. Y para nosotros era perfecto. Si no es el revés, es el saque, pero el caso es que todos los días es algo. Tiene una mente de genio, y siempre hay algo que falte para él”, destaca el croata, objetivo en muchas ocasiones de la ira de su jugador. En este último episodio, más gritos. “Novak no es un tipo fácil, digámoslo así. No es un tipo fácil”, repite el técnico, campeón de Wimbledon en 2001; “pero para eso estamos aquí, para poner la espalda y recibir golpes. Estamos aquí para que se sienta mejor y rinda mejor. A veces no es fácil, de hecho es complicado. Nos tortura, nos arranca las uñas; muchas más cosas, no puedo decíroslo... Pero todavía estamos aquí, seguimos vivos”, bromea en la sala de conferencias.
Antes de cerrar, el preparador reivindica a su jugador. “La gente decía que no tenía ninguna posibilidad contra Alcaraz en las semifinales, pero, ya se sabe, este es Novak: cuando le dices que no tiene posibilidades, entonces tiene el triple de hambre”, apunta. “Fue extraño. No puedes decir que Alcaraz es favorito contra Novak, que había jugado 33 finales de Grand Slam y había ganado 22. Alcaraz es el próximo gran jugador, es increíble y no sé cuántos Grand Slam ganará, pero no se puede decir eso. Sí, jugó mejor antes, pero esto es un grande, esto son nervios; vimos lo que le sucedió en el tercer set... Y Novak lo sabe, Novak espera. Como dijo Roddick: ‘Él lee, toma tus piernas, toma tu alma, cava tu tumba, tienes un funeral y estás muerto. Adiós y gracias por venir”, finaliza Ivanisevic.
CASPER RUUD, EL FINALISTA ERRANTE
Astuto en el primer parcial, prolongando los peloteos y tratando de enredar, Casper Ruud pagó cara la precipitación. El nórdico perdió el temple del principio y, en consecuencia, cedió otra final de un Grand Slam. El curso pasado cayó contra Nadal en París y después contra Alcaraz en Nueva York, y esta vez se topó con la enorme dimensión de Djokovic.
“Empecé bien, con un buen plan, y él cometió algunos errores”, introdujo el noruego, “pero luego encontró su ritmo y dio un paso adelante, como si supiera exactamente cuándo debía hacerlo. No es la primera vez, por eso ha ganado 23 grandes. Hace que cada punto sea muy difícil. Estoy seguro de que aspira más y de que todavía no ha acabado”.
En franca progresión, Ruud es el número cuatro del mundo, pero tras las derrotas mencionadas pesa sobre él la estadística: únicamente el australiano Tony Roche cedió en sus tres primeras grandes finales durante la Era Abierta del tenis, a partir de 1968. En cualquier caso, su evolución se adereza con su presencia en las finales de Miami –contra Alcaraz, el ejercicio pasado– y la Copa de Maestros –también ante Djokovic–.
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