Maverick Viñales, en una espiral de negatividad: “Nunca en mi vida estuve tan enfadado”
El piloto de Yamaha, que terminó el último en Alemania y no se entiende con Yamaha, acusa los continuos cambios en su equipo. “Es débil mentalmente”, señalan en su entorno
Maverick Viñales ha entrado en una espiral de negatividad de la que solo él podrá salir.
El piloto catalán, campeón de Moto3 en 2013, se marchó indignado de Sachsenring el domingo pasado. Había quedado el último, sin que mediase caída ni accidente alguno. El 19º, después de las caídas de Álex Márquez, Petrucci y Savadori. Sigue, asegura, sin entender nada. Tampoco aparece en su discurso el mínimo asomo de la autocrítica. Y cuatro días después no se ha desprendido de su cabreo: “El problema es que siempre que pido respuestas me dan la misma: no sabemos qué pasa”, declaró este jueves en Assen, donde este fin de semana se celebra el GP de los Países Bajos (la carrera, el domingo, a las 14.00, en DAZN). Y seguía: “Otras veces pasaban cosas y lo había dejado pasar. Pero esta vez me ha dolido; no lo voy a olvidar. Nunca en toda mi vida había estado tan enfadado”.
En Assen no queda ni rastro del Maverick en estado zen que comenzó la temporada, feliz por su reciente paternidad, capaz de afrontar con una sonrisa cualquier gran premio, por duro que fuera el fin de semana, por malo que fuera su rendimiento con la Yamaha. Hasta que llegó el peor fin de semana de carreras en su historial.
Se le señalaba como favorito al título (un año más), pero terminó el último y no pudo ofrecer explicación alguna más allá de la indignación que sentía, pues aseguraba que la fábrica japonesa le había pedido que diera vueltas a la pista con el objetivo de encontrar explicaciones y mejorar sus sensaciones con la M1. “No es que no esté feliz en Yamaha, sino que siento que es una falta de respeto hacia mí, como piloto, que me tenga que limitar a recopilar información. Nunca estuve en una situación así en mi vida: terminar el último. Por eso estoy cabreado”, dijo.
Ocurre, sin embargo, que algunos de aquellos que un día estuvieron a su lado creen que el único responsable de todo es el propio piloto, todo un talento bruto incapaz de que le lleven la contraria ni de soportar que le digan cómo hacer las cosas. “Se rodea de gente incompetente y el asesoramiento que recibe es deficiente. Ha ido eliminando a gente de confianza de su lado para ir rodeándose de gente más ignorante”, indican fuentes de su entorno.
Viñales insinúa que la fábrica de los diapasones no le trata como se merece. Dice no encontrar sentido a su irregularidad. Ganó la primera carrera del año, en Qatar, pero desde entonces (y han pasado siete carreras) no ha vuelto a subir al podio mientras su compañero de equipo, Fabio Quartararo, es el líder del campeonato con tres victorias y cinco podios en total.
Su discurso transmite frustración. Lo difícil es saber qué llegó primero si la frustración o los malos resultados. “Es muy extraño que en la primera carrera del año, en Qatar, pudiera ser tan superior al resto, y que haya pasado de ser el primero al último. Es algo que pregunto muy a menudo y que es muy difícil de aceptar”, declara.
No es esta, por otro lado, una situación nueva para Viñales. Desde que llegó a Yamaha el año 2017 ha encadenado grandes éxitos con tremendos desengaños. Los primeros aquella temporada de debut como compañero de Valentino Rossi. Ganó las dos primeras carreras, repitió victoria en la quinta, en Francia, y apenas volvió a subir al podio más que en dos ocasiones. Su trayectoria en MotoGP es un vaivén sin fin. Y mientras él señala al equipo, algunos lo señalan a él, especialmente después de que haya acumulado ya hasta tres jefes técnicos distintos en poco más de cuatro años: obligó a Yamaha a deshacerse del experimentado Ramon Forcada, hoy jefe técnico de Morbidelli; pidió la contratación del joven Esteban García, a quien luego dio la espalda. Recién iniciada esta temporada, después de un par de carreras, pidió su cabeza. Lo sustituye Silvano Galbusera, ex técnico de Rossi. “Y ya está desesperado”, señalan fuentes del entorno, que apuntan: “Es débil mentalmente”. Ese es el factor esencial que explica sus malos resultados.
No solo ha sufrido cambios el equipo de mecánicos –Viñales también echó de Yamaha a Javier Ullate, histórico de la casa, mecánico de Jorge Lorenzo y antes de Álex Crivillé–, también el entorno personal del deportista, que ha cambiado al menos tres veces de representante, también de asistente. Y anda a la gresca con su padre, un pescador de Roses (Girona), que ahora hace las veces de asesor en los circuitos después de que su complicada relación familiar haya provocado otras tantas idas y venidas.
Yamaha apostó por Viñales el invierno pasado, cuando decidió prescindir de Valentino Rossi, mejorarle ostensiblemente el contrato y señalarle como el número uno de la fábrica. Pero él – el mismo chaval que un día, con 17 años, se fue de Malasia y dejó a su equipo de Moto3 compuesto y sin piloto porque, según advertía, la moto no funcionaba bien: todavía tenía opciones de título– siembra dudas sobre la lealtad de la casa japonesa.
De momento, avisa de que este fin de semana copiará cada movimiento de su compañero, Quartararo. “Mi solución para este fin de semana será usar lo mismo que use él. Exactamente lo mismo: electrónica, suspensión y ver qué pasa. Aquí voy a copiar exactamente la moto de Fabio y veremos dónde estoy. Pero no debería ser así: un piloto debería seguir su línea, buscar la mejor configuración para él y su estilo de pilotaje. Pero en este equipo solo hago que copiar a los demás. Me veo forzado a ello”, declaró este jueves.
“No creo que sea el camino. Para mí la moto funciona fantásticamente”, declaró el francés. Viñales ganó el último gran premio en Assen, el año 2019. Por momentos, se aferra a ese recuerdo.
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