La receta europea contra el racismo en el fútbol: visibilidad y prevención
El plan de acción de la Premier League ha logrado en un año que aumenten las denuncias un 41%
El racismo difícilmente se erradica con un eslogan, ni siquiera con el poderoso gesto de hincar la rodilla, surgido a raíz del movimiento Black Lives Matter e incorporado durante meses por decenas de jugadores de la Premier League inglesa al principio de cada partido. Y aunque las recomendaciones de la FIFA son unas, no todas las ligas europeas aplican el protocolo con la misma severidad. Hay países como Inglaterra o Francia en los que las leyes permiten ser más contundentes.
Como ejemplo, el de la Premier, que en febrero de 2021 lanzaba una iniciativa completa para erradicar el odio en la competición: No Room for Racism Action Plan (Plan de Acción No hay Espacio para el Racismo). Cuatro meses después, en un torneo diferente pero con los mismos deportistas, la Unidad Policial para el Fútbol del Reino Unido (UKPFU, en sus siglas en inglés), recibía más de 600 denuncias de abusos racistas en las redes. Marcus Rashford, Jadon Sancho y Bukayo Saka fueron la diana de la avalancha de odio y rabia surgida tras la fallida tanda de penaltis en la final de la Eurocopa 2020 (jugada un año más tarde por la pandemia) que enfrentó a Inglaterra contra Italia.
La competición inglesa ha vivido episodios de racismo de una crudeza extrema desde hace décadas. La organización ultraderechista Frente Nacional ya acosaba en los setenta a jugadores como Laurie Cunningham, Cyrille Regis o Brendon Batson. “Salíamos del autobús y allí nos estaban esperando. No teníamos seguridad y lo pasábamos mal. Atravesada la entrada para jugadores, había escupitajos en mi chaqueta o en la camisa de Cyrille. No protestábamos ni decíamos nada. Lo aguantábamos sin más”, explicó en 2014 en The Guardian Batson, el exjugador del West Brom.
Las leyes contra este tipo de actuaciones fueron mejorando con los años. La Ley de Orden Público de 1986 o la Ley de Espectadores de Fútbol (1989) crearon nuevos tipos de sanciones, como la prohibición, temporal o permanente, de entrar al campo para los aficionados amonestados. La Ley de Desórdenes y Ofensas en el Fútbol de 1991 eliminó incluso la exigencia de que los cánticos o gritos racistas “fueran realizados de forma conjunta por dos o más personas”, y pasó a sancionar directamente los comportamientos individuales. Pero la aplicación de esta batería de leyes se quedó muy corta, debido en gran parte a las dificultades para demostrar con pruebas el supuesto delito. Entre las temporadas 2010-2011 y 2018-2019 apenas se produjeron 24 detenciones.
Dos factores han acelerado la necesidad y la intensidad de la lucha contra el racismo en los campos. Por un lado, la aparición de las redes sociales aumentó exponencialmente la catarata de insultos hasta hacerlos insoportables. En febrero de 2021, la Asociación de Fútbol inglesa, la Premier League y la organización antirracista Kick It Out reclamaron a Jack Dorsey, entonces director ejecutivo de Twitter, y al dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, que hicieran un mayor esfuerzo por ofrecer ”protección básica” frente a los abusos en las redes.
Por otro lado, la Premier comprendió finalmente que no podía quedar exclusivamente en manos de los clubes la educación, la lucha y la sanción frente al comportamiento racista. El plan No Room for Racism, con sus luces y sus sombras, ha supuesto un avance importante, pero claramente insuficiente: “Hemos visto avances en los últimos 12 meses a la hora de luchar contra la discriminación o de crear más oportunidades para jugadores y entrenadores procedentes de grupos con escasa representación el fútbol profesional”, admitía al año de la puesta en marcha del plan Darren Moore, del Grupo Asesor para Participantes Negros de la Premier. “Pero necesitamos que todo el mundo participe. Bien a través de programas educativos o denunciando la discriminación”, reclamaba Moore.
Las estadísticas que cada año publica la organización Kick It Out señalan que, durante la temporada 2021-22, aumentaron en un 41% el número de denuncias realizadas por aficionados que habían presenciado en persona comportamientos abusivos.
Los jugadores de la Premier tomaron la decisión conjunta, en la actual temporada, de dejar de hacer el gesto de hincar la rodilla al principio de cada partido. Reservaron su simbolismo para encuentros o fechas señaladas. La Premier llegó a elaborar un vídeo explicativo del gesto, para que los clubes decidieran si lo emitían antes de cada partido. Algunos grupos de aficionados abucheaban a los jugadores que hincaban la rodilla, si bien es cierto que una inmensa mayoría de aplausos logró acallarlos en muchas ocasiones.
Francia, como Inglaterra, tiene un arsenal legislativo variado para reprimir el racismo en los estadios deportivos. La ley de 1881 sobre la libertad de la prensa, modificada múltiples veces desde entonces, prevé una pena de un año de prisión y 45.000 euros de multa para quien pronuncie injurias raciales por motivo de su pertenencia a una etnia, nación, raza o religión. Al mismo tiempo, el Código Deportivo, en su artículo 332, contempla un año de prisión y una multa de 15.000 euros para quien incite a los espectadores al odio contra el árbitro, un jugador, o cualquier persona o grupo. Llevar pancartas, insignias o símbolos racistas está castigado con las mismas penas. Las personas condenadas pueden ver prohibido el acceso a los estadios durante cinco años. En 2019, además, la Liga de Fútbol Profesional y la Liga Internacional contra el Racismo y el Antisemitismo (LICRA) abrieron una web para que víctimas y testimonios denunciasen de forma anónima actos de racismo, antisemitismo, sexismo y homofobia, informa Marc Bassets.
Avisos por megafonía
El protocolo para impedir actos de racismo en los campos de fútbol italianos prevé, tal y como ordena la FIFA, que, en caso de producirse, el speaker del estadio lance un aviso, como ocurrió en Mestalla. Si dicha advertencia no tiene efecto, el árbitro puede interrumpir el partido. Luego puede reiniciarlo, pero también volver a suspenderlo definitivamente si los insultos persistiesen. La realidad, sin embargo, es que casi nunca se recurre a esta medida, informa Daniel Verdú.
Los dos casos más sonados recientemente afectaron a Romelu Lukaku, del Inter, y Dusan Vlahovic, de la Juve. El primero aguantó los coros racistas de la curva de los turineses durante todo el partido. Pero el jugador belga fue a celebrar un gol debajo de los ultras y fue sancionado por provocación. La Federación, en un acto sin precedentes, le amnistió porque su celebración venía precedida de actos racistas. El serbio Vlahovic sufrió algo parecido en el campo del Atalanta, donde los aficionados le llamaron “gitano”. El delantero se dio cuenta y se lo comunicó al árbitro, que no suspendió el encuentro. Al final, él también celebró ante los aficionados rivales y fue sancionado. Pero el tribunal deportivo clausuró la grada de los ultras del Atalanta.
Alemania, por su parte, se toma muy en serio el racismo en los estadios, donde hace años que es raro ver este tipo de comportamientos. El Mundial de Alemania, en 2006, fue el primero en el que se exhibió una pancarta con la frase Say no to racism (di no al racismo). El último incidente sonado, que desató una enorme indignación, se produjo en febrero de 2020, cuando desde la grada del Schalke 04 insultaron con gritos imitando a los de un mono al defensa del Hertha de Berlín Jordan Torunarigha. El equipo avisó al árbitro, que no paró el partido, pero a posteriori la Federación Alemana de Fútbol multó al Schalke con 50.000 euros. Al año siguiente, los jugadores de la selección se retiraron inmediatamente de un partido amistoso con Honduras de preparación para los Juegos de Tokio por un comentario racista también contra Torunarigha, escribe Elena Sevillano.
Los árbitros aplican también el plan de tres pasos recomendado por la FIFA, aunque en Alemania a nadie le tiembla el pulso. En la 2021-2022 se suspendieron 911 encuentros en todas las categorías, cifra récord, por incidentes violentos o de discriminación. El foco no se pone únicamente en las sanciones, sino también en la prevención. Clubes y asociaciones de hinchas organizan campañas para luchar contra el racismo. De este tipo de medidas depende la concesión de licencias.
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