Atina Simeone y se lía Koeman
El Cholo, al igual que Pochettino, acierta con sus maniobras, lo contrario que el neerlandés y Ancelotti
La segunda jornada de la Champions destacó por el intervencionismo máximo de algunos entrenadores en momentos decisivos de los partidos. Sobresalen, especialmente, cuatro casos y tres de ellos tienen a los técnicos del Atlético, Real Madrid y Barcelona como protagonistas. El cuarto técnico que metió el bisturí en su equipo fue Mauricio Pocchettino, que con sus variantes para la ocasión desactivó, en parte, el volumen ofensivo del City de Guardiola.
El Atlético acaba con siete ‘delanteros’
Ajustándose a la remontada final y a la considerable mutación del equipo después de una primera parte errática, se puede constatar que a Simeone le terminaron saliendo bien todas las maniobras que hilvanó para dar la vuelta al resultado. Cambio a cambio puso sobre el verde de San Siro todo su arsenal ofensivo, que es mucho, y lo repartió con sentido común. Solo se quedó a Cunha en el banquillo. Fiel a su filosofía de ‘puertas giratorias’ (rotación constante del posicionamiento de sus jugadores) dio entrada sucesivamente a Joao Félix (primera parte), Lodi y De Paul (descanso) y Griezmann y Lemar (última media hora). Cada entrada llevaba consigo un reajuste en la pizarra y el Atlético acabó jugando con tres delanteros (Correa-Luis Suárez-Joao Félix); dos medias puntas (Griezmann y Lemar) y los dos laterales (Llorente y Lodi) ejerciendo de extremos. Por detrás de la línea imaginaria del balón un mediocentro (De Paul) y los dos centrales (Felipe y Giménez).
Los cuatro cambios del Madrid
Un minuto después del gol del empate de Benzema, en el 65, el técnico italiano consumó de golpe los cuatro goles que tenía preparados con anterioridad. Situación poco habitual en el Real Madrid y zafarrancho en la nueva ocupación de los espacios. Valverde, que hasta entonces había jugado de interior derecho, pasó a lateral en esa banda. Camavinga, que había ocupado el carril del ‘10′ hasta entonces, pasó a ser lateral zurdo.
Kroos y Modric, recién entrados, se repartieron el ancho del campo como tantas veces y por delante de ellos, Rodrygo y Vinicius intentaban dar al equipo la amplitud necesaria que requería el momento, mientras Jovic se posicionaba por delante de un Benzema a quien el Sheriff supo encerrar durante todo el partido. Demasiada carne para tan poco caldo. Valverde se chocaba con Rodrygo por la derecha y Camavinga no sabía si juntarse a sus centrales (Militao y Alaba) o echar una mano a sus mediocentros (Kroos-Modric). El desbarajuste posicional no impidió crear media docena de ocasiones de gol, pero tampoco conceder un par de ellas y que una se convirtiera en gol, por el mal posicionamiento colectivo en un saque de banda en contra.
El Barça, de atacar un área a defender la otra
En el estadio de La Luz, Ronald Koeman fue fiel a sus pensamientos. Ya había proclamado no tener equipo para disputar la Champions y ante el Benfica preparó el mismo planteamiento timorato que contra el Bayern, con el obligado y significativo cambio de Dest, a banda cambiada, por el lesionado Alba. En la Liga el técnico holandés tira del 1-4-3-3, que tanto le gusta a su presidente, con la variante del partido contra el Levante que se ajustó casi más a un 1-4-2-3-1. En Europa, rescata su 1-3-5-2, sobre el que se siente más seguro en el aspecto defensivo.
Lo que no entraba en su guion es que el equipo se mostrara tan vulnerable en la faceta de contención y tuviera que mover piezas sobre la marcha. El partido olía a tragedia. Primero, tras la declaración de impotencia de Eric García ante Darwin en el primer gol portugués, le cambió de lado y colocó a Araujo cerca de la zona de influencia de su compatriota e inmediatamente después mandó a la ducha al tercer central, Piqué, a quien el árbitro ya le había perdonado una segunda tarjeta y, además, porque llegaba tarde a todos los balones divididos.
En esta maniobra Koeman no echó mano de ninguno de los tres centrales que tenía en el banquillo: Umtiti, Lenglet y Mingueza, sino que retrasó a Frenki De Jong que, hasta ese momento, desde su puesto de interior, casi media punta, había sido el único jugador que había sabido interpretar cómo atacar los espacios que dejaba a su espalda la otra defensa de tres hombres, la del Benfica. De pisar con sumo peligro el área rival, a ser el hombre encargado de sacar el balón jugado desde cerca de la suya propia.
El PSG ‘transforma’ a Verratti
Duelo de pizarras en el PSG- Manchester City. O lo que es lo mismo Pocchettino contra Guardiola. El técnico argentino se inventó un nuevo posicionamiento para Verratti, que llevaba más de un mes sin jugar por una lesión en la rodilla. Tenía su riesgo la operación. El italiano llevaba muchos años sin jugar de mediocentro posicional por delante de su defensa, con dos interiores a sus costados: Ander Herrera y Gueye, que además de marcar un gol, sacó su amplio repertorio de ‘todocampista’, al más puro estilo Kanté.
Como eje central, Verratti se vio las caras de frente con De Bruyne y Bernardo Silva, que le presionaban sin desmayo, pero salió indemne, con su juego al primer toque y sus conducciones con el balón. Guardiola, tras el partido, se quitó el sombrero. “Marco es un jugador excepcional, extraordinario. Estoy enamorado de él. Bajo presión es capaz de dar un toque de balón suplementario detrás de nuestro centro del campo. No es un jugador grande (1,65) pero cuando ves como juega, como se desplaza… No es de pases largos, pero sabe dónde está el espacio para crear una nueva situación”.
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