El Inter revive ante el Benfica y ve la semifinal en el horizonte
El cuadro italiano maniata al portugués y logra una ventaja de dos goles en su visita a Lisboa
Quinto clasificado en la Serie A, donde ha sumado un punto entre sus cuatro últimos partidos, el Inter revive en la Champions, competición en la que se ve a una altura que pocos aguardaban y con una clara oportunidad de transitar incluso hasta la final de la Champions a través de un cuadro que le abre la opción de una semifinal ante Milán o Nápoles. En Lisboa derrotó al Benfica (0-2) para cobrar ventaja en una eliminatoria a la que no llegó como favorito, pero en la que por ahora impone el peso de la camiseta, aunque sea ese impersonal terno amarillo que lució en el Estadio da Luz.
Con todo, hay clásicos que perviven. En un duelo que partió con demasiada tensión y pocos riesgos, el Inter se manejó con la lucidez que se le supone por historia y tradición, hasta el punto de que dio la impresión de que jugó siempre a lo que quiso ante un rival incapaz de exponer sus valores. El Benfica es un equipo agradable de ver, osado y vertical que dejó pasar medio partido entre dudas sobre si quería ser jinete o caballo. Al regreso del descanso pareció echarse a galopar. Fue entonces cuando el Inter le frenó en seco con un gol que salió de la nada, de una incursión del central Bastoni al que poco caso se le hizo hasta que sacó un centro excelente a un área bien cargada por la delantera interista. Barella cabeceó a la red.
El Benfica apenas encontró espacio para revolverse. Su producción en ataque no pasó de tibia, maniatado para apenas dejar caer durante los primeros tres cuartos de partido un leve remate de Rafa Silva y un centro de João Mário ante el que pifiaron primero Grimaldo, siempre llegador, y después Aursnes. Y atrás sufrió para contener al Inter, que ya en ventaja en el marcador tuvo ambición y encontró premio con un gol de penalti de Lukaku tras alerta del videoarbitraje para castigar una imprudencia de João Mário, que acudió a tapar un centro al área sin pegar los brazos a la espalda tal y como mandan los cánones contemporáneos.
Roger Schmidt no encontró la manera de reactivar a su equipo. Tacañeó con los cambios. Hasta el punto de que Guedes y Musa se quedaron en la banda sin entrar cuando el partido caminaba hacia su fin y una ocasión postrera de Gonçalo Ramos que detuvo Onana. La decepción se instaló en el benfiquismo, ilusionado como estaba con una Champions que queda a expensas de un milagro en Milán.
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