Y después de Hinault, ¿quién?
De carácter complicado, el ciclista francés apodado El Tejón desprendía un gran atractivo para los medios y el público; Francia sigue esperando a su sucesor
“Oh-la-la”, gritó el comentarista que estaba retransmitiendo la carrera en la televisión. Al cambio, quería decir que el ciclista Bernard Hinault se acababa de salir del plano. El 4 de junio de 1977 se disputaba la penúltima etapa de la Dauphiné. Tras coronar el Col de Porte con un minuto y 30 segundos de ventaja sobre sus perseguidores, se lanzó al descenso.
“Quería más y más, pasé volando por las tres primeras curvas de herradura del descenso, y en la cuarta… ¡boom! […] fue como si una mano gigante me agarrara del cuello. Afronté la curva con demasiada velocidad, frené, pisé una mancha de arena y volvía a frenar, bloqueando las ruedas por completo”, recuerda el protagonista, que salió despedido hacia un barranco. Aterrizó sobre un árbol que frenó la caída. La bicicleta acabó 30 metros más abajo, destrozada. Lo ayudaron a salir, le dieron un vehículo de repuesto. Logró la victoria en la etapa con un minuto y 20 segundos de ventaja sobre el segundo. Aquella tarde de junio, los telespectadores que habían visto el accidente salieron a la carretera para animar al héroe. Ganar una etapa está muy bien, pero asentarse en el imaginario nacional francés está mucho mejor.
Hinault (Libros de ruta), es el título de la biografía del campeón bretón escrita por el periodista William Fotheringham. Lleva como subtítulo El Tejón, que era el apodo con el que se conocía al ciclista por su capacidad de lucha. Ganador de cinco Tours de Francia, tres Giros de Italia y dos Vueltas a España y numerosas clásicas, se desenvolvía bien en la montaña, las etapas contrarrelojes o los finales en sprint.
Era el jefe y sabía que lo era. Ejercía como tal en las carreras -tomando decisiones incluso sobre quién podía ganar la etapa y quien no- y fuera de ellas: representando a sus compañeros de profesión en las protestas contra el exceso de adoquines o por tener que atravesar montañas en plenas neviscas. De carácter complicado -dicen que, si alguien decidía ir a por él, debía primero preguntarse cuánto daño estaba dispuesto a soportar-, desprendía un gran atractivo para los medios y el público. Sus combates con Laurent Fignon y Greg Lemond pasaron a la historia del deporte. Se retiró en 1986. Desde entonces, Francia sigue esperando al sucesor de El Tejón.
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