De tormento a hogar: Rüdiger se hace sitio en el Bernabéu
El alemán vuelve a jugar este miércoles contra el Leipzig en Champions en Champartín tras caer hace cinco meses con el Chelsea y marcar el domingo su primer gol con el Madrid
Antonio Rüdiger (Berlín, 29 años) se postró el domingo dos veces sobre la hierba del Santiago Bernabéu y repitió una breve jaculatoria: “Alhamdulillah (gracias, dios)”. La primera fue justo después de estrenarse como goleador con la camiseta del Real Madrid, ya pasado el minuto 90. Remató en el segundo palo con la zurda una falta lanzada por Toni Kroos, y mientras Rodrygo y Nacho le perseguían para abrazarlo, él se echó al suelo.
Era su primer día como titular en su nuevo hogar, después de haberlo pisado apenas un minuto el sábado anterior contra el Betis. Había estado antes allí, pero la experiencia había resultado mucho menos satisfactoria. Fue cinco meses antes, el 12 de abril, con el Chelsea, su anterior equipo, en la vuelta de los cuartos de final de la Champions. Aquella noche marcó en la misma portería del fondo sur: cabeceó un córner, el 0-2, resultado que conducía la eliminatoria a la prórroga. Salió corriendo, gritando y agitando el brazo derecho. Esa vez no se detuvo a poner la frente sobre la hierba y depositar el alhamdulillah de las grandes ocasiones, como sí hizo, por ejemplo, después de ganar la Champions con el Chelsea en 2021 en Oporto.
Con su gol del domingo al Mallorca (4-1), Rüdiger terminó de convertir en su casa un estadio que le había frustrado y fascinado en abril, según recuerda una fuente cercana al jugador: “Le impresionó mucho el Bernabéu. Siempre había oído hablar de la atmósfera negativa cuando las cosas no iban bien, de lo pronto que se pitaba, pero en ese partido fue distinto. Bastó el gol de Rodrygo para que el estadio enloqueciera”. Ese clic transformó el encuentro en un artefacto difícil de manejar para el Chelsea, según confesó el futbolista a su gente. Esta noche Rüdiger regresa a Chamartín en la Champions, contra el Leipzig (21.00, Movistar), de nuevo como titular por la lesión de Militão, fuera de la convocatoria.
Aquella eliminación con el Chelsea dejó una huella en el alemán y una inquietud en Carlo Ancelotti, que se jugó la prórroga con Carvajal de central por primera vez en su carrera. El italiano llamó a Rüdiger poco después para convencerle de unirse a su equipo. El alemán, seducido por las palabras del técnico y la energía del estadio donde había caído, descartó otras tentaciones como la del Bayern (eliminado por el Villarreal), rebajó sus exigencias económicas del otoño anterior, y menos de un mes más tarde ya se había comprometido con los blancos.
Su encaje, con la dupla Militão-Alaba funcionando a la perfección, resultaba incierto, pero Ancelotti le aseguró que le necesitaba y él se lanzó a abrirse un hueco, algo en lo que aún está trabajando: ha jugado 344 de los 630 minutos posibles, el 54,6%, algunos como lateral, aunque no es ahí donde se encuentra cómodo. “Nuestra defensa con él es mejor”, dijo ayer el técnico italiano. Rüdiger se toma la competencia con el espíritu con el que encara delanteros: “Me gusta ser agresivo, con justicia y de manera limpia. En los últimos cinco años no he visto ninguna roja. Intento jugar con fuerza, es mi naturaleza”, dijo ayer.
No le inquietaron ni el reto ni su desconocimiento del idioma, herramienta fundamental para su trabajo según su entorno: “En el campo, siempre es el jugador al que más se oye. Habla los 90 minutos”. Habla, y le incomoda jugar al lado de futbolistas que no lo hacen. Necesita esa cháchara constante, dice su gente, y él lo amplió ayer: “Es muy importante hablar en el campo, que haya comunicación. Nos facilita la vida. Antes de jugar y también durante el partido. Es algo natural para mí”. Lo ve tan decisivo, que ya prueba el nuevo idioma: “En el campo hablo en español, y creo que me entienden”, dijo. Incluso cuando comparte el centro de la zaga con el austriaco David Alaba: “Es normal que hablemos en español. Estamos en España. Aunque no se aprende el idioma en dos días. Me queda por aprender”.
Para entender él, le salva el italiano, que domina desde sus dos temporadas en la Roma, entre 2017 y 2019. Cuando se mudó a Londres, lo mantuvo vivo. En el equipo, con el italobrasileño Jorginho. Y fuera, en los restaurantes. Su comida preferida es la italiana, y no tenía prisa cuando podía quedarse charlando en sus locales habituales.
La palabra le sirve, además, para el combate, como contó el delantero del West Ham Michail Antonio en un podcast de la BBC en marzo: “Me habla durante el partido, me dice: ‘No intentes eso, no conmigo”.
Pero Rüdiger ve la conversación también como una forma de cortesía. Cuando conoció a sus nuevos compañeros en Valdebebas, guardaba un detalle para Modric, unas palabras en croata que había aprendido con Kovacic, su mejor amigo en el Chelsea.
A la espera de su lugar definitivo en el once, Rüdiger lo encontró enseguida en el vestuario: “La adaptación ha sido la más cómoda que he tenido”. Y parece que también el acomodo en el Bernabéu. La segunda vez que se postró sobre la hierba el domingo ya había acabado el partido y solo quedaban en el campo, bajo los últimos aplausos, Alaba, Courtois y él, que volvió a pronunciar: “Alhamdulillah”.
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