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CRUCE DE CAMINOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La mística de la supervivencia

El Real Madrid protagonizó ante el PSG una de esas noches que forjan la leyenda y el respeto de los clubes

Benzema y Ancelotti celebran el triunfo ante el PSG
Benzema y Ancelotti celebran el triunfo ante el PSGKiko Huesca (EFE)

Pocas cosas hay tan valiosas en la vida como las segundas oportunidades. Pocas cosas hay tan difíciles como saber aprovecharlas. El deporte suele ofrecerlas a cuentagotas. Cuando sucede, estamos ante uno de los espectáculos más poderosos de la competición.

Siempre he creído que las eliminatorias a partido único pueden ser emocionantes y necesarias, con ese espíritu de final que las envuelve. Quizá tenga este pensamiento por la similitud que tiene con el que ha sido mi deporte, donde la posibilidad de enmendar una derrota no suele darse. Si uno pierde, el camino ha terminado.

Las eliminatorias de ida y vuelta, tan habituales en el fútbol y otras disciplinas de equipo, dejan el terreno abonado para el espectáculo de las remontadas. El espíritu de supervivencia en grado sumo. Esa capacidad de sobreponerse por grande que parezca el obstáculo.

El miércoles, el Bernabéu asistió a una de esas noches que quedan grabadas en la historia del deporte. Una velada con aroma a otra época que volvió a demostrar la mística del Madrid en Europa. Es difícil de explicar. Como si el milagro estuviera en el calendario como efecto necesario.

El partido ante el PSG reunió todo lo que el deporte es capaz de ofrecer. Primero, esa conexión entre la afición y los madridistas. La grada conocía la altura de la noche y la atmósfera fue brutal desde la llegada del equipo al estadio. Era el ser o no ser en Europa, algo que va en la sangre del Real. El partido no duró 90 minutos, la esperanza empezó a latir mucho tiempo antes.

Esa épica del club se demostró en el momento de la verdad. Ante un rival superior en gran parte de la eliminatoria, los blancos impusieron algo tan valioso como el buen juego: una capacidad de sufrimiento absoluta. Salieron al campo con actitud, buscando al rival en todo momento, manteniéndose unidos y dispuestos a vaciarse ante cualquier oportunidad.

Al otro lado estaba el equipo parisino, repleto de estrellas con la única ausencia de Sergio Ramos. Es una competición que los franceses han situado como prioridad para mostrar su grandeza en Europa, todavía sin haber obtenido el fruto. El 1-0 de la ida y el primer gol en Chamartín les dejaba a las puertas de noquear al gran dominador del continente.

Cualquier club herido de esa manera encontraría razones para desistir. El Real Madrid nunca da nada por perdido y menos en ciertos escenarios. Guiados por Modric y confiados al tino de Benzema, el gran artillero del momento, consumaron una histórica reacción que se recordará durante años. Una de esas noches que forjan la leyenda y el respeto de los clubes. Su intensidad hizo que el rival no supiera manejar el partido, sucumbiendo en cuestión de minutos en un envite que parecía tener controlado.

La ambición de Vinícius, Valverde, Nacho, Carvajal, Lucas o Rodrygo, entre muchos otros, pudo con la autoridad de Messi, Neymar, Mbappé y la ristra de grandes nombres que acumula el vestuario galo. Construir una gran plantilla es el primer paso, algo que los franceses han armado con un imponente músculo económico, pero convertirla en un gran equipo es una tarea mucho más complicada.

Queda por ver si este Real Madrid optará a la conquista de la Liga de Campeones, repleta de rivales enormes como el Bayern y los pujantes clubes ingleses, tan poderosos en las últimas ediciones. Pero los blancos volvieron a dejar clara una cosa: cuando Europa pide historia ellos son los primeros dispuestos a escribirla.

Una vez más, los madridistas han respondido a la grandeza del club. Han mostrado por qué ser reyes de Europa no es un apelativo anquilosado en los años sesenta. Una competición se gana más allá del potencial económico, se conquista desde el corazón sobre el campo. Rindieron a la altura del escudo que llevan sobre el pecho, mostrando el orgullo de representar y vestir la camiseta y el escudo del Real Madrid.

En el deporte, expuesto ante el peligro, nada como una camiseta blanca acerca la supervivencia.

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