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Muguruza sigue sin encontrar la luz

La española, que no gana desde septiembre, cede en el estreno de Melbourne contra Mertens (3-6, 7-6(3) y 6-1), cae más en el ‘ranking’ y no logra desbloquearse

Muguruza se refresca con una toalla durante el partido contra Mertens.
Muguruza se refresca con una toalla durante el partido contra Mertens.WILLIAM WEST (AFP)
Alejandro Ciriza

Por mucho que el hombre con la bandera de Venezuela se despepite intentando reanimarla desde el último anillo –”stay in the game, Garbiñe, stay in the game!”–, ya no hay posibilidad de retorno. Muguruza va a claudicar ante la belga Elise Mertens, que en los dos duelos previos entre ambas no había podido con ella, y vuelve a decir adiós demasiado pronto, de nuevo en la primera ronda: 3-6, 7-6(3) y 6-1, tras 2h 28m de batalla bajo el sol sofocante de este martes en Melbourne. Quiere la española, pero de momento su tenis no le alcanza y no logra escapar del bucle devorador que la atrapó desde que hace dos años triunfase en el Masters de Guadalajara, México. Desde entonces, más derrotas que victorias y demasiados sinsabores, porque el declive no responde a la desidia sino a una mera cuestión de tenis y cabeza.

Preocupan el fondo y la forma. No da con el interruptor Muguruza y se repite otra vez la secuencia tantas veces vista en los últimos tiempos, porque ha tenido el partido en la mano y finalmente se le ha escapado. Con el primer set en el bolsillo y sacando para ganar, el brazo se le agarrota, decide mal y se traba. A partir de ahí, cuesta abajo. Abandona la pista cabizbaja, escondiéndose bajo la visera y con un trágame tierra en la mente. Insiste e insiste, pero el chispazo no llega. “Es duro, duro…”, repite en la sala de conferencias, consciente de que la derrota supone otra piedra en la mochila; situada hoy en el puesto 73º del ranking, dentro de dos semanas ya no figurará entre las 80 mejores y eso significa que encontrará varias puertas cerradas.

“Tendré que hacer un calendario adecuado a mi situación. Intentaré jugar esos torneos [en Oriente Medio, siguiente estación del calendario], pero si no pudiese [solo es posible si recibe una invitación, por su descenso], miraré otros de menor categoría. Hay que intentar jugar más partidos”, afirma ante los periodistas; “he jugado muchas veces en 250 o 500 [de categoría], y siempre viene bien. Incluso cuando mejor estaba, también he jugado este tipo de torneos para coger confianza; está claro que a todo el mundo le gusta jugar en los Grand Slams y las finales, pero ahora me toca trabajar humildemente y pasar un poco desapercibida para tratar de escalar otra vez”.

Tenista de momentos, de extremos, Muguruza vive en un déjà vu negativo que no cesa. A sus 29 años, intenta reengancharse a la causa sin obtener recompensa, confiando en que en un momento u otro regrese su “magia” y esa capacidad para “volver de repente, por sorpresa”. Sin embargo, no termina de dar con la tecla. Llamada a marcar una época, por condiciones, proyección y apetito, tocó primero el cielo –Roland Garros, Wimbledon, número uno– y se derrumbó después; cayó en una sima (2018-2019) y confió en la tutela de Conchita Martínez (2020) para volver a asomarse a las alturas. Repuntó precisamente en Australia, donde alcanzó la final hace tres años, pero luego su rendimiento describió una trayectoria discontinua. Subidas y bajadas, vaivenes; mucha oscilación en una jugadora capaz de todo, lo mejor y lo peor. Grandeza o nada. Un misterio.

“Nunca es fácil de aceptar”

“Llevo bastantes partidos en los que empiezo jugando bien y luego, en los momentos clave… Quizá no ofrezco el nivel más alto pero tampoco uno malo, pero en esos instantes hay que cerrar el partido con decisión y claramente no estoy haciéndolo”, expone tras la caída ante Mertens, de nuevo cuando lo tenía todo a favor. “Ha sido una mezcla entre tensión y cansancio. Es verdad que he notado el calor [34 húmedos grados a orillas del río Yarra], pero supongo que como ella. Físicamente he notado un pequeño bajón que ha coincidido con que ella [32ª del mundo, de 27 años] ha empezado a jugar muy bien, y a partir de ahí se me ha ido muy rápido”, prosigue.

A la voluntad no le acompañan los hechos, y la hoja de servicios refleja que Muguruza no gana un partido desde mediados de septiembre, cuando batió en Tokio a la griega Despina Papamichail. Desde entonces, cinco derrotas y más dudas. Se aferra a su genialidad, pero esta se hace de rogar y entretanto, sigue la caída. A los dos tropezones en la primera ronda del curso pasado –en Roland Garros y Wimbledon–, se une este último en el estreno de Melbourne, doloroso por más que se hayan convertido en una constante. A todo o nada, competidora sin medianías, desde que alzó el trofeo maestro ofrece un balance negativo (12 triunfos, 20 derrotas).

“Nunca es fácil de aceptar”, lamenta. “Siento que lo tengo y luego me doy cuenta de que no”, se sincera el último icono femenino del tenis español, en horas bajas ero dispuesta a darle la vuelta a la historia. “Tengo que encontrar la manera de mantenerme competitiva en esos momentos en los que mis oponentes sacan su mayor nivel. Ahora voy a descansar y seguir entrenándome para estar lista”, concluye Muguruza, a la que no le queda otra que seguir con el pico y la pala, remar y remar, confiando en que su instinto esté en lo cierto y dé otra vez con la luz. Para ello, tiene todo un año por delante.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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