El apagón del Camp Nou
Ni siquiera el clásico llenará un estadio que ha perdido asistencia por la pandemia, el mal juego del Barcelona, la marcha de Messi y la falta de turistas en la ciudad
Alcanza con mirar al viejo y grande Camp Nou para entender el tamaño de la ruina del Barça. Ahora mismo es un estadio deteriorado, mitad vacío y mitad lleno, que aguarda compungido y también expectante la visita del Madrid. El clásico se presenta como una posibilidad única para un acto de fe barcelonista después de un largo tiempo de extravío que la mayoría de los socios esperan revertir desde que el entonces candidato Joan Laporta descolgó aquella pancarta cerca del Bernabéu en la que declaraba las ganas que los culés tenían de volver a ver al Madrid. Aunque el club no ofrece datos oficiales, las apuestas coinciden en cualquier caso en que se daría por buena la presencia de 80.000 espectadores —el aforo es de 99.354—.
La animadversión al Madrid ha sido siempre el punto de encuentro del barcelonismo, incluso en los momentos críticos, cuando el juego del equipo no acompaña y el club está estrangulado por las deudas, pocos tan desesperantes como el actual, condicionado por la covid-19. Acudir al clásico se considera históricamente un acto de militancia irrenunciable para el culé, como si la ausencia supusiera la deserción, hasta el punto de que es el partido en que el factor campo juega decididamente a favor del Barcelona. El Madrid une al Barça. El contexto, sin embargo, no favorece precisamente que el estadio se llene hasta la bandera, como era costumbre, en la Copa, la Liga o por supuesto en la Champions.
El clásico de la temporada 2014-2015 reunió a 98.760 aficionados, y el del curso 2015-2016 a 99.264. Han sido dos de los partidos con mayor afluencia de público juntamente con el de las semifinales de la Champions que en mayo de 2019 enfrentó al Barcelona con el Liverpool: 98.299. Las previsiones son ahora menores porque 26.291 abonados sobre un total de 83.500, ocho mil más que la temporada pasada, se acogieron al periodo de excedencia propuesto por el club y renunciaron a acudir al Camp Nou. El número de espectadores del clásico está pendiente por tanto de la respuesta de los 57.000 abonos vigentes y de unas 40.000 entradas puestas a la venta.
La respuesta de los abonados es un misterio mientras que desde las oficinas se asegura que la solicitud de entradas va a buen ritmo sin querer hacer estimaciones para un encuentro que se disputará a las 16.15. Aunque no ha podido activar el Seient Lliure —las localidades que los socios liberaban para que pudieran ser vendidas—, el Barça procura fomentar la asistencia con algunas medidas como la reaparición de La Grada de Animación; que los 13.011 socios que figuran en la lista de espera para obtener un abono puedan adquirir una localidad con descuento procedente de los socios en excedencia; y que el precio de las entradas sea más barato que en ocasiones anteriores —de 99 a 249 euros—.
También se ha cuidado la liturgia del partido y se anuncia la presencia del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el canto de Els Segadors, el himno catalán que había enmudecido en el estadio desde 2015 por orden del entonces presidente Josep Maria Bartomeu, quien además relegó al entonces presidente catalán Quim Torra en el palco: Bartomeu no cedió el asiento que protocolariamente le correspondía a Torra en el partido disputado contra la Real Sociedad en mayo de 2018. Tampoco faltará ahora el mosaico que invita a la comunión culé; “Barça, ara i sempre; som-hi culers”. La recuperación ambiental se considera vital después de la desafección mostrada por la afición en el Camp Nou.
Al partido contra el Valencia, día en que por vez primera se permitió cubrir el 100% del aforo, acudieron 47.317 espectadores (47,62%) y el miércoles frente al Dinamo de Kiev asistieron 45.968 a pesar de que los descuentos por las entradas llegaron al 70%. Las cifras remiten a los partidos de la primera eliminatoria de la Copa del Rey habituales del mes de enero, o a los últimos de las fases de clasificación de la Champions, cuando no se juntan más de 40.000 espectadores. Han sobrado entradas en los distintos partidos jugados durante la temporada —Real Sociedad: 20.384 espectadores; Getafe, 26.543; Granada, 27.097; Levante, 35.334— e incluso ante el Bayern las ventas se resintieron ligeramente: 39.737 cuando se permitían 40.000.
Hay menos gente que nunca en el estadio y, sin embargo, es más militante que nunca, barcelonistas que van al campo no como espectadores, sino como hinchas entregados sin condiciones a jóvenes como Ansu Fati, Gavi, Nico y Pedri. Los aplausos, y también cuando procede los pitos, se escuchan nítidamente y no hay que prestar mucha atención para descifrar qué le recrimina Koeman a Dest.
Hoy, asamblea
Hoy solo los muy culés acuden al Camp Nou. No hay sitio para los escépticos o críticos en un momento en que el equipo no juega ni transmite buenas sensaciones después de quedar huérfano de Messi. El poder de convocatoria ha menguado; también ha disminuido la cifra de turistas en Barcelona: de enero a agosto el número de pernoctaciones fue de 1,9 millones, el triple que en 2020, pero muchas menos que en 2019: 8,1 millones. Se estima que son miles los aficionados que todavía no se atreven a ir al estadio por los efectos de la pandemia; la directiva anda a la greña además con la Confederación Mundial de Peñas; y ya es sabido que el estadio tuvo problemas estructurales, de seguridad e higiene, que obligaron a la intervención de la directiva que preside Laporta.
La presencia del Madrid permitirá evaluar hasta dónde llega el desinterés azulgrana y, por otra parte, si la posibilidad de adquirir entradas movilizará a más madridistas que nunca: el último clásico con público, en diciembre de 2019, congregó a 93.426 espectadores, y el último partido antes de la covid, el 7 de marzo de 2020, reunió a 77.025 espectadores ante la Real Sociedad. No será fácil recuperar la normalidad y difícilmente se repetirán las escenas de las reventas en el clásico —en 2011 se pagaron 2.500 euros por una entrada para la final de Copa y 1.300 por una de la Liga de Campeones—.
Mañana no estarán Messi ni Cristiano y el Camp Nou tiene fecha de caducidad si prospera la votación del Espai Barça que se celebrará hoy en la Asamblea. El Barça, que aspira a ingresar 119 millones por explotación del estadio —el año pasado fueron 25—, quiere construir un nuevo Camp Nou para 105.000 aficionados. Mucha grandilocuencia si se tiene en cuenta que ahora mismo para el clásico del domingo, más íntimo o desbravado, se esperan unos 80.000.
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