La Fiorentina de Italiano: victoria o muerte
Los viola, guiados por el pichichi del campeonato, Dusan Vlahovic, se han convertido en uno de los equipos más ofensivos de la Serie A
El 17 de febrero de 1530 las tropas de Carlos V, aliado de los Estados Pontificios romanos y del Papa Clemente VII (el último Medici), se plantaron en los límites de Florencia para asediarla. La ciudad, consciente de la inevitable derrota, decidió entonces mandarles un misil emocional continuando el partido de Calcio Storico que se jugaba en la Piazza de la Santa Croce en ese momento. Cuando el ejército imperial comenzó a bombardear con su artillería, los jugadores y el público siguieron a lo suyo como si nada. Nadie iba a arrebatarles aquel momento. Casi 500 años después, las banderas de los barrios de la ciudad que ese día recibieron al invasor siguen ondeando en la curva del Antoni Franchi, el estadio de la Fiorentina. La Fiore, como entonces, es más que nunca un equipo irreductible bajo la premisa de victoria o muerte que guía su rumbo ascendente en la Serie A.
Los toscanos eran hasta este fin de semana (empataron contra el Sassuolo) la única formación de los grandes campeonatos europeos que no había empatado ni un solo partido. Su avance hacia la cabeza de la Serie A -hoy son sextos empatados a puntos con la Roma- se contaba a través de diez victorias y siete derrotas. Ganar o morir. La respuesta la tenía el técnico Vincenzo Italiano, una apuesta del presidente estadounidense Rocco Commiso (sustituyó al Diego Della Valle, dueño de Tod’s), que ha convertido al equipo en un fabuloso inventario de ataques al rival que, a veces, también le ha costado puntos absurdos en los últimos minutos. Pero el entrenador viola es un estratega formidable que ha permitido al equipo jugar sin complejos contra todos los rivales. En parte, gracias también al pichichi del campeonato, Dusan Vlahovic (16 goles).
Las raíces populares de la Fiorentina van mucho más allá de ese vínculo con el calcio storico, el deporte que para muchos constituyó el germen del fútbol actual (aunque la idea descomponga a los británicos). El club es el único de la ciudad y cada domingo el estadio recibe a unos 30.000 espectadores, el 10% de la población de Florencia. Ahí está el alcalde en cada partido, que conoce la importancia del equipo para el estado anímico de la ciudadanía. Porque muchas veces se recuerda aquí más a los jugadores por su amor a la camiseta que por los resultados. Angelo di Livio, por ejemplo, bandera de la Juventus, fichó por la mítica Fiorentina de Trapattoni, Battitusta, Rui Costa o Edmundo (la de aquella camiseta con la publicidad de Nintendo que estuvo a punto de lograr un scudetto la temporada 1999-2000). Pero bajó al infierno de la C2 cuando el equipo quebró. No les abandonó hasta que regresaron a Serie A.
La tifoseria viola paga el esfuerzo, pero es visceral y apasionada. Cuando Roberto Baggio, otro de sus ídolos, fichó por la Juventus, hubo disturbios durante varios días en la ciudad. Y aquello sí fue un drama convertido en una insurrección del pueblo delante de la sede de florentina. Adoraban a Baggio, su humanidad y complejidad. Amaban la idiosincrasia de ese personaje melancólico y genial que devolvió el orgullo a los viola. Durante muchos años no se lo perdonaron. Baggio, en lugar de rebelarse, lo entendió y rechazó tirar un penalti en el primer duelo con la Vecchia Signora.
Vlahovic es la última postal de amor y odio a ídolos viola. Descubierto cuando jugaba en el Partizán de Belgrado por Pantaleo Corvino, el gran director técnico de la Fiore, llegó con la misma edad al club que Battistuta y es hoy el mayor talento desde aquella época. Lo tiene todo y cada balón que toca es medio gol. “Quien lo fiche, tendrá asegurado el scudetto”, escribía Mario Sconcerti esta semana en el Corriere della Sera. Fuerte, alto (1,90m, iba para jugador de baloncesto) y rápido. La Fiore le necesita. Y Commiso le ofreció un gran contrato, el mejor del equipo. Pero el chaval se ha plantado y no quiere renovar un vínculo que termina en 2023. Media Europa asedia a su agente, como las tropas de Carlos V lo hicieron aquel día de 1530. Pero el club ha decidido que mientras le tengan en el campo, la pelota ha de seguir rodando.
Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.