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ALIENACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más España lejos de Madrid

Lo que se ha ido construyendo es un equipo de autor que entusiasma a los niños, agrada a los jóvenes y enerva a una serie de veteranos que sentían más propia la Selección cuando el siete era un nombre, no un número

Luis Enrique dirige a su equipo en el amistoso que enfrentó a España y Albania en Cornellá.
Luis Enrique dirige a su equipo en el amistoso que enfrentó a España y Albania en Cornellá.LLUIS GENE (AFP)
Rafa Cabeleira

España se asemeja muchísimo a España cuando se aleja de Madrid, especialmente en lo futbolístico pero sin descartar otro tipo de ámbitos y consideraciones que tampoco vienen al caso… O sí, ya lo iremos viendo en el transcurso de las siguientes líneas. De momento, concedamos como un éxito rotundo la visita de la Selección Española a Riazor, que no se llenó del todo por un pequeño error de cálculo: los de Catoira, que es un pueblo situado a cien kilómetros de A Coruña y con profundas raíces vikingas, no fueron quienes de movilizarse para lucir pieles de entretiempo y mostrar algún apoyo desde las gradas a sus parientes islandeses.

La España chiquipark, esa España joven y plural que no pide pureza de sangre a los futbolistas nacionalizados, ni exige un cupo concreto de nacionalmadridismo en su selección, ovacionó a Álvaro Morata como si sus padres vendiesen congelados en el Orzán y el chaval hubiese dado sus primeros pasos en la ciudad deportiva de Abegondo. Voces jóvenes pero acompasadas con el bombo de Manolo, capaces de entonar el desgastado “alabín, alabán” en pleno siglo XXI como muestra de respeto a las tradiciones pero, al mismo tiempo, entregadas a la modernidad de un equipo renovado en fondo y forma por Luis Enrique, pese a las reticencias de unos cuantos millones de entrenadores y varias docenas de altavoces mediáticos: lejos de Madrid, a nadie parece importar la edad de Gavi o la masa muscular de Pedri, aclamados por el público coruñés como los nuevos grandes ídolos del actual combinado nacional.

Es curioso, ¿verdad? Mientras algunos expertos -profesión de moda, por cierto, pues no exige titulación- achacan la actual deriva de la vida política a un proceso de futbolización, el fútbol español está consiguiendo espantarse la politización pretendida por otro buen número de expertos -no necesariamente los mismos- sin necesidad de perder la esencia que confiere al deporte rey gran parte de su encanto. Incluso en tiempos de grandes consensos deportivos, como los actuales, el fútbol nos sigue ofreciendo la posibilidad de discrepar, de elucubrar, de proponer alternativas e incluso de “fliparnos mogollón”, que una expresión muy típica entre los chavales que ya peinamos canas y sobrepasamos los cuarenta años.

A unos les convence más Dani Olmo y otros intuyen más veneno en los pies de Pino. Koke nos parece mejor solo que acompañado pero, claro, ahí sigue Sergio Busquets impartiendo cátedra y cerrando el paso al madrileño, Rodri y compañía. Éric García se intuye frágil hasta que seca a Mbappé en la Copa de Naciones y Guillamón sugiere tantas cualidades que uno ya no sabe en quién fijar la comparación. Para el lateral izquierdo tenemos alternativas y alternativas, tantas que dan ganas de reinventar el juego y ponerlos a todos juntos, incluidos Angeliño y Javi Galán, que todavía no han ido convocados pero quién sabe. Y así, entre dudas y certezas, lo que se ha ido construyendo es un equipo de autor que entusiasma a los niños, agrada a los jóvenes y enerva a una serie de veteranos que sentían más propia la Selección cuando el siete era un nombre, no un número, y a tomar cañas se le llamaba tomar cañas, no libertad.

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